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Stardust
Stardust
Neil Gaiman
Título original: Stardust
Trad. Ernest Riera
Col. Brainstorming nº 7
Norma Editorial, 2001

Neil Gaiman ha revolucionado el mundo del cómic con su serie Sandman, una potentísima exploración del subconsciente, los mitos y la fantasía que ha generado una gran cantidad de secuelas e imitaciones. En ella, Gaiman ha combinado el aspecto más grotesco del mundo de los superhéroes con una mitología propia que bebe en muchas ocasiones del mundo de los cuentos de hadas y las rimas infantiles. La novela Stardust podría haber sido perfectamente una saga más dentro del universo de Sandman si Gaiman hubiera simplemente incluido una aparición del señor de los sueños o de cualquier otro de las decenas de personajes y secundarios que pueblan su obra maestra. A fin de cuentas, y como dice Rafael Marín, Sandman se sostiene tan bien sin ilustraciones que uno duda si adscribirlo al universo del cómic es clasificarlo correctamente. Sin embargo, Gaiman ha elegido escribir un capítulo aparte, que mantiene, con todo, un aire de familia con la corriente principal de su, perdóneseme la pedantería, obra secuencial (como sucede, en general, con toda su narrativa).

En Stardust encontramos un pueblo, Muro, que hace de límite entre la campiña inglesa y el reino de Faerie. En él vive el joven Tristran Thorn, producto del cruce entre un humano y una elfa que se encontraron en la noche en que, una vez cada siete años, se celebra una feria a la que acuden habitantes de ambos mundos. Una promesa hecha en un momento de pasión a la chica más bonita del lugar llevará a Tristran a atravesar el muro que da nombre al pueblo e internarse en el país de las hadas en busca de una estrella fugaz caída. En su camino encontrará a los seres más extraordinarios, tanto benévolos como maléficos, y progresará en sus aventuras a la manera de los cuentos de hadas, siendo recompensado (o no) por sus buenas acciones según la particularísima lógica de Faerie, y ganando en el proceso conocimientos sobre sí mismo y su especial herencia compartida. Gaiman se atiene estrictamente a las clásicas narraciones infantiles en cuanto a la estructura de la novela, que termina como tiene que terminar cualquier historia sobre muchachos que parten a hacer fama y fortuna (y si el lector no se espera el final, es que desatendió en su momento a Andersen, Perrault y los Grimm). Sólo se aparta de ellas en dos ocasiones: para acentuar la crueldad de ciertas situaciones, algo en lo que Gaiman se complace a menudo, quizá buscando equipararse a las versiones primitivas y sin expurgar de los cuentos de hadas; y para hacer apartes posmodernos, irónicos y autorreflexivos. El conjunto está maravillosamente compensado, la sensación de intemporalidad se combina estupendamente con las rupturas de la norma, y en general esta novela resulta una lectura de lo más deliciosa. Cabe reseñar, en todo caso, que los primeros capítulos, donde asistimos a la descripción de ese lugar entre cotidiano y maravilloso que es Muro, superan a los posteriores, más convencionalmente fantásticos.

La única pega que se le puede poner a esta edición de Norma es que, sencillamente, no tiene comparación con la versión ilustrada de la misma historia publicada previamente. Las magníficas ilustraciones de Charles Vess se complementan tan bien con las palabras de Gaiman que resulta incomprensible que éstas últimas hayan aparecido por separado. No obstante, si no se dispone del Stardust completo de Gaiman y Vess para comparar, se puede disfrutar de esta novela que se lee de un tirón y que sin duda proporcionará mucha diversión al lector.

Luis G. Prado

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