Extraeremos sólo una del millón de respuestas posibles a la pregunta más difícil, más cruda en esto del arte y la creación: ¿qué es un escritor? Un escritor, sobre todo, quizás ante todo, es un filtro. Un escritor es algo que está entre la realidad y su representación. Un punto de fuga, un punto de inflexión, una voz, una mirada, un discurso, una interpretación del misterio de vivir, y de su desasosiego y belleza.
A renglón seguido, y para que no quede duda de que soy parcial, lo dejaré escrito ya mismo: Neil Gaiman es uno de los artistas más importantes del mundo contemporáneo. Lo ha demostrado sobradamente en su carrera como escritor en diferentes terrenos; sobre todo historieta, pero también relato y novela. Con poco más de 40 años ha desarrollado una carrera prolífica e hipnóticamente coherente, inédita. No son importantes sus ficciones sólo en el sentido de la calidad que poseen -que también-, sino aún más en tanto que constituyen una visión o interpretación radicalmente novedosa y personal del mundo. Sí: Neil Gaiman ha inventado lo "gaimaniano".
Con estas premisas, enfrentarse como analista a Mr Punch es especialmente complejo. El propio Gaiman considera este tebeo -o novela gráfica- una de sus obras cumbres. Tanto que le sirvió como excusa para huir hacia delante y dejar de lado la historieta como ámbito creativo y adentrarse en otros espacios de creación que le ofreciesen retos: literatura, televisión, cine.
Mr Punch es, como casi todas las ficciones de Gaiman, una fábula sin moraleja. Un cuento triste, lúcido, de escritura críptica, sobre la niñez y la inocencia y su pérdida. Para indagar en un terreno tan poco firme, Gaiman vuelve al género de la "autobiografía apócrifa" que ya utilizara en Casos violentos y se agarra a la metáfora que le proporciona la figura implacable que atemorizó su infancia, Mr Punch, la marioneta cruel. Es éste un libro más sensitivo que narrativo, de urdimbre argumental sutilísima, donde se plantean muchas preguntas y se consiguen pocas respuestas; más o menos como en la vida. Mr Punch, el tebeo, está lleno de tiempos muertos, de tristeza evocadora y fatalismo apacible. De una concepción de la vida muy definida, esperanzada, serena, donde la magia muestra su óxido y su herrumbre; una concepción de la vida que ejemplifica a la perfección ese niño tristón que se enfrenta con la misma perplejidad a las tormentas de verano que a sus pesadillas más retorcidas.
He mencionado lo críptico y lo, en apariencia, poco narrativo de Mr Punch. Y esto es así por una razón evidente. Sin duda, un lector mínimamente sensible puede percibir las historias subterráneas que bucean bajo la trama principal del libro, pero resulta evidente que Gaiman, aun con artificios, está contando la historia de su familia, lo que le obliga a utilizar un lenguaje secreto, difícilmente decodificable para un profano. Esto, que podría ser un demérito, Gaiman lo convierte en riquísima materia que envuelve de misterio a su historia. Y de magia. Y es con detalles -con toques- como estos donde se revela el talento de un escritor.
Por otro lado, y siguiendo una tradición de colaboraciones formidables, de la parte gráfica del tebeo se encarga un cómplice habitual de Gaiman, Dave McKean. Un artista, McKean, que por una vez vence su tendencia al exceso y domestica su vertiginoso talento en virtud de la historia que está ilustrando. Un McKean que utiliza fotografía, collages, pintura y quién sabe cuántas técnicas complejas más. Pero que, cuando llega el momento, dibuja y desdibuja con un estilo despojado y nítido que muy pocos historietistas pueden soñar con igualar.
El resultado es un tebeo muy inglés, Mr Punch. Una ficción sofisticada y contemporánea: gaimaniana; un valioso y muy plausible avance en la búsqueda de una nueva definición de la belleza, en estos tiempos en los que todo parece ya inventado.
Valentín Vañó
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