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Julián DíezCenobitas enrollados
Extramuros
Julián Díez


Ana Rosa Quintana
Parque geriátrico

Mil personajes en busca de autora

La nueva obra de Ana Rosa Quintana escapa del limitado campo del romance para adentrarse en el tecnothriller, sin olvidar un guiño a ese mundillo del corazón en el que la autora se mueve profesionalmente. Lejos de la rutina de Sabor a hiel, Parque geriátrico es una obra de mayor riesgo, que nos desvela a una autora muy en contacto con las últimas novedades científicas y que parece dispuesta a arriesgar tras su polémica novela previa con un tour de force en el que se combina el dinamismo de la aventura con unas preocupaciones existenciales verdaderamente inquietantes.

El núcleo temático de la obra ha sido ya suficientemente difundido por los medios de comunicación, si bien no está de más una recapitulación rápida. En un futuro cercano, un millonario excéntrico gracias a un emporio subcultural, apodado Lejano Fenicio, anuncia la apertura de un parque de atracciones en el que están presentes todos los personajes del mundo de la farándula española, que ha estado clonando durante años de trabajo. Por cuestiones legales, el parque es situado en una isla abandonada a kilómetros de la costa de Torrevieja (Alicante), pero nadie puede dudar del éxito: el público puede encontrarse allí en vivo con personajes que van desde Tamara a Mariano Ozores, pasando por Paco Martínez Soria, el conde Lecquio, Nuria Bermúdez o Espartaco Santoni, y vivir junto a ellos las aventuras de su universo de fantasía.

María Luisa Persiana, una incisiva periodista en la que no es difícil adivinar a un trasunto de la autora, decide hacer una investigación en la isla antes de su apertura, y consigue llegar a ella gracias a la ayuda de Tigre Armería, un ex marino y aventurero con el que vivió un apasionado romance tras una breve relación laboral (posteriormente, Armería morirá fuera de cámara, empalado mientras fumaba un cigarrillo contemplando el mar y meditando sobre la inconmovible crueldad de nuestro entorno).

En su primer periplo por la isla, Persiana disfruta de los placeres del parque de atracciones camuflada como una educadora. Durante un par de días, asistimos a las virtudes del citado parque: graciosas escenas con Andrés Pajares y Fernando Esteso perseguidos por garridas mozuelas en paños menores que les gritan "venid aquí, machotes"; fiestas organizadas por Jaime de Mora y Aragón en las que Rodríguez Menéndez hace valer sus dotes de seductor con Rociíto; o simpáticos homenajes de José Manuel Parada a la obra de Gracita Morales. Sin embargo, Persiana advertirá pronto que no todo es como parece. Los personajes murmuran, se habla de una reunión secreta. La periodista neutraliza al clon de Galindo y, disfrazada como él, asiste a una reunión de los clones. Allí descubrirá la hiel que se esconde en los corazones tras esos rostros amables: los clones se sienten frustrados por su destino impuesto. Alfredo Landa quisiera vestir ropa normal en lugar de perseguir a suecas con unos calzoncillos con ventanuco un día sí y otro también; Mar Flores sueña con una pareja estable; Georgie Dann desearía formar un grupo grunge. Los cimientos de la rebelión están ahí, y sólo Persiana conoce los terribles planes del grupo de clones.

Seguir sería reventar las muchas sorpresas que contiene la obra, que a partir de aquí introduce hermosas reflexiones sobre la naturaleza de un destino impuesto. En especial, cuando un derrotado Jimmy Giménez Arnau, convertido en líder de la rebelión, reflexiona finalmente sobre su final ante Persiana en instantes de auténtica emoción:

"Yo he visto naves atracar en Puerto Banús, he visto fiestas más grandes que una función de Tannhäuser. Todos esos recuerdos se perderán como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir".

O como, condenado de nuevo a su esclavitud inevitable, en una escena de original poesía, José Luis López Vázquez ve alejarse el barco que lleva a Persiana de vuelta a Torrevieja "bajo un cielo con el color de un televisor sintonizado en un canal muerto", y le lanza una maldición contundente, con un odio definitivo: "Te mataré hasta la muerte, Persiana".

La obra termina con un regusto agridulce. Persiana no está segura de haberse comportado de forma correcta contribuyendo a que los clones sigan condenados a llevar su vida sin sentido, a su continuo recitar de la letanía que les anima: "El pudor mata al humor, el pudor es la pequeña muerte que nos conduce al aburrimiento total...".

En suma, nos encontramos ante una novela con indudables aciertos, que sin duda podría considerarse como lo mejor de la cf española en el 2000, con permiso de Peña laja del ex ministro Manuel Pimentel y el Almanaque 2000 de la editorial Mondadori. Desgraciadamente, la habitual ceguera de los votantes de los premios Ignotus pasará por encima del excelente trabajo de Quintana.


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