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Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


Mary Doria Russell
Rakhat

Un nuevo caso de conciencia

A diferencia de otros libros que tal vez habrán de ser reseñados en este mismo rincón, este es incuestionablemente cf. No es que haya algún maníaco que lo quiera incluir en el género por quedar bien, o que su temática se aproxime. Rakhat sólo es desconocido para los aficionados a la cf porque no ha sido publicado por una editorial del género ni bajo esa etiqueta (vulnerando así, vaya por Dios, la famosa definición de Norman Spinrad: "Ciencia-ficción es lo que se publica bajo la etiqueta ciencia-ficción"). Va del espacio, tiene premios relevantes (el Arthur C. Clarke, pongamos por caso) y su autora, Mary Doria Russell, ha sido galardonada con el John W. Campbell a la mejor autora novel de cf hace dos años, mientras la continuación de Rakhat, Children of God, quedó finalista en el Hugo del 99.

Dicho lo cual, el pedigrí cienciaficcionero (sea eso bueno o malo) de esta novela queda ya fuera de discusión. Su calidad, con todo, es más irregular. No puedo sino responder con prudencia al entusiasmo con el que algunos (véase Alejo Cuervo) han saludado a Russell como una aspirante al trono de la "cf sensible y sensata" que ha quedado vacante desde que Ursula Le Guin ha derivado hacia un misticismo newagero algo repelente. Sin embargo, Rakhat es una buena primera novela, y dejarla pasar cuando no abundan libros del género con interés sería un error.

Varios son los puntos de interés de la obra. Para empezar, que es un retomar del debate cristianismo-exploración espacial, un tema que James Blish trataba con destreza en Un caso de conciencia allá por 1959, y al que nadie ha sumado nada hasta Russell durante los cuarenta años posteriores. El protagonista de Rakhat, el padre jesuita Emilio Sandoz, se enfrenta a una crisis de conciencia de primer orden, justificada de forma suficiente (si no machacona) a lo largo de la obra. Conocemos el final de su aventura desde el comienzo: la pionera expedición jesuita a Alfa Centauri culminará con él como único superviviente, entregado a la prostitución en una ciudad extraterrestre y con sus manos convertidas en un manojo de músculos destrozados. Como llega hasta ahí es el cuerpo de la novela, y el misterio se nos desvela a medida que se desarrolla el auto de fe al que es sometido por parte de sus superiores a su regreso.

La intriga está inmejorablemente tratada, así como la doble sociedad extraterrestre que se nos presenta, y en ese sentido uno no puede sino mostrarse curioso ante las posibilidades que quedan abiertas de cara a ese Children of God. Sin embargo, la novela se ve lastrada por un dibujo de personajes un tanto monótono: la expedición jesuita está formada por un grupo de bueeenas persoooonas, gente verdaderamente entrañable pero que resulta poco creíble, cuando no cargante, en su continuo abrazarse, perdonarse y quererse. Recuerda un tanto a esos grupos de Heinlein en los que todos están de acuerdo, todos están encantados de conocerse y todos hacen siempre lo correcto (pese a que meten la pata con frecuencia: si no, no habría aventura). Con todo, los vívidos retratos del melancólico Sandoz y de la lingüista Sofia Mendes (sometida a una curiosa forma de esclavitud) sobresalen notoriamente del resto.

En comparación con las amplias presentaciones de todos los personajes, la resolución de la obra es algo apresurada, por mucho que no resulte insatisfactoria. Sorprende, en especial, que la mayor parte de los clímax de las últimas cien páginas se desarrollen fuera de escena. En ocasiones podría justificarse esa decisión de la autora como una forma de elipsis narrativa refinada; en otras, sin embargo, el drama resulta desdibujado.

Con todo, quizá la mejor cualidad de Rakhat es que se percibe como una obra bastante madura. Russell, pese a sus guiños de madre de familia, no se esconde a la hora de afrontar temas de fuste, y somete a sus personajes a un castigo intenso pero consecuente con su relato, evitando las gratificaciones al lector en todo momento. Deberá progresar a partir de lo presentado pero, desde luego, yo me apunto a seguir leyendo cosas suyas.


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