Siempre que termino una novela de John Varley me ocurre lo mismo. Durante su lectura me lo he estado pasando de miedo: Varley es un escritor ágil, que sabe cómo usar un narrador cómplice para meterse al lector en el bolsillo y arrastrarlo sin protestas durante todo el viaje. Y suele ser un viaje interesante, lleno de jugosas escalas y salpicado de incidentes a cuál más descabellado. Y sin embargo, cuando uno termina el viaje se da cuenta de que no ha llegado a ninguna parte. Me ocurrió con la primeriza Y mañana serán clones y volvió a ocurrirme con Playa de acero. Y con El globo de oro me ha pasado otra vez lo mismo.
Y es curioso, porque en distancias cortas y medias John Varley se revela como un escritor soberbio. Ahí quedan cuentos y novelas cortas como "Pulse enter" o "En el salón de los reyes marcianos", que demuestran lo lejos que puede llegar la buena ciencia-ficción y la poderosa herramienta literaria en que podría convertirse en unas manos capaces. Es como si a medida que aumentan las páginas de sus obras, la calidad de éstas disminuyera y, sin llegar a caer nunca en lo mediocre, fuéramos pasando de la excelencia a un simple "buen nivel". En cierto modo no puedo evitar estar de acuerdo con el pensamiento formulado por el anónimo autor del texto de la solapa de este libro. Ignoro si conscientemente o no, parece haber dado con la clave cuando afirma que "ha dejado cuatro cuentos que se han convertido en clásicos, dos novelas cortas imprescindibles y tres novelas de lectura muy recomendable". Curioso, ¿no? A medida que crece la historia vamos pasando del clásico a lo imprescindible para finalmente desembocar sólo en lo recomendable.
Y El globo de oro lo es, sin duda. Varley parece haber encontrado al perfecto narrador cómplice en la persona de Sparky Valentine, actor, bribón y ocasional estafador que se pasea a sus anchas por todo el sistema solar perseguido por la mafia carontesa, recordando su pasado y, como quien no quiere la cosa, dándonos un recital de amor por el teatro y el cine: la novela está salpicada de incidentes que no desentonarían en películas de los hermanos Marx o en tragedias shakespearianas, por no mencionar que El globo de oro tiene mucho de novela picaresca e incluso de road movie (o book, en este caso). El lector, rendido sin condiciones a un narrador que sabe cómo engancharle, va pasando página tras página y disfrutando tanto de las piruetas (físicas, pero también mentales) de los personajes como de los ocasionales juegos metaliterarios que el narrador se permite hacer (como cuando se toma la molestia de hablar con los lectores para explicar por qué ha decidido contar determinados acontecimientos de su vida en tercera persona).
Pero el problema es ése, que no pasa de recomendable. La novela es un viaje turístico por los bajos fondos y la farándula de los Ocho Mundos y poco más. Esto puede sonar injusto, por cuanto se trata de un viaje fascinante y bien contado y en cada escala el narrador se encuentra con personajes lo bastante enloquecidos y bien descritos como para animarnos a seguir leyendo, y los ambientes con los que nos encontramos son descabelladamente creíbles. Por si fuera poco, el autor es capaz de meternos en la sociedad que ha creado sin interrumpir el ritmo de la novela, algo más infrecuente de lo que parece en la ciencia-ficción: y es que lo que en otros escritores sería el eje central de su historia o daría lugar a largos ladrillos descriptivos, en Varley no pasa de una mera nota a pie de página, suficiente para crear el ambiente necesario (y más importante aún, para darnos la sensación de que es real) pero nunca una justificación para detener la historia. Sin embargo, acabada la novela, uno no puede evitar la impresión de que le ha sabido a poco, que quería más, y que Varley es un narrador lo bastante bueno como para habérnoslo dado.
O quizá no. Hay autores que se defienden bien en unos terrenos y no en otros. Y el de Varley parece ser el del relato de corta o mediana extensión. Sus novelas nos gustarán y nos entretendrán y tienen calidad suficiente para ser (y perdón por repetirlo de nuevo) "una lectura muy recomendable", pero difícilmente se aposentarán en nuestra memoria como en su día lo hicieron sus cuentos.
Termino con una nota de perplejidad. Y es que en la completísima, detallada y muy trabajada bibliografía que se nos da al final de la obra se menciona El globo de oro como un libro independiente, al margen de cualquier serie, y sin embargo es una novela que pertenece claramente a su ciclo de los Ocho Mundos y, por si fuera poco, comparte más de un personaje con Playa de acero, correctamente citada en la misma bibliografía.
Rodolfo Martínez
(Reseña publicada originalmente en La página de Rodolfo Martínez)
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