Andreas Eschbach es la mejor muestra de la nueva autoconciencia y el autodominio que la literatura fantástica europea ha cobrado en los últimos años. Nacido en Ulm, Alemania, en 1959, Eschbach ha conseguido un éxito que hasta ahora parecía exclusivamente reservado a la literatura fantástica anglosajona.
No sólo es que sus libros se vendan por decenas de miles en varios países europeos y Japón, y que, como consecuencia de ello, Eschbach sea uno de los pocos escritores de ciencia-ficción europeos que pueden vivir de sus libros. Más importante es el hecho de que se trata de un autor sin complejos, que escribe sobre temas de gran calado y a la vez, por así decirlo, comerciales, que tiene voluntad y ambición y no teme ser comparado con los escritores de ventas millonarias del otro lado del charco. El que haya sido denominado "el Michael Crichton alemán" no es, en absoluto, una ofensa.
Sus novelas abarcan desde inmensos y épicos space operas (Quest) hasta pequeñas humoradas fantásticas (Kelvitts Stern), pasando por complejos technothrillers (Der letzte seiner Art) e intrigantes aventuras en pos de arcas perdidas (Das Jesus Video). En todas y cada una de sus novelas, Eschbach ha demostrado que es, quizá con Arturo Pérez-Reverte, el narrador europeo que mejor sabe manejar tensión e intriga y mezclarlas con aventura y reflexión. Eschbach posee un estilo lírico pero preciso, pleno de un socarrón humor que recuerda a esa bonhomía dotada de mucho sentido común tan típica de las clases medias del sur de Alemania.
Su primera novela, Los tejedores de cabellos, cuenta la historia de un planeta donde unos tejedores, que son la capa social más alta, se dedican toda su vida a tejer un tapiz a partir de los cabellos de sus mujeres. El misterio de por qué lo hacen nos conduce a lo largo de todo el planeta y más allá, a un Imperio estelar recién derribado donde unos rebeldes intentan esforzadamente liberar las conciencias de sus habitantes de las influencias dejadas por el derrocado y terrible Emperador del universo. Cuando se publicó, la novela estalló como una bomba en el ambiente de la literatura fantástica alemana. De pronto, un autor europeo, y además casi completamente desconocido, enviaba un misil teledirigido bajo la forma de una narración perfecta, intrigante, que asaltaba al lector con una profusión de imágenes y de sentido de la maravilla que recordaba a las obras maestras del género de los años cincuenta.
Hay en la novela, efectivamente, mucho de la ciencia-ficción clásica. Los gadgets, las naves, los instrumentos o las armas nos producen la misma sensación que cuando vimos por vez primera Star Wars: un universo "retro", olvidado, donde la técnica ha alcanzado (y perdido) unos niveles elevados, pero no de la forma que nosotros nos la imaginamos hoy, sino como la imaginaron los lectores de Asimov o Clarke justo después de la Segunda Guerra Mundial. El referente más importante para comprender este aspecto de la novela es, por supuesto, el clásico de la literatura pulp alemana Perry Rhodan. Para esta serie, que comenzó en 1960 y continúa publicándose hoy día semanalmente (!), escribió Eschbach, como artista invitado, un episodio.
Pero no son los artilugios propios de la ciencia-ficción de los libros "de a duro" lo que verdaderamente le interesa al autor. Los tejedores de cabellos es un impresionante fresco de una sociedad (o varias) que está narrado con una intensa atención tanto al detalle de tono antropológico o etnológico como a la creación de personajes -decenas de ellos- que parecen estar tan vivos que su desaparición llega a dolerle al lector. Para describir este fresco Eschbach usa pequeños capítulos dedicados a un solo personaje, al cual volvemos a encontrar a veces, pero ya como mero comparsa, contemplado desde otro punto de vista.
Estos personajes que se mueven en un ambiente de ciencia-ficción "arcaica" son los elementos con los que Eschbach desarrolla una fábula que, más allá del realismo de sus descripciones, nos permite lecturas históricas y morales más profundas.
La sensación que toda la obra transmite es el estar inmersa en el debate de la sociedad alemana en torno al nacionalsocialismo, un debate que, además, puede ser comprendido también como un análisis y una crítica de un totalitarismo llevado a sus máximas consecuencias.
Porque, ¿cómo no recordar a los ejércitos aliados entrando en los campos de concentración alemanes cuando en la novela los soldados rebeldes penetran en un patio en el que hay acumuladas miles de alfombras de cabellos humanos? ¿Cómo no pensar en la proverbial disciplina prusiana y sus secuelas al leer que un piloto espacial no puede escapar a su condicionamiento para obedecer y no pensar por sí mismo?
Pero también en otros muchos detalles esta novela se nos revela como enraizada en la cultura y sociedad alemanas. El afán de los rebeldes por superar las convenciones sociales y sus tabúes sexuales está claramente relacionado con los valores de la generación de mayo del 68 y la convulsión cultural y social que ésta produjo en Alemania. La caricaturesca preocupación por el dinero de muchos de los personajes nos recuerda que Eschbach vivía, cuando escribió la novela, en la región alemana cuyos habitantes son caracterizados tradicionalmente, de forma un tanto burlesca, como avaros. El tono bíblico y áspero del lenguaje y la cerrazón asfixiante de la sociedad descrita en la novela tienen también mucho que ver con la intransigencia religiosa de la provincia alemana.
El contexto en que está inscrita la novela es el de una crítica feroz del totalitarismo. En ello, y en su dureza, incluso crueldad para con los personajes y en su cinismo a veces socarrón, la obra encaja dentro de los textos fantásticos tradicionalmente europeos. El hecho, sin embargo, es que de la novela se desprende además una llamada a la acción, una afirmación de la propia emancipación y un mensaje finalmente positivo y optimista. Esto le permite superar los tópicos y las tradiciones para encarnarse como la piedra fundacional de una nueva literatura fantástica europea que no se conforma con ser un mero comentario político o histórico, sino que pretende también narrar una historia y entretener con ella.
Es a esta rica tierra fronteriza a donde Eschbach nos conduce gracias a su sentido de la aventura y a su capacidad para mantener la tensión. Y es que los libros de Eschbach siempre te dejan con ganas de más.