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Antonio Rivas Género negro
Cosecha Roja
Antonio Rivas



Sabor local (IV)
Uno de los nuestros

Es difícil encontrar una obra que pertenezca pura y genuinamente a un solo género. Además de la inevitable hibridación que se produce a poco que el autor no se ponga unos límites estrictos, está el problema de cómo y con qué base se clasifica una obra como perteneciente a un género determinado. ¿Depende de la ambientación, del argumento, de otra cosa...? ¿Lo decide el autor o el público? Y es más fácil en unos casos que en otros. A estas alturas del partido, pocos van a considerar Siete novias para siete hermanos una película del oeste antes que un musical, pero de Alien se puede discutir hasta el agotamiento si es una película de terror o de ciencia-ficción, y no sacar nada en claro.

Álex de la Iglesia Esta pequeña introducción viene a cuento de que, a diferencia de otras columnas anteriores, se me podrá discutir mucho si las películas de las que voy a hablar son de serie negra o no. Vaya por delante mi postura: atendiendo a las historias y aun teniendo en cuenta la mezcla de géneros que se da en todas, lo son, sin excepciones, y Álex de la Iglesia (Bilbao, 1965) no sólo es el mejor director español en activo sino que es uno de los mejores autores (en colaboración con su coguionista de toda la vida, Jorge Guerricaechevarría) del género negro cinematográfico, se mire por donde se mire.

A principios de los 90 vi, he olvidado exactamente dónde (algún festival de cine, o quizá fue por televisión en algún programa de cortos; no sé), un cortometraje en blanco y negro del que recuerdo que dije al acabar "Hostia, vaya chorrada", pero también que me reí un montón. Supuse, a juzgar por su sonoro título de Mirindas asesinas (1991) y por algunas referencias y guiños que me resultaban familiares, que lo habría hecho algún friki tal cual yo mismo y las malas compañías de las que me rodeaba (cuando me enteré de que el autor era de la añada del 65, ya no me extrañó nada), y me olvidé del asunto. No; no voy a ir de profeta con efecto retroactivo y decir que "ya sabía yo que ese joven...". En aquel tiempo no tenía ni idea de que el responsable de la historia de un serial killer que se cargaba a tiros al camarero y los clientes de un bar por un puñado de mirindas me iba a hacer disfrutar algunos de los mejores momentos que he pasado en la butaca de un cine. Cosas.

Acción mutante Y entonces llegó Acción mutante (1993). En su momento me quedé bastante solo frente a todos los colegas, que sostenían que era una película de ciencia-ficción. Veamos; atendiendo a la ambientación futurista, a que hay naves espaciales (cuando yo tenga una la llamaré "Virgen del Carmen", fijo), y a algún detalle suelto más (el look Terminator de Antonio Resines o la silla antigravitatoria de Saturnino García), pues sí que se puede decir que es ciencia-ficción.

Pero sigo sosteniendo que es serie negra. Está claro: una banda de forajidos de los de toda la vida organiza un secuestro (saldado con una ensalada de tiros de armas automáticas). Se llevan a la chica. Piden rescate. El padre de la chica es un empresario poderoso que quiere dejar aparte a la policía y encargarse personalmente de arreglar el asunto. Un miembro de la banda traiciona a los otros. La secuestrada resulta sufrir un caso grave del síndrome de Estocolmo. Las cosas se resuelven a base de armas en el enfrentamiento final entre los miembros que quedan de la banda y la gente del padre de la chica. ¿Es o no es un argumento clásico de cierto tipo de novela policiaca? Pues entonces...

El día de la bestia La clasificación parecería estar un poco menos clara con El día de la bestia (1995), la siguiente película de De la Iglesia. Pero no olvidemos que el enfrentamiento del protagonista (a veces un policía o un detective, a veces un fuera de la ley) contra un Poder Superior malvado y corrupto, en el cual el protagonista tiene todas las de perder, ha de traspasar la frontera del delito, consigue apoyos inesperados de personajes tan marginales como él (y, si bien un parapsicólogo televisivo no es demasiado habitual, el jevi colgado armado de escopeta suele verse a menudo) y, finalmente (esto va por guionistas) sale triunfante o cae aplastado, es también bastante típico. Que al prototipo de antihéroe se ajuste esta vez un cura de pueblo (genial Álex Angulo) y que se enfrente directamente al Anticristo (eso sí que es saltarse intermediarios a la hora de escoger un malo), es un detalle trivial.

Perdita Durango En cualquier caso, si hubiera alguna duda en los casos anteriores, a partir de Perdita Durango (1997) la temática negra queda asentada. A lo grande. Secuestros, contrabando, tráfico de ilegalidades (son fetos y no droga, pero, ¿y qué? Es un giro genial), agencias gubernamentales, asesinatos, acción, mafias, santería y Las Vegas. Una película con estructura de road movie en la que seguimos el viaje de Perdita Durango y Romeo Dolorosa (Rosie Pérez y Javier Bardem) en busca de un futuro al que, lamentablemente, se oponen demasiadas. Es, en resumen, un cóctel explosivo que durante mucho tiempo consideré la mejor película de Álex (hasta el día en que vi 800 balas, pero de ésta hablaré luego).

Muertos de risa Tras la aventura americana de Perdita Durango, Muertos de risa (1999) supuso una vuelta a un entorno más próximo, con un repaso al pasado reciente, en general, y al mundillo de los cómicos televisivos que gozaron de fama en una época muy concreta. Es algo que tenemos en la memoria los españoles de una edad determinada, y hemos sido testigos directos de muchas de las cosas que se ven en ésta película. El hándicap de las andanzas de Nino y Bruno (Santiago Segura y el Gran Wyoming) es que gran parte de lo que se narra sonará directamente a chino a las generaciones más recientes, y si bien la película tiene gran calidad por sí misma, el hecho de que sea la más dramática de las realizadas por el director, la menos humorística (paradójicamente, ya que es la historia de un par de cómicos), y la menos espectacular, hizo que pasara más desapercibida que las anteriores y posteriores. Muertos de risa narra el auge y la caída de dos individuos obligados a estar juntos por el éxito y las circunstancias, a los que odios y envidias llevan a un final trágico. No es que sea serie negra de tiros (aunque los hay), pero es negra, lo es...

La comunidad Por estas cosas que tiene la vida me ha tocado en alguna ocasión ser el presidente de la comunidad de vecinos de mi vivienda. De hecho, unas horas antes de sentarme a escribir estas líneas he tenido que asistir a una reunión. Cualquiera que se haya visto en tales circunstancias no podrá dejar de apreciar los valores (y reconocer a los vecinos) de La comunidad (2000), una comedia negra (aunque el IMDB la clasifica acertadamente como thriller) que pasa por la intriga, el suspense y la acción más desquiciada, con algunas dosis de frikismo salpicadas aquí y allá. Cuando Julia (Carmen Maura) se dispone a vender un piso encuentra trescientos millones de pesetas escondidos bajo las baldosas de un inquilino fallecido. Pero poco le dura el felicitarse por su suerte cuando descubre que los demás residentes de la vivienda andan también tras el dinero y están dispuestos a todo para conseguirlo. En realidad, en esta película no hay ningún personaje bueno (la propia Julia no tiene ningún derecho al dinero, pero hará todo lo posible para quedarse con él), ya que la codicia saca el peor lado de todos. Y después de ver esta obra uno se queda mirando con desconfianza a la vecina de enfrente (o a cualquier otro con el que se cruce por la escalera) y piensa si no sería conveniente hacerse con una escopeta. Sólo por si acaso. Todos parecen normales, pero nunca se sabe.

800 balas A esas alturas ya no estaba seguro de si Álex de la Iglesia podría sorprenderme una vez más. Y entonces llegó 800 balas. Oh, de acuerdo, es un western; creo que hasta el mismo director lo dice en alguna parte. Pero me pregunto si realmente existen tantas diferencias entre las películas del oeste y el policiaco norteamericano. Al fin y al cabo, salen del mismo entorno, y la figura del vaquero solitario y la del detective solitario tienen más de uno y de dos puntos en común. De modo que no discutiré con nadie sobre a qué género adscribir ésta película y me limitaré a decir que es una puta obra maestra. Tal cual.

Un chavalín, huérfano de padre, descubre que su abuelo paterno, Julián (Sancho Gracia) está vivo y en Almería. Se escapa de casa para conocerlo y al llegar se encuentra con una situación nada buena. Julián, un antiguo extra de los espagueti western, es una sombra de lo que fue, consumido por el alcohol y los remordimientos (una imprudencia suya causó la muerte de su hijo, el padre del niño, durante un rodaje), y malvive a base de actuar en espectáculos "del oeste" para turistas. Laura (Carmen Maura), la madre del chico y ejecutiva de una empresa constructora, se coge un cabreo de antología cuando se entera de la situación. Entretanto, da la casualidad de que la empresa para la que trabaja ha adquirido los terrenos donde está el pueblo del oeste donde actúa Julián y lo va a derribar para construir un parque temático. Con las relaciones personales enredadas y la perspectiva de ver destruido el lugar donde ha trabajado siempre, Julián reúne a sus colegas del espectáculo y se dispone a defender a tiros lo que representa toda su vida. La conclusión no se puede contar; hay que verla en pantalla.

Álex y más

Quizá haya quien se pregunte por el título de esta columna. Podría decir que por la media de edad de los lectores, el entorno, los referentes culturales, la barba, el (probable) frikismo y el sobrepeso, Álex de la Iglesia es "uno de los nuestros". Quizá exagero, pero desde luego es alguien que cuenta las historias y hace el tipo de películas que a mí me gustaría contar y hacer si supiera. Y, posiblemente, todo lo dicho no sirva como demostración de que lo que hace es género negro salvo para quien esté predispuesto a creerlo así, pero su próxima película (en fase de posproducción en el momento en que escribo estas líneas), Crimen ferpecto, tiene un título que me hace sospechar que seguirá encajando en estos Cosechas. Espero impaciente.


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