Nos encontramos a principios del siglo XXI en una realidad alternativa en la que los alemanes ganaron la Segunda Guerra Mundial en Europa y posteriormente la Tercera contra los E.E.U.U. El Reich de los mil años gobernado por el tercer Führer Kurt Haldweim gobierna con mano de hierro Europa, América y África. En su capital, encontramos a Heinrich Gimpel, un vulgar funcionario que trabaja para el cuartel general de la Wehrmatch y que esconde un terrible secreto. Gimpel es uno de los pocos judíos que han sobrevivido al triunfo del nazismo y vive ocultando quien es a todo el mundo salvo un reducido número de amigos de su misma raza.
Tras esta premisa nos encontramos con el intento de Harry Turtledove en uno de los what if? más populares en le campo de las ucronías: ¿Qué pasaría si Hitler hubiese ganado la guerra? Turtledove es probablemente el autor más prolífico de ucronías de la actualidad, y el más popular en los Estados Unidos. Lamentablemente la mayoría de sus obras no han sido aún traducidas en nuestro país, probablemente porque muchas de ellas abordan temas y situaciones muy atractivas seguramente para el americano medio, pero que en España no interesarían (o al menos así piensan los editores) como la Guerra de Secesión o un Pearl Harbor conquistado por los japoneses en 1941. Aparte de lo anterior, Turtledove suele escribir una ciencia ficción popular que tiene su público pero que probablemente no gustaría a otro un poco más exigente. La obra que hoy nos ocupa es de las pocas que no relatan batallas o guerras ganadas o perdidas (salvo en su premisa) y tratan de centrarse en una temática un poco más seria.
Finalista de nuestro premios Ignotus, la novela que nos ocupa es un intento lamentablemente fallido para mi gusto de meterse en la piel de un judío perseguido en un mundo sin esperanza. Y es fallido porque a Turtledove, al que no se le puede negar el oficio, se le ve fuera de su elemento en una historia que hubiese requerido una mayor profundidad psicológica. En vez de eso el autor hace lo que sabe, enlazar una trama tras otra con conflictos que deberían ser mucho más importantes en el transcurso de la novela (A Gimpel le detienen por judío por ejemplo en una Alemania que no recuerda haber visto ninguno en 70 años, y la trama no dura ni treinta páginas) y que le son necesarias para que los lectores no se le duerman con las continuas partidas de Bridge entre matrimonios, las comidas de Heinrich con su compañero de trabajo en un restaurante japonés o las clases de Alicia, una de la hijas de Gimpel, que con diez años acaba de descubrir que es judía.
Todo ello tiene como hilo conductor la muerte del Führer Haldweim (sí, el anagrama no es demasiado difícil de descubrir, sobre todo si les digo que era austriaco) y la posterior subida al poder de Heinz Buckliger un oscuro funcionario del partido trasunto descarado de Gorbachov que tratará de desarrollar su particular Glasnot. Y es una pena, porque lo que podría haber sido un intento original se convierte prácticamente en una narración de la caída de la U.R.S.S. en lo que casi lo más divertido es tratar de reconocer al Boris Yeltsin de turno o de ver cuantos de los personajes de Turtledove tienen nombres sacados de alguna guía de los jerarcas del Tercer Reich (del original). Se hace bien poco para contar algo distinto, algo original. En una superpotencia sin contrapeso que la haga caer como pasó en realidad, el proceso, que tuvo profundas raíces económicas, parece surgido de la nada.
En una premisa que ha sido utilizada tanto y de tan distinta forma en la literatura, y una vez que las tramas no llegan demasiado bien a su objetivo, nos quedaría una buena ambientación, pero la de Turtledove es demasiado simple, y cuando da detalles se parecen demasiado a los del Patria de Harris. Por último, la novela podría haberse salvado dándole un poco más de profundidad al drama humano de unos seres que tienen que vivir ocultos bajo personalidades falsas y que poco a poco se van convirtiendo en lo mismo que los demás alemanes arios de bien ante la imposibilidad de guardar copia escrita de sus tradiciones. Pero el problema apenas se explora, no alcanza casi ningún matiz de los muchos que se le podrían haber ocurrido, en lugar de eso nos narra la vida de una familia media en un mundo prácticamente idílico. No se le puede pedir a cualquiera que escriba El cero y el infinito o 1984, pero es que la Alemania de Turtledove es prácticamente como unos E.E.U.U. ideales, no te crees los problemas de los personajes que, además, son demasiado planos y estereotipados. Se reconoce con demasiada facilidad a la niña demasiado madura o a la estudiosa subestimada por ser mujer de las novelas de fantasía o ciencia ficción, solo que aquí no encajan demasiado.
Con todo, queda la impresión de que el autor camina fuera del territorio que conoce mejor y, como algo debe de tener el agua cuando la bendicen, uno se queda con ganas de leer algo más en su línea habitual para tratar de comprender el secreto de su éxito.
José Antonio del Valle
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