Orson Scott Card parece haberse pasado varios meses jugando al Risk, anotando cuidadosamente los movimientos de la partida y usándolos luego como esqueleto narrativo a partir del cual construir esta novela. Luego, ha ido cubriendo ese esqueleto con algunos de sus músculos y pieles más familiares: los niños geniales destinados a regir el mundo, los psicópatas carentes de afectos, las reflexiones morales en voz alta (a veces, demasiado alta) y las escenas intensas entre los personajes que no desembocan en ninguna parte.
Leído el párrafo anterior parece que esta novela no me haya gustado, lo cual está muy lejos de la verdad. Es cierto que los ingredientes son exactamente los mismos que los de todas las otras novelas de Card (aderezados en esta ocasión por su intento -más o menos conseguido- de embarcarse en la novela histórico-estratégica), pero no es menos cierto que esos ingredientes están mezclados con habilidad, el ritmo narrativo fluye de un modo adecuado y su forma de narrar engañosamente fácil sigue funcionando. Además, quejarse porque un escritor sea fiel a sus constantes literarias cuando esas constantes no son de nuestro agrado para luego alabar exactamente lo mismo en otro porque ese sí ha conseguido conectar con nuestro gusto o nuestros caprichos éticos siempre me ha parecido un ejercicio de hipocresía por parte de los críticos. Y no es una trampa en la que me apetezca caer.
Así que estamos ante una novela bien construida, aunque sin sorpresas, que se desarrolla por cauces que forzosamente nos resultan familiares a los conocedores de la obra de Card. Una novela que, como de costumbre, no llega a un final digno de tal nombre y lo deja todo preparado para la siguiente entrega de la serie. Al contrario que algunos de sus últimos libros (ese horrible Hijos de la mente o ese mediocre Cofre del tesoro) no estamos ante una historia contada mecánicamente, sin interés por lo que se está haciendo y dependiendo única y exclusivamente de su oficio y habilidad: el autor está disfrutando con lo que cuenta, se entusiasma con su propia obra, con el resultado de que el lector también disfruta y se entusiasma.
Así pues, es cierto: otra vez es más de lo mismo. Pero es más de lo mismo bien construido y bien contado. No es su mejor novela ni tampoco la peor. Sólo otra más.
Rodolfo Martínez
(Reseña publicada originalmente en La página de Rodolfo Martínez)
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