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Ciencia-ficción en la Argentina
¿Una curiosidad antropológica?

Alejandro Alonso (Grupo Axxón)


Decir ciencia-ficción en la Argentina es hablar un idioma que no todos entienden o quieren entender. La industria editorial local -casi inexistente- rara vez apuesta a este género y, cuando lo hace, prefiere abrevar de los clásicos (Borges, Bioy Casares, Cortázar), antes que animarse a publicar autores nuevos. No deja de ser un consuelo: al parecer, los editores también gozan del poder de levantar a los muertos de sus tumbas. En este contexto, la tarea de difundir lo nuevo del género recae sobre los fanzines y sobre los grupos de aficionados.

El material que llega desde el exterior tampoco abunda. Las traducciones generalmente arriban con cuentagotas desde España y en muchos casos son caras. Vivimos del pasado: revistas como El Péndulo, Minotauro o Nueva Dimensión -con varias décadas de antigüedad-, ediciones de Bolsillo Ultramar, libros de la colección Minotauro, y gran cantidad de libros que salieron en colecciones locales que duraron menos de tres o cuatro volúmenes, que se pueden comprar en las mesas de saldo a precios que no son de saldo.

Esta carencia, en otro tiempo, se suplía con material que se traducía desde las ediciones en inglés y se publicaba -sin autorización- en los fanzines locales. La progresiva globalización del género y una toma de conciencia gradual sobre los derechos vulnerados hacen que esto hoy sea virtualmente imposible. Como escritor, aplaudo esta toma de conciencia y envidio de corazón a aquellos que, en sus países, pueden vivir seriamente de lo que escriben. Aquí eso no es posible. Al menos tratándose de cf o de fantasía.

Con todo, estos problemas se inscriben en una crisis que sobrepasa los límites de la cf e incluso los límites de la literatura. Con más del 15% de desocupación -y cifras realmente escandalosas de pobreza extrema- el hecho de que falte un poco de cf en la mesa no es grave: lo grave es que falte el alimento y el trabajo remunerado.

Lo recomendable, en estos casos, sería que los fans del género se reuniesen para hacer algo. La realidad local es que los grupos de referencia están prácticamente inactivos. Ejemplo de esto es el Círculo Argentino de CF y Fantasía, del cual poco y nada se sabe y, en este marco, el otrora prestigioso premio "Más Allá", que lleva años sin entregarse. En el interior de nuestro país todavía existen algunas chispas (Rosario, La Plata, Córdoba), pero todavía son solamente eso: chispazos.

La actividad se centra entonces en torno a las revistas y fanzines, como Axxón: una publicación electrónica que en los últimos once años, y a pesar de los achaques, ha sabido conservarse como un faro para quienes quieren saber en qué anda la cf y para aquellos que tienen ganas de hacer cosas -sobre todo de publicar- y no encuentran dónde. Este espacio referencial creado en torno a Axxón es, de momento, un link importante entre los autores latinoamericanos y españoles de cf (que apenas pueden publicar en la Argentina) y el fandom local.

Afortunadamente, la presencia de Internet permite que la globalización llegue hasta aquí, y esto significa poder informarse de cuál es la realidad de la cf española y latinoamericana a través de páginas de web, listas de discusión mexicanas y españolas o comprar literatura en inglés a través de Amazon. Claro está, por ahora el nivel de penetración de Internet es muy bajo.

Si se habla de fanzines, podemos citar a Cuasar: una publicación que hemos aprendido a esperar, a pesar de su impredecible periodicidad. Este tema es un mal endémico en los fanzines locales. En la red se pueden ubicar algunos otros, como Malacandra.

El problema de la supervivencia

Como se dijo, en medio de este permanente letargo todavía pueden divisarse algún que otro movimiento más o menos significativo. El grupo Axxón, por ejemplo, está trabajando también en un taller literario del que, con paciencia y buena letra, podrían salir buenas propuestas en el mediano o largo plazo.

Un detalle curioso, digno de ser destacado, es la renovación de cierta capa del fandom gracias a los grupos de juegos de rol. Claro está, a esto también le cabe las generales de una economía estanca.

Para los nuevos escritores y aún para muchos de los consagrados que aún viven y sienten la cf, no existe -hasta este momento-, ninguna posibilidad seria de publicar en papel y trascender. Las propuestas aparecidas durante el 99 se licuaron merced a la pésima coyuntura económica y, me animo a confirmarlo, a la estrechez mental de quienes tienen poder de decisión dentro de las editoriales. Como dije, tanto los editores como muchos de los antologistas, se limitan a resucitar cuentos vetustos, mil veces publicados, y a ponerlos en antologías que ya no dicen nada de la realidad local de la cf.

Si de grandes autores contemporáneos se trata, siempre tenemos para consolarnos a Carlos Gardini -que con sus obras nos dice que es posible hacer buena cf y ser reconocido por ello-, al ensayista Pablo Capanna -una verdadera eminencia de las que ya no quedan- y a Angélica Gorodischer -un tanto distanciada del género, pero con evidente mérito-. No son los únicos: en la Argentina hay escritores que conocen bien su oficio, pero que no pueden hacer de la escritura una forma de vida. De hecho, en la mayoría de los casos, sus obras terminan postergadas por razones de supervivencia. Mucho más abajo, aquellos que pretendemos merecer el mote de escritor todavía nos estamos debatiendo en la búsqueda de formas propias y autóctonas, que permitan expresar concepciones locales de la cf y no meros transplantes de la realidad norteamericana. Gracias a Dios se ven resultados promisorios, pero todavía escasos.

Ciertamente, la cf no se limita a la literatura, sino que abarca medios diferentes como el cine, el comic y la música. Anclados a esa realidad, en nuestro país hay un montón de jóvenes escritores, dibujantes, guionistas y cineastas que quieren hacer y no pueden. De cuando en cuando surgen cosas como Moebius o La sonámbula -por dar dos ejemplos cinematográficos-, que renuevan las esperanzas.

Tal vez, la única posibilidad de pensar que la cf nacional está lejos de extinguirse es leer cada pequeña señal de vida como un hecho de supervivencia. El imperativo es, entonces, seguir vivos hasta que pase esta devastadora tormenta... o atreverse a gritarle al temporal -como ese viejo personaje de Shakespeare-, en la esperanza que alguien más nos escuche.


(Artículo originalmente publicado en el Códice Estelar de la HispaCon 1999. El autor lo ha revisado y actualizado a la fecha.)

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