Dejada atrás hace ya tiempo la etiqueta de abanderado del ciberpunk, Bruce Sterling se ha convertido en un estupendo novelista del futuro cercano, capaz de desplegar ante nuestros ojos panoramas poco tranquilizadores y recorrerlos después con la familiaridad de un nativo.
En Distracción nos presenta un futuro que, en ciertos momentos nos recuerda al que Neal Stephenson había mostrado en Snow Crash, con unos Estados Unidos fraccionados y cada vez más cerca de la disolución final. En ese entorno se mueve el protagonista, fruto de un experimento genético que le ha dotado, entre otras consecuencias imprevistas, de una temperatura corporal extraña, repentinos ataques de fiebre y la capacidad de mantener la cabeza fría sin importar el caos que se desate a su alrededor: por más que en ocasiones le gustaría, es incapaz de dejar de pensar, trazar planes y tratar de llevarlos a cabo.
Con esas premisas Sterling construye una novela iniciática en la que, a lo largo de toda la primera parte lleva a sus personajes de un lado a otro de su extraña América, y nos muestra su fragmentación en tribus (algunas nómadas, otras sedentarias), las tensiones que se ocultan (apenas) bajo su superficie, y el desastre que, cada vez más rápido, parece irse avecinando. En determinado momento el protagonista pasa de la contemplación a la acción y es entonces cuando el paisaje que hasta ahora habíamos ido contemplando cobra verdadero sentido narrativo: Sterling ha ido amueblando cuidadosamente su universo literario y nos ha llevado de gira turística por él, de modo que cuando decida empezar a sacudirlo estemos ya en un territorio familiar y podamos seguir adelante con la historia con comodidad.
Hablé antes de Snow Crash, pero quizá el referente más inmediato para el panorama social que se muestra en esta novela sean los cómics que Frank Miller y Dave Gibbons dedicaron al personaje de Martha Washington en varias miniseries, empezando por Give Me Liberty, publicadas en Estados Unidos por Dark Horse y en nuestro país por Norma. Esa América fragmentada con los gobernadores estatales campando por sus respetos y los comités de emergencia usurpando el poder al senado tiene más de un punto de contacto con los Estados Unidos por los que se mueve la heroína de color creada por Miller y Gibbons.
Pero más allá de ocasionales referencias o influencias, Sterling se las apaña para construir un futuro creíble, ocasionalmente descabellado, y muy atractivo (no para vivir en él, quizá, pero sin duda sí para leer sobre él), por el que puede hacer moverse a sus personajes sin dificultades, creando así una historia interesante (tal vez la de una nueva revolución americana) y planteando de paso multitud de interrogantes a los que se niega a dar respuesta: quizá porque no la tienen. O quizá porque Sterling sabe bien que la labor del escritor es dar con las preguntas adecuadas, pero tiene que ser el lector el que construya las respuestas.
Así, la operatividad del estado moderno, del sistema político occidental, es puesta en cuestión una y otra vez a lo largo de toda la novela, a la vez que nos alerta de los peligros a los que podemos abocarnos si seguimos empecinados en un sistema de gobierno que puede que ya haya visto sus mejores días. Eso no convierte Distracción en una soporífera novela de tesis: el autor nunca olvida el primer deber de todo escritor, entretener a su público, algo que sabe hacer lo bastante bien (insertando, aquí y allá, momentos brillantemente excéntricos, como la idea de los WASP convertidos en una minoría oprimida y mal vista socialmente, o China hundiendo la economía americana por el procedimiento simple y evidente de pasarse por las narices las leyes internacionales de la propiedad industrial e intelectual) como para que todas las cuestiones que plantea surjan como una necesidad natural de la historia que estamos leyendo.
Rodolfo Martínez
(Reseña publicada originalmente en La página de Rodolfo Martínez)
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