El hombre siente un miedo innato por
la oscuridad. Cuando somos niños poblamos las sombras de monstruos que
amenazan nuestros sueños. Y ya de adultos, entre esas mismas sombras
solemos esconder nuestros peores miedos y pesadillas. Tampoco es
extraño. Procedemos de una larga estirpe de simios para los que la
llegada de la noche significaba el advenimiento de terribles e
invisibles depredadores frente a los que estábamos inermes. Así pues,
en realidad nuestro temor por la oscuridad puede interpretarse
fácilmente por un temor ante lo invisible, por aquello que nos acecha
justo fuera del alcance de nuestra visión.
Ojos que acechan en la oscuridad
A lo largo de los siglos, este temor ancestral ha ido tiñendo la
idea de la invisibilidad con un cierto carácter sobrenatural.
Actualmente, para muchos la invisibilidad es directamente cosa de
magia. Sin embargo, en un mundo de depredadores y presas como el
nuestro, la invisibilidad es una ventaja demasiado poderosa como para
haber sido ignorada por la evolución. Una primera aproximación a este
problema la encontramos, por ejemplo, en la adaptación a la oscuridad.
Dicen que de noche todos los gatos son pardos
y lo cierto es que no
hay mejor modo de volverte invisible que ser capaz de moverte cuando
nadie puede verte. En efecto, los ojos de cualquier animal necesitan
una mínima cantidad de luz para trabajar correctamente, por debajo de
la cual simplemente dejan de funcionar. Sin embargo, determinadas
especies han desarrollado sistemas de visión nocturna
extraordinariamente eficaces para sacar ventaja de este handicap. Es
un hecho que aun en la noche mas oscura, siempre existe algo de luz,
procedente por ejemplo de las estrellas o de la luna. Sólo hace falta
disponer de los órganos adecuados para captarla: por ejemplo, una
retina de gran tamaño y capaz aprovechar de un modo eficiente todos
los fotones que llegan hasta ella.
Un nivel mas avanzado de adaptación a la oscuridad procede de la
potenciación o el desarrollo de sentidos alternativos a la vista. Por
ejemplo, los búhos, aparte de su excelente visión nocturna, tienen un
sistema de localización de presas a partir del sonido muy eficiente.
Murciélagos y mamíferos acuáticos han mejorado esta estrategia
convirtiéndola en un mecanismo activo: mediante la emisión de
complejas ondas ultrasónicas son capaces de desplazarse en medio de la
mas absoluta oscuridad. Y ciertas serpientes son capaces de cazar en
las mismas condiciones porque disponen de órganos para percibir la
radiación infrarroja desprendida por sus victimas.
Los colores del sigilo
Aunque la noche es un terreno propicio para ver sin ser visto, el
juego de la invisibilidad también puede practicarse a plena luz del
día. En efecto, el camuflaje es una practica habitual tanto entre
depredadores como entre presas. Consiste básicamente en la capacidad
de adoptar un aspecto externo lo mas parecido posible al medio que
rodea al animal, de modo que éste tenga una buena oportunidad de pasar
desapercibido contra él. Esta adaptación adopta un gran numero
de variantes: en unos casos a través de la forma, como los insectos
palo; en otros, mediante el color, como sucede con el tono dorado de
la piel de los leones que les mimetiza perfectamente contra el fondo
de hierba seca de la sabana africana; o incluso a través de los dibujos
corporales, como las manchas de la piel del leopardo.
Casi todos los sistemas de camuflaje se basan en un principio
bastante sencillo: la reducción del contraste. En efecto, la
visibilidad de un objeto depende básicamente de cuánto destaca
respecto al entorno que le rodea. Normalmente, el medio dispersa la
luz que el objeto refleja. De este modo, cuanto más lejos se encuentre
el observador, más difuso aparecerá
y más costará percibirlo. A partir de cierta distancia, conocida como
distancia de observación, el contraste cae por debajo de lo que el
observador percibe y el animal se vuelve literalmente invisible.
Para conseguir este efecto, la naturaleza ha desarrollado una
amplia variedad de técnicas. Por ejemplo, en aquellos animales que
viven en ambientes muy luminosos, como es el caso del desierto, la
coloración de la parte inferior del cuerpo es mas clara que la de la
parte superior, de modo que compensa el contraste de la intensa sombra
propia de estos medios. Determinados animales marinos, como el
tiburón, tienen una parte inferior de color claro, que se camufla
vista desde abajo contra la superficie, y una parte superior gris
azulada que les mimetiza contra las aguas profundas en las que cazan
habitualmente. En otros casos es bastante corriente la utilización de
patrones disruptivos, como los de las cebras, que rompen lo que de
otro modo seria un perfil nítido emborronando la silueta del animal.
Semáforos vivientes
Un inconveniente de los sistemas de camuflaje es que son pasivos,
adaptados exclusivamente a un determinado medio: el animal, fuera de éste, no sólo no es invisible sino que es posible que se le perciba
con muchísima mayor claridad. Para superar este problema, en algunos
casos el patrón de camuflaje cambia estacionalmente: por ejemplo, las
liebres utilizan una muda de pelo invernal de color blanco para pasar
desapercibidas contra un fondo nevado. Sin embargo, algunas especies
han ido mas allá, desarrollando un sistema de camuflaje activo capaz
de funcionar contra fondos variados y cambiantes. El ejemplo mas
conocido es sin duda el del camaleón. Este animal tiene la capacidad
de cambiar de color como respuesta a un estimulo externo, como un
cambio de temperatura, una amenaza, etc., adaptándose en el proceso al
del medio que le rodea. Este cambio lo llevan a cabo secretando una
hormona que actúa sobre unos sacos de células pigmentarias especiales
que tiene sobre la piel.
Sin embargo, los auténticos maestros en el arte del camuflaje
activo no son los camaleones, sino los pulpos y las sepias. En efecto,
estos animales no
sólo pueden cambiar de color adaptativamente, sino
que también pueden alterar la textura de la piel haciéndola mas o
menos irregular de acuerdo con la superficie sobre la que se
encuentran. El mecanismo es semejante al usado por los camaleones:
utilizan unas células pigmentarias especiales llamadas cromatóforos,
cada una de las cuales contiene un tipo de pigmento rojo, amarillo o
azulado. La diferencia está en que los cromatóforos de las sepias son controlados
directamente por el sistema nervioso, por lo que pueden expandirse o
contraerse a gran velocidad adaptando la coloración al entorno en
apenas fracciones de segundo. Este sistema no solamente se utiliza con
propósitos de camuflaje, sino también como la base de un complejo y
sofisticado sistema de comunicaciones. Y combinado con la capacidad de
cambiar de forma, se convierte en un mecanismo de imitación de otros
animales notablemente eficaz.
Criaturas invisibles
El camuflaje suele proporcionar un grado de invisibilidad bastante
alto. Sin embargo, no constituye el limite de la evolución en este
campo. Las aguas profundas son uno de los ambientes más hostiles para
cualquier forma animal en cuanto a visibilidad. Amplios espacios
abiertos y ningún sitio donde esconderse son sus características mas
importantes. Y es en este entorno implacable donde determinados
animales han conseguido la mejor aproximación conocida a la
invisibilidad total: la transparencia.
Los animales transparentes presentan un nivel de adaptación a su
función muy sofisticado. Su invisibilidad no procede de un único
factor, sino de una sabia combinación de diferentes elementos. Uno de
los mas característicos es su silueta. Suelen predominar las formas
planas y delgadas, casi invisibles lateralmente. Por ejemplo, las
larvas de determinada especie de langosta son tan delgadas que
solamente pueden percibirse a través de la sombra que proyectan contra
el fondo.
Otro factor importante es cómo ocultar aquellos órganos que no
pueden volverse transparentes. Por ejemplo, algo de lo que mucha gente
no es
consciente es que un organismo completamente invisible tiene que
ser ciego por definición. En efecto, la retina tiene que absorber luz
para ver... lo que la convierte en un órgano opaco y por tanto
detectable. Para eludir este problema, en algunos casos los ojos de
los animales transparentes se sitúan en el extremo de un largo
pedúnculo, de modo que aunque resultan visibles, están lo bastante
alejados del resto del cuerpo como para que un ataque contra ellos no resulte fatal. Otra estrategia consiste en utilizar una
retina compacta y diminuta, de modo que la distancia de observación de ésta sea muy reducida o bien una muy pálida y esparcida en una
superficie enorme, para minimizar el contraste y reducir la
visibilidad. Incluso existe un organismo que explora la imagen línea
por línea, como una cámara de televisión.
El estomago también es un órgano difícil de ocultar. En efecto,
cualquiera de estos animales puede resultar increíblemente
transparente (hasta el 90% de la luz que incide sobre ellos los
atraviesa limpiamente), pero su comida no tiene por qué serlo. Para
escamotear estos conspicuos estómagos, los animales transparentes han
desarrollado una serie de ingeniosas adaptaciones. Por ejemplo, en la
mayor parte de los casos el estómago se sitúa verticalmente, a fin de
reducir la sección que presenta visto desde arriba, la dirección de
ataque mas probable. En otros casos, el estómago esta recubierto por
un tejido reflectante, de modo que la luz que refleja no se diferencia
respecto de la luz procedente del fondo. Este mecanismo de camuflaje
es también utilizado por muchos peces dotados de una librea plateada.
Otro elemento critico para mantener baja la visibilidad es reducir
al mínimo
los reflejos. Cuando un rayo de luz incide sobre una
superficie, cambia de dirección o resulta reflejado dependiendo del
ángulo de incidencia y del índice de refracción. Muchos animales
transparentes han desarrollado un interesante mecanismo para reducir
drásticamente las reflexiones. Su superficie esta revestida por un
material con un índice de refracción progresivo, que varia
gradualmente reduciendo espectacularmente los reflejos. Uno de los
mecanismos de invisibilidad del avión B2 se basa precisamente en la
estructura del recubrimiento de estas criaturas.
En cualquier caso, el factor clave para la invisibilidad está en la
transparencia. Para garantizarla, la mayor parte de estas
especies están compuestas básicamente por gelatina, que no es sino
agua incompresible, lo que de paso les resulta muy útil para soportar las
inmensas presiones a las que suelen estar sometidas. La transparencia
del animal depende de dos elementos críticos: la absorción de la luz,
un fenómeno de no demasiada relevancia en cuanto que la mayor parte de
las moléculas orgánicas no absorben la luz, y los fenómenos de
dispersión, mucho más importantes en cuanto que cambian la velocidad y
la dirección de los rayos de luz que inciden sobre el animal. Pero
incluso para este problema ha encontrado la naturaleza soluciones. Por
ejemplo, la córnea utiliza un procedimiento astuto para garantizar su
transparencia: está formada por apretados haces de fibra de colágeno
que debido a sus peculiares características crean una interferencia
constructiva en la luz que las atraviesa y destructiva en la luz
emitida hacia los lados.
Construyendo al hombre invisible
Desde un punto de vista biológico, nuestra capacidad para pasar
desapercibidos es mas bien mediocre. El hombre es poco mas que un mono
sin pelo, con una piel carente de patrones de camuflaje ni por color
ni disruptivos, y con una visión nocturna bastante limitada. Sin
embargo, la inteligencia y nuestra habilidad con las herramientas nos
han permitido eliminar estas carencias, igualando e incluso superando
casi todos los logros de la naturaleza en este campo.
Actualmente podemos desplazarnos impunemente por la oscuridad,
podemos vestir sofisticados sistemas de camuflaje que nos mimeticen
contra cualquier medio e incluso podemos aspirar a la invisibilidad
frente a nuestros mas sofisticados equipos de detección.
Sin embargo, la invisibilidad óptica sigue hasta cierto punto
resistiéndose a nuestros esfuerzos. ¿Es esta forma de invisibilidad
una quimera, como piensan muchos? No necesariamente. Por ejemplo, un
problema que siempre surge a la hora de abordar el tema de la
invisibilidad es que intuitivamente tendemos a equiparar invisibilidad
con transparencia. Después de todo, la transparencia es la solución
obvia al problema de cómo conseguir que un objeto sólido no sea
percibido por nuestro sistema de visión. Los métodos que podríamos
denominar "bioquímicos" persiguen precisamente el alterar nuestras
propiedades ópticas a fin de conseguir ese objetivo. Sin embargo, es
fácil de demostrar que en principio esa alternativa sóo conduce a un
callejón sin salida. Es cierto que en la naturaleza existen animales
que han alcanzado un alto grado de invisibilidad por ese camino. Pero
no es menos cierto que son criaturas sumamente especializadas que han
evolucionado dentro de un medio muy especifico y cuyas soluciones son
difícilmente exportables a nuestro entorno. Un ser humano, como una
gamba transparente, también esta constituido en un alto porcentaje por
agua. Pero la verdad es que la compleja maquinaria bioquímica que nos
sustenta esta ensamblada a partir de materiales con diferentes
densidades y propiedades ópticas. Asumir que mediante el uso de una
pócima todos los órganos van a ofrecer, de repente, el mismo
comportamiento frente a la luz supone, sin duda, un objetivo
prácticamente irrealizable.
Buscando atajos
Puesto que la transparencia parece ser un objetivo un tanto
ambicioso, podríamos intentar abordar el problema aspirando a que la
luz pueda "rodear" a un objeto en vez de atravesarlo. Una solución
utilizada desde hace siglos implica la modificación de la trayectoria
de los rayos luminosos mediante elementos ópticos pasivos. Por
ejemplo, en las galerías de espejos es fácil conseguir engañar a
nuestros sentidos, haciéndonos creer que alguien se encuentra al final
de un largo pasillo cuando en realidad se encuentra prácticamente a
nuestro lado. El principio en que se basa este fenómeno es sencillo de
entender y manipular: basta con "transportar" la luz reflejada por un
determinado objeto de un punto a otro mediante el uso adecuado de
lentes y espejos.
Sin embargo, el gran problema de cualquier galería de espejos como
la que aparece en Conan el destructor o en Operación Dragón, es que
forma una enorme estructura estática. La invisibilidad sóo se produce
cuando miramos en una determinada dirección y sóo dentro de unas
ciertas
condiciones. Si queremos que la luz sea capaz de "rodear" un
objeto desde cualquier dirección los problemas se multiplican
enormemente. Una posible alternativa seria, por ejemplo, emplear fibra
óptica para conducir a los fotones de un lado a otro, utilizando la
flexibilidad de estos finísimos cables de vidrio para hurtar un
espacio central de nuestra vista. Pero no sóo no podemos garantizar
que el ángulo de salida del fotón sea igual que el de entrada, sino
que además son casi inevitables la existencia de problemas de
reflexión y atenuación. Y todo ello sin tener en cuenta elementos más
prosaicos como el peso de la inmensa cantidad de cable que seria
necesaria utilizar para conseguir una topología medianamente efectiva.
La persistencia de la visión
Si manipular las imágenes reales resulta tan complicado, ¿por qué no
intentar manipular tan sólo la luz que llega a los ojos del
observador? De este modo, el problema ya no seria cómo alterar las
propiedades ópticas de un objeto, sino cómo generar una ilusión que
haga pensar al que la percibe que dichas propiedades han cambiado. En
el pasado, esta idea pertenecía claramente al reino de la magia. Sin
embargo, los avances en electrónica e informática han determinado un
crecimiento espectacular en el desarrollo de imágenes sintéticas.
Una forma de simplificar notablemente las dificultades asociadas a
la generación de estas imágenes artificiales pasa por tener en cuenta
las peculiaridades de nuestra visión. En efecto, muchos sistemas de
presentación se aprovechan de dos importantes limitaciones de nuestro
sistema de percepción: la persistencia, que determina que imágenes con
una
periodicidad superior a diez veces por segundo se perciban como
una secuencia continua (elemento en el que se basa el funcionamiento
del cine), y la capacidad de integración de nuestro sistema ocular,
que hace que por debajo de un determinado tamaño de punto la imagen
que nuestro cerebro percibe parezca uniforme (técnica en la que se basa
el puntillismo y la pantalla de televisión). Por tanto, las imágenes
que genere nuestro sistema de invisibilidad no tienen por qué ser
continuas ni en resolución espacial (porque pueden estar generadas por
una matriz con una densidad finita de puntos) ni en resolución
temporal (porque no necesitamos estar emitiendo continuamente, sino
solo a intervalos discretos).
Estas peculiaridades ofrecen interesantes alternativas al problema
de la indetectabilidad óptica. Por ejemplo, una de los mas inmediatas
es la miniaturización. Es un hecho que cuanto más pequeño sea un
objeto, menos posibilidades hay de que sea percibido. Hoy en día, los
avances en electrónica han convertido en realidad el viejo sueño de
ver sin ser vistos: las cámaras son tan diminutas que pueden
esconderse prácticamente en cualquier lugar sin que exista la más
mínima posibilidad de que sean detectadas.
Sin embargo, poder ver sin ser vistos no implica presencia. Una
cámara en miniatura puede mostrarnos el interior de una habitación,
pero no nos permite interactuar con su contenido. Una
posible solución a este problema la encontramos en el uso de
maquinaria nanotecnológica que quizás nos permitirá no sólo ver sino
incluso actuar sobre un determinado entorno con unas manos invisibles.
Otra forma de conseguir invisibilidad y presencia está en la
utilización de la velocidad de desplazamiento. En efecto, un objeto
que se mueva lo suficientemente rápido sólo será percibido por nuestro
sistema de visión
como un borrón. Y si la velocidad se incrementa
todavía más podremos conseguir que se vuelva casi completamente
invisible. Las alas de un colibrí, una bala, la hoja de una sierra,
las imágenes subliminares que a veces se insertan en una película...
Nuestro entorno esta repleto de objetos invisibles (a veces muy
peligrosos) debido a la velocidad a la que se desplazan. Sin embargo, la velocidad también arrastra sus propias
servidumbres. Para empezar, necesita una determinada cantidad de
espacio para desarrollarse, y además hay que tener en cuenta que todos
esos desplazamientos hiperveloces tienen que llevarse a cabo dentro de
un medio material que va a oponerse a los mismos. El problema es que
convertirnos en un remolino borroso como Taz o los que aparecen en La
escalera de Jacob no es algo precisamente sencillo de conseguir para
nuestra tecnología.
El mundo en una pantalla
Uno de los desarrollos más espectaculares y conocidos del fenómeno
de la persistencia retiniana es sin duda el cine y la televisión.
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos que ambos medios han alterado
el modo en que percibimos la realidad. Muchísima gente se ha
acostumbrado a ver el mundo a través del objetivo de una cámara. Sin
embargo, es algo bien conocido que ese ojo es infinitamente mas fácil
de engañar que el real. Los tiempos en que una fotografía era
considerada una prueba documental casi irrefutable han quedado muy
atrás. Hoy en día, cualquier ordenador doméstico puede manipular una
imagen hasta alterarla completamente. Ni siquiera el video en tiempo
real supone una garantía de nada: todos hemos visto alguna película en
la que un monitor de vigilancia es trucado por el merodeador de turno
e inducido a emitir por ejemplo la imagen de un pasillo vacío por el
que posteriormente se paseara impunemente el incursor. Las imágenes
electrónicas han traído el reino de Maya, de la ilusión, entre
nosotros y nada volverá a ser lo mismo.
Sin embargo, estos sistemas tienen dos grandes problemas. El
primero, que un monitor de video solo es una versión electrónica y
miniaturizada de una galería de espejos. Es un artefacto grande,
complejo, y sobre todo, fijo. Cierto es que hoy en día las técnicas de
realidad virtual han desarrollado pantallas de presentación de datos
que permiten una inmersión casi total en un universo visual regido
exclusivamente por las leyes impuestas por un ordenador. En un entorno
de esas características la invisibilidad, en tanto que es el ordenador
quien decide lo que vemos, no tiene ningún tipo de problema. En Matrix
volverse invisible es prácticamente una cuestión de elección. En el
viejo mundo real, las cosas obviamente no funcionan de ese modo.
El segundo problema es que lo que vemos son imágenes
bidimensionales, sin profundidad, debido a lo cual su realismo se
resiente fuertemente. Cierto que una imagen de televisión puede
engañar a nuestros sentidos. Pero sólo en ciertas circunstancias: en
otras muchas ocasiones, todos somos conscientes que estamos mirando al
mundo a través de una caja. La estereoscopia, la capacidad de nuestro
ojo de ver en tres dimensiones, juega en este caso en contra de este
procedimiento.
Imágenes tridimensionales
Una posible solución a este problema procede del campo de la
holografía. Un holograma podría definirse grosso modo como una
fotografía tridimensional que no utiliza lentes para formar la imagen.
El método mas común para crear un holograma consiste en iluminar el
objeto que se desea registrar con un láser. Se coloca después una
placa fotográfica en una posición tal que a ella llegue tanto la luz
del láser como la que se refleja en el objeto. Estos dos haces
luminosos forman sobre la placa un patrón de franjas de interferencia.
Ya revelado el holograma, para reconstruir la imagen la placa se
coloca frente al haz directo del láser, en la posición original donde
se situó para exponerlo. La luz que llega a dicha placa es difractada
por las franjas impresas en el holograma, generando una imagen
virtual. De este modo, observando a través del holograma como si fuera
una ventana, se ve una imagen del objeto original tan realista que no
sólo es tridimensional sino que además tiene perspectiva variable.
Los primeros hologramas tenían muchas limitaciones. Para empezar,
solo podían registrarse en condiciones sumamente controladas y por un
instrumental de precisión: la mas mínima vibración podía arruinarlos.
Además, tampoco podían registrarse imágenes en movimiento y era
imposible generar imágenes convincentes en exteriores debido a la
falta de potencia de los lásers.
Sin embargo, los progresos han sido más que notables. Ya es
perfectamente posible ver imágenes holográficas con luz blanca, y la
utilización de una tecnología híbrida entre holografía y fotografía,
los estereohologramas, permite presentar objetos en movimiento e
incluso objetos de grandes dimensiones en exteriores. Incluso los
problemas derivados del registro del holograma pueden solucionarse
mediante el uso de ordenadores, de modo que las franjas de
interferencia que se obtienen con cualquier objeto imaginario o real
se pueden calcular mediante una computadora. Con esta técnica resulta
difícil obtener un alto grado de detalle, pero en cambio se puede
generar cualquier objeto que se desee.
Ilusiones de luz
Es posible que en un futuro más o menos cercano los hologramas
puedan utilizarse para generar alguna forma de invisibilidad. Sin
embargo, actualmente tienen el mismo inconveniente que las pantallas
de televisión: es necesario mirar a través de una pantalla para ver el
objeto representado.
Una técnica recientemente desarrollada en Japón
permite, sin embargo, conseguir una pasmosa sensación de invisibilidad
eliminando esta necesidad: el propio cuerpo que deseamos invisibilizar
actúa como pantalla. El elemento fundamental en que se basa es el uso
de un sistema de proyección, semejante a los cañones de luz que se
usan en las presentaciones. Imaginemos ahora que desarrollamos una
técnica para proyectar imágenes no sobre una superficie plana, sino en
general sobre cualquier superficie. En estas condiciones, resulta
relativamente sencillo volver aun objeto invisible simplemente
proyectando una imagen del fondo que oculta dicho objeto sobre él.
Los resultados de la aplicación de una idea tan sencilla son
espectaculares: con una simple cámara para "captar" y un ordenador
para procesar la imagen los objetos sometidos a este tratamiento
parecen volverse translucidos, dejando ver a través de ellos casi como si
fueran transparentes.
Este sistema de invisibilidad no proporciona, obviamente, una
invisibilidad total, y depende en cierto modo del punto de vista del
observador, pero dentro de sus limitaciones es muy efectivo. Sin
embargo, sigue sin ser un sistema portátil: la zona de invisibilidad
esta limitada al alcance del proyector. Un desarrollo alternativo
pasaría por utilizar un sistema capaz de emitir luz de forma autónoma.
Por ejemplo, podríamos concebir una especie de tela invisibilizadora
recubierta de "pares" emisor y receptores de luz, siguiendo un esquema
semejante al de los cromatóforos que tan bien funcionan en sepias y
camaleones. Al igual que en estos animales, la densidad de los mismos
no tendría porque ser excesivamente elevada ni deberían funcionar de
un modo continuo. Esto simplificaría no sólo el diseño de la tela sino
también las necesidades de proceso del ordenador encargado de generar
las imágenes utilizando los puntos emisores de la misma. Actualmente
existen en el mercado polímetros flexibles emisores de luz que podrían
ser montados en una configuración de este tipo.
¿Cómo funcionaria esta capa de invisibilidad? Inicialmente todos
los cromatóforos electrónicos estarían apagados. La capa estaría
diseñada para absorber el máximo posible de luz: de ese modo se
limitarían los reflejos. Al encender el equipo, lo primero que haría
éste es tomar una imagen electrónica del entorno que rodea al
individuo que viste la capa. A continuación, dicha imagen seria
procesada y se calcularía una imagen sintética para "proyectar" por
los cromatóforos. Finalmente, los emisores de luz se encenderían para
generar una imagen del fondo que el objeto invisibilizado está
tapando. Si dicho ciclo se repitiera con la suficiente rapidez, el
resultado seria un objeto aparentemente transparente.
¿Ciencia-ficción? En este momento todavía sí. Problemas como la
potencia de calculo, la coordinación de los millones de emisores para
formar una
imagen, la omnidireccionalidad, el peso y la disipación de
calor son serios, pero no irresolubles. Es cierto que los polímetros
fotoemisores apenas empiezan a estar disponibles, aunque ya existen
bastantes pantallas basadas en esta tecnología y las aplicaciones para ellas se
multiplican. Por ejemplo, varios fabricantes están preparando la comercialización de
pantallas que pueden enrollarse como si fueran una hoja de papel.
Otro inconveniente es que la luz de estos emisores difícilmente puede competir con la
luz solar directa: no sólo el objeto aparecerá mas oscuro contra un
fondo brillantemente iluminado, sino que la luz del sol generará
sombras que podrán percibirse nítidamente.
Pero lo importante es que una versión simplificada de este sistema
ya existe. Básicamente consiste en un cuadrado de polímetros emisores
que se viste por ejemplo sobre la espalda de la tela de una camiseta.
En la parte delantera se coloca un dispositivo con una cámara y un
sistema de procesamiento de imágenes que posteriormente se proyectan
en la "pantalla" cosida a la tela. El resultado es una imagen de lo
que se encuentra situado por delante del caminante que viste esta
prenda inteligente. Visto desde atrás a cierta distancia, el resultado
es espectacular: el individuo parece estar hueco y que estamos mirando
mismamente a través de él.
Invisibilidad y ciencia-ficción
Hasta aquí llega el estado actual de la tecnología. Pero, ¿qué puede
depararnos el futuro? Ésta es una pregunta cuya respuesta quizás
podríamos encontrar dentro de la ciencia-ficción.
La invisibilidad siempre ha sido uno de los grandes temas dentro de
la literatura fantástica. La dicotomía que se presenta entre el temor
a lo que no puede ser visto y el poder que tiene aquél que puede
sustraerse de las miradas de sus semejantes forma un cóctel
prácticamente irresistible. En efecto, son incontables las obras en
las que el peso dramático del argumento recae sobre un factor
incognoscible situado fuera de escena que amenaza a los protagonistas
entre las sombras. Un ejemplo típico lo tenemos en Alien, el octavo
pasajero, donde el monstruo apenas aparece unos segundos manteniendo
sin embargo un ambiente opresivo durante toda la proyección. En "Los
muros de Erix" Lovecraft presenta la angustiosa situación de un
explorador de Venus atrapado en una trampa extraterrestre formada por
un laberinto de muros transparentes. Resulta sorprendente cómo un
planteamiento tan sencillo puede dar lugar a una situación tan
angustiosa.
Centrándonos en el tema de la invisibilidad propiamente dicha, se
han empleado varios enfoques a la hora de tratarla, algunos de los
cuales ya hemos analizado en esta conferencia. Históricamente, uno de
los primeros
es el bioquímico. Las recetas para elaborar ungüentos y
pociones varias relacionados con la invisibilidad proceden de la mas
remota antigüedad. Es mas, una de las primeras obras del genero es,
precisamente, El hombre invisible, de H.G. Wells. El protagonista de
esta novela accede a la invisibilidad a través de un preparado cuya
ingestión le conduce a ese estado. Sin embargo, Wells no pierde
demasiado tiempo en el aspecto científico del tema, concentrándose mas
bien en las implicaciones psicológicas que el poder derivado de ese
estado produce en el protagonista de la narración. Recientemente la
película El hombre sin sombra, basada en cierto modo en el relato de
Wells, también hace mas hincapié en los aspectos funcionales de la
invisibilidad que en la técnica asociada. Lo mismo podría decirse, por
ejemplo, de la recientemente estrenada La liga de los hombres
extraordinarios, donde el Hombre Invisible juega un importante papel
como arquetipo de los comportamientos asociados a la invisibilidad.
La invisibilidad como adaptación biológica de una criatura
alienígena también ha sido hábilmente explotada por el genero. En el
relato de Guy de Maupassant "El horla" se nos describe la terrible
experiencia de un hombre que entra en contacto con una entidad
transparente, semejante en cierto modo a los peces abisales, que no
solamente invade su vida con el temor a lo desconocido, sino que
también termina apoderándose de su mente y conduciéndole a la locura.
En el relato de Aldiss "El árbol de saliva" se nos describe la
existencia de los aurigas, una raza extraterrestre que aterriza en la
Tierra y cuya principal característica es que son transparentes para
las radiaciones que percibe el ojo humano. Los aurigas aprovechan esa
característica para esclavizar una granja y convertir a todos sus
habitantes en ganado para sus banquetes.
Una interesante variante dentro de los seres invisibles está
constituida por las entidades puramente energéticas. En efecto, un ser
constituido por energía pura tiene fácil el acceder a la invisibilidad
ante nuestros ojos simplemente desplazando el espectro de sus
emisiones fuera de la zona de
la luz visible. Por ejemplo, en el
relato de Brown "Los ondulantes" se nos describe la invasión de la
Tierra por unos extraños seres que se nutren de emisiones
electromagnéticas, y el desastroso efecto que la influencia de dichos
seres produce sobre nuestra sociedad. En la novela El señor de la luz,
de Roger Zelazny, aparecen los rashaka, seres energéticos antiguos
pobladores de un planeta confinados por una expedición colonizadora
humana dentro de una especie de trampa electromagnética de la que
están deseando escapar. Y en Final Fantasy, los fantasmas, unos
extraños invasores extraterrestres que dominan la Tierra tras la
llegada de un misterioso meteorito, sólo pueden ser percibidos en
condiciones muy especiales o mediante el uso de instrumentos.
El tratamiento del mimetismo también ha dado grandes obras al
genero. "Forma", de Sheckley, es un relato donde se nos describe una
especie extraterrestre capaz de adoptar cualquier forma y que puede
desaparecer fácilmente transformándose por ejemplo en un bolígrafo, en
un bolso o algún objeto por el estilo. Algo parecido sucede en "El
enigma de otro mundo", relato en el que se basa la película de La cosa,
donde un extraterrestre polimorfo enterrado en el hielo antártico
lucha por escapar de su prisión para conquistar el mundo. Mención
especial en este apartado merece el robot liquido de Terminator 2. En
una celebre secuencia que ilustra perfectamente las posibilidades del
mimetismo de formas, vemos como el robot se camufla fundiéndose con el
suelo, para a continuación usurpar la personalidad de un vigilante al
que mata adoptando sin ningún escrúpulo su forma.
Desde el punto de vista tecnológico, la ciencia-ficción también ha
aportado interesantes soluciones al problema de la invisibilidad. Una
de las mas utilizadas es sin duda el recurso de los hologramas. En
efecto, la capacidad de este sistema para generar imágenes virtuales
tridimensionales puede utilizarse como elemento de enmascaramiento,
generando una imagen falsa
que oculte el objeto real que deseamos
volver invisible. Esta técnica se ilustra perfectamente en la película
Insurrección, donde una gigantesca estación de vigilancia, destinada a
estudiar a unos nativos que aparentemente han descubierto el
secreto de la inmortalidad, se oculta a sus ojos por este
procedimiento. La utilización de hologramas como elemento
invisibilizador también aparece en la obra de Egan El instante Aleph,
donde unos sofisticados robots militares utilizan este procedimiento
como medio de camuflaje. Y en la novela de Dick Una mirada en la
oscuridad se nos presenta un traje de camuflaje que funciona emitiendo
imágenes virtuales destinadas a emborronar y hacer irreconocibles las
facciones de aquel que lo viste.
La solución del traje invisible es sin duda una de los recursos
para justificar la invisibilidad mas utilizados por el genero. Este
tipo de artefacto puede ir desde la mágica capa de invisibilidad de
Harry Potter al sofisticado traje de camuflaje termoóptico de Ghost
in the Shell. Por ejemplo, en la ultima película de James Bond aparece
un sorprendente vehículo recubierto por paneles de polímetros emisores
de luz capaces de convertirlo en invisible. Kim Stanley Robinson
también utiliza una especie de traje de invisibilidad en su novela En
la costa dorada mientras que en Marte rojo y Marte verde los rover
piedra no solamente se mimetizan contra el suelo sino que también
dispersan sus emisiones de calor e incluso enmascaran sus huellas
para evitar ser detectados.
Sin embargo, el mas celebre ejemplo de traje de invisibilidad es el
que viste el extraterrestre cazador en las dos entregas de la película
Depredador. Aunque no proporciona una invisibilidad perfecta, ilustra
bien tanto el concepto de distancia de observación como el
hecho de que un traje capaz de fundirse con el entorno que le rodea
también puede proporcionar un notable grado de invisibilidad sin
necesitar recurrir necesariamente a una transparencia total.
Otra curiosa forma de invisibilidad nos la proporciona Sheffield en
su novela Entre los latidos de la noche. En ella, los navegantes
espaciales utilizan una forma de ralentización del metabolismo que les
permite viajar durante décadas sin envejecer. Lo curioso de este
método es que al retrasar el reloj biológico, los objetos que se
desplazan a velocidad normal resultan completamente invisibles:
solamente aquellos que lo hagan a una velocidad ultra lenta podrán ser
percibidos por los ojos del observador sumergido en este peculiar
estado.
Este principio también es utilizado por Haldeman en La guerra
interminable, cuando describe los efectos de las armas relativistas,
demasiado veloces como para ser percibidas por nuestros sentidos
biológicos o electrónicos. Pero sin duda la aplicación mas interesante
de esta técnica aparece en la novela Endymion, de Dan Simmons, en la
que aparece una despiadada asesina cyborg dotada de la capacidad de
"cambiar de fase", pasando a moverse a tal velocidad que resulta
invisible a los ojos de los que la observan. Otro caso de
invisibilidad por movilidad lo encontramos en la segunda entrega de la
película X-Men, donde la capacidad de teleportarse rápidamente de
uno a otro sitio de Rondador Nocturno le convierte en un objeto
prácticamente invisible.
La mecánica cuántica también ofrece interesantes atajos al problema
de la invisibilidad. Por ejemplo, en la novela de Egan Cuarentena es
posible pasar sin ser visto por delante de un vigilante simplemente
eligiendo aquélla línea de la realidad en la que dicho fenómeno tiene
lugar (por improbable que resulte) y colapsándola. Otra forma de
invisibilidad cuántica aparece también en la novela de Baxter y Clarke
Luz de otros días, en la cual el uso de microagujeros de gusano
permiten observar sin ser vistos.
Incluso la geometría del espacio puede utilizarse con éxito para
conseguir la invisibilidad. Por ejemplo, los hechees de Pórtico
estaban escondidos en las inmediaciones de un agujero negro, una
curiosa fuente de invisibilidad natural. En el relato de Clarke
"Superioridad" se postula un interesante sistema, mezcla de camuflaje
y elemento defensivo, que consiste en hacer saltar a las naves entre
dos puntos del espacio por el procedimiento de deformar dicho espacio
a su alrededor. Esta tecnología también se encuentra en la base de una
de las naves invisibles mas celebres de la historia de la ciencia
ficción: el pájaro de presa klingon de la serie Star Trek, que
utiliza una mezcla de campos subespaciales para desviar la luz en
torno a él y conseguir de esta forma permanecer oculto a los ojos de
un observador dentro del pliegue del espacio resultante.
Para terminar, no podemos dejar de citar otra peculiar forma de
invisibilidad: la psicológica. El proceso de percepción es algo que
pasa forzosamente por nuestros sentidos. Ahora bien, si no podemos
ocultar la emisión física de fotones de un cuerpo, ¿por qué no
distorsionar la imagen que de dicho cuerpo genera nuestro cerebro? De
este modo, al igual que sucede en los casos de ceguera histérica,
nuestros ojos verían una cosa y
nuestra mente otra. Por ejemplo, el
protagonista de la novela de Fredric Brown Marcianos Go Home! en un
momento dado queda tan harto por las continuas intromisiones de unos
pendencieros marcianos que deja de verlos... aunque para el resto de la
humanidad continúan estando dolorosamente presentes. Asimismo, en la película Están vivos, de John Carpenter, el protagonista
descubre accidentalmente que la Tierra esta siendo invadida por unos
alienígenas de aspecto horrible que intentan esclavizar al genero
humano mediante mensajes subliminares. Lo curioso es el método por el
que estos alienígenas consiguen pasar inadvertidos entre nosotros:
unas emisiones a través de antenas que hacen que los seres humanos
sólo vean lo que ellos quieren que veamos. Otra forma de invisibilidad
psicológica la encontramos en el magnifico relato de Silverberg "Ver
al hombre invisible". En éste, en una sociedad futura existe una
peculiar forma de ostracismo: la invisibilidad. El individuo
desaparece de la sociedad durante un determinado periodo de tiempo:
aunque le vean físicamente, la gente le ignora, le trata como si en
realidad no estuviera ahí. En Congreso de futurología, Lem nos
describe una interesante forma de invisibilidad: en una sociedad
controlada por la ingesta masiva de drogas psicotrópicas, son dichas
drogas, no la luz, las que determinan qué es lo que perciben nuestros
ojos. Algo parecido utiliza Dick en su relato "La fe de nuestros
padres".
Tampoco podemos olvidar un interesante mecanismo de
invisibilidad: la distracción. En efecto, cualquier prestidigitador
medianamente bueno es capaz de arrastrar el foco de nuestra atención
lejos del punto en que está llevando a cabo su truco, de modo que
cuando seamos conscientes de éste nos parezca que la magia ha
intervenido en el proceso. Otro ejemplo de esta forma de invisibilidad
lo propone Cordwainer Smith en su relato "Dorada era la nave, oh, oh,
oh", donde una colosal nave de millones de kilómetros de longitud
actúa como eficaz señuelo para distraer las fuerzas defensivas de un
planeta mientras una nave mucho mas pequeña llevaba a cabo su misión
impunemente. Por ultimo, otro conocido ejemplo de invisibilidad mental
aparece en La guerra de las galaxias, donde Obi Wan utiliza sus
poderes jedi para deslizarse sin ser visto por el vigiladísimo
interior de la Estrella de la Muerte.
Epilogo
Después de este análisis, no resulta descabellado pensar que,
efectivamente, la forma de invisibilidad de El hombre invisible de
Wells es una utopía. Como se ha señalado muchas veces, aunque la
propuesta de Wells fuera válida, el hombre invisible seria ciego. Asimismo, como se nos muestra en Depredador II o en El hombre sin sombra
, podemos construir un sistema de invisibilidad en el espectro visible, pero siempre podremos detectar al objeto invisible por el calor que
desprende o por el sonido que emite, o utilizando algún punto débil
del sistema de invisibilidad. Por ejemplo, determinados predadores
marinos se han especializado en la captura de animales transparentes
utilizando un ingenioso mecanismo: utilizan luz polarizada para
determinar la posición de sus victimas, aprovechando la diferente
respuesta de éstas al ser atravesadas por esta luz. Los objetos
invisibles siguen teniendo masa, por lo que dejan huellas, o si son lo
suficientemente grandes pueden detectarse con un medidor de gravedad,
como sucede en Aquel país desconocido. Siguen siendo impenetrables a
la materia, por lo que pueden ser, por ejemplo, rebozados en harina para
poder verlos. Sigue siendo posible detectarlos utilizando un sistema
acústico como el de los murciélagos.
Sin embargo, en la invisibilidad
muchos continúan viendo un envidiable atributo de los dioses. La
fascinación por este fenómeno difícilmente decaerá jamás, mientras que
la técnica nos hará encontrarnos cada vez más cerca de conseguir
este objetivo. Determinar si una vez alcancemos la meta utilizaremos
ese conocimiento para el bien o para el mal, nadie puede hacerlo. Lo único de
lo que podemos estar seguros es de que, sin duda, continuaremos intentándolo.
 Archivo de Cromopaisaje
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