Decía César Mallorquí en un reciente artículo en la revista Leer que la ciencia-ficción anda de capa caída desde el parón experimental que supuso el final de la New Age y el retorno -salvo honrosas excepciones- a los caminos trillados de la astronave tochónica y el marcianete trompetero. Como en todo, hay excepciones. Páginas Amarillas 2000 retorna a la profunda introspección sociológica que fue característica de los años sesenta, y lo hace con una valiente apuesta formal y temática que la haría digna -aparte los problemas de extensión- de figurar junto a "Jinetes del salario púrpura", de Farmer, "¡Arrepiéntete, Arlequín!, dijo el señor Tic-Tac", de Ellison o El amante de vidrio, de Palma en una nueva antología Visiones peligrosas. La ruta experimental seguida por Páginas... entronca con la aportación que hiciera al género el genial Frederik Pohl con Pórtico (1977); una novela en la que -siguiendo las pautas establecidas por John Dos Passos- se intercalan con extremado acierto noticias y reseñas extraídas del mundo en el que habitan los protagonistas. Páginas... da un paso más allá, haciendo que todo el texto consista en esos mismos recuadros informativos que nos dan una panorámica completa de un mundo abigarrado y prolijo en servicios y exóticas ofertas. Es difícil que dos lectores acometan la lectura en el mismo orden. Como Rayuela, de Cortázar, Páginas... es una apuesta literaria radical, hecha para ser leída en distintos ordenes según sean las preferencias del lector; una propuesta interactiva que, a no dudar, levantará recelos tanto en el anquilosado mundo académico como entre los lectores de los fanzines más casposos, pero que marca, con clara nitidez, el camino a seguir por la literatura de nuestro futuro más próximo.

A. Salamandra