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Ángel Torres QuesadaFuera de sí
Extramuros
Ángel Torres Quesada


Fernando Vizcaíno Casas
...Y al tercer año, resucitó

Nuestro propio Dick

...Y al tercer año, resucitó

La glaucoma progresiva que se desarrolla de ciertos ámbitos, y que acecha desde las sombras a las contadas opiniones lúcidas de los gurús de esto que muchos llaman CiFi, o género en el que se entra para salir de él lo antes posible si uno pretende mantener inmaculado su prestigio de persona culta, es decir por higiene mental, no afecta a todos por igual.

No encuentro una sola razón válida para mantener en el olvido a estas alturas a un autor que durante años nos ha estado obsequiando con una literatura fantástica de un nivel equiparable, superior incluso, a los dorados sueños de Borges y a la visión vanguardista, diría que con trazos futuristas y raigambre esotérica, de un Saramago sublime, más allá de su incomparable Ensayo sobre la ceguera.

En solo diez novelas de apariencia costumbrista y varios libros de ensayo sobre la época que le tocó vivir, desde los años 60 hasta una fecha reciente, Fernando Vizcaíno Casas ha desgranado, sin que haya sido captado por la crítica cegata, un siglo de la más pura y profunda ciencia-ficción, un compendio de valores intrínsecos difíciles de igualar.

El estudio de personajes y situaciones está sutilmente desarrollado en sus obras magistrales, en títulos como El revés del derecho, es decir el directo del izquierdo, un estudio sistemático y sintomático del enfrentamiento entre los universos reales e imaginarios nacidos de un mundo sin fuerza ni rumbo. De todas ellas, sin duda, destaca con luz propia su obra maestra.

Como muchos habrán podido imaginar, aunque temo que sólo serán unos pocos los privilegiados de mente, me estoy refiriendo a su novela ...Y al tercer año, resucitó.

En esta obra, publicada al poco tiempo de la muerte del personaje por el que Vizcaíno Casas nunca sintió admiración, el autor emplea la clave secreta más oculta, no accesible para las masas a las que parecía ir dirigida la obra, y en ella reúne a todos los subgéneros de la fantasía, pasando por el cyberpunk, la space opera, la new y la old wave, e incluso la fase intermedia de la corriente literaria que hizo furor a finales del siglo pasado: el star wars parody.

Lo sorprendente del caso es que ha tenido que pasar muchos años para que la crítica internacional, desde Locus hasta 2001, pasando por Asimov, no haya entreabierto ese resquicio de la puerta de la incomprensión hacia un autor que en tan sólo 300 páginas mostró el camino a la legión de malos imitadores suyos que no tardaron en seguir sus pasos por la ruta, sin retorno en apariencia, que sólo él sabe que conduce al Valle de los Caídos, que Vizcaíno Casas convierte en lugar de esperanza a la sombra de los cuatro evangelistas y la cruz que simboliza el espíritu creador del hombre.

En ...Y al tercer años, resucitó, Vizcaíno Casas no solo incorpora gran parte de las ideas de Dick, Heinleim, Bradbury, Card y Asmiov, sino que al conferirles una nueva visión, anula a estos autores al retomar lo mejor de ellos, depurando lastres de sus novelas más emblemáticas, que convierte en sencillos pero claros exponentes de lo que en realidad es ese sentido de la maravilla que en ningún momento de la literatura fantástica y de ciencia-ficción ha quedado reflejado.

Con la seriedad y el buen hacer que le caracteriza, el señor Vizcaíno Casas transforma la muerte del Caudillo y su anunciada resurrección en un canto a la libertad, despejando todas las incógnitas que siempre han atormentado al hombre, dándole las respuestas a sus preguntas eternas. El lector devora con avidez las páginas de la obra, buscando impaciente el instante cumbre, el del regreso a la vida del hombre que acaba de morir, el viejo y humilde militar que el autor ha transformado en héroe para más tarde devolverlo a ese anonimato en el que siempre deseó haber vivido, lejos de fasto y la hipocresía de una corte que nunca quiso tener a su alrededor.

Pero el personaje central, y tal vez sea este el único y pequeño fallo de la obra, queda desvirtuado por la prosa del autor, quien sin querer se erige en el único protagonista, desde la primera hasta la última pagina. El esfuerzo de Vizcaíno Casas por pasar desapercibido estaba condenado al fracaso de antemano. Quizá sólo es él quien lo lamenta. Nosotros en cambio, debemos congratularnos por ello.

...Y al tercer año, resucitó es sin duda la novela más injustamente ignorada por los aficionados a la ciencia-ficción. Y por doña Engracia, mi portera.


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