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Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


Javier Negrete
Memoria de dragón

Problemas de adaptación y mitología semítica

Desde la publicación hace casi cinco años de La mirada de las furias, no hemos sabido nada de Javier Negrete hasta que ganó el UPC el pasado noviembre. Entretanto, sin embargo, el autor madrileño afincado en Plasencia no estuvo totalmente inactivo. Una prueba es este Memoria de dragón, su primer acercamiento al juvenil desde una perspectiva declaradamente fantástica, que resuelve con nota alta.

Memoria de dragón

Finalista en un premio Edebé plagado de viejos conocidos (fueron finalistas también Angel Torres Quesada, Armando Boix y Cristina Macía, y resultó ganador César Mallorquí con la que podría ser su mejor juvenil hasta ahora, La cruz de Eldorado), el libro de Negrete cumple algunas de las pautas del género pero vulnera alegremente otras. Si la acción se desarrolla por cauces relativamente previsibles, no por ello pierde el pulso. Los personajes están perfilados con tino, y como en los mejores momentos de Mallorquí, los malvados son individuos incluso más atractivos que unos héroes excesivamente de una pieza, aunque en esta ocasión sea imposible no simpatizar con Marta y Argi, esos capullos a los que veremos inevitablemente convertirse en mariposa en contra de sus indecisiones adolescentes.

Negrete, además, juega de buen comienzo con cartas marcadas: el relato combina una especie de entorno a lo Al salir de clase en una pequeña ciudad de Extremadura, Tarpeya, y mitología semítica. Dos temáticas que este profesor de griego en Plasencia, evidentemente, conoce muy bien, dotando a la primera, en particular, de una verosimilitud de la que carecen las alarmistas y grandilocuentes teleseries juveniles.

La acción comienza con la llegada a Tarpeya de Marta, una retraída muchacha con problemas familiares, para vivir allí con su tío, el típico personaje paternal-iniciático simpaticón. La adaptación de Marta a ese entorno y su progresiva amistad con el apocado Argi (el previsible incomprendido que lee a Tolkien y Asimov... ¿Quién no tiene un pasado así, ein?) centran una de las acciones, mientras paralelamente se desarrolla otra de corte fantástico que nos pone en contacto con una leyenda de dragones bien distinta a la de la tradición céltica a la que estamos acostumbrados. Marta, a través de la figura de un misterioso "hombre gris" que vive en un castillo cercano al pueblo, irá introduciéndose en los misterios que conforman el verdadero esqueleto de la novela, y asistirá a un tour de force final en el que el propio destino del mundo estará en juego y Argi vengará (inevitablemente) las burlas de los brutos de sus compañeros ligones.

Dicho todo lo cual, conviene aquí una reflexión sobre la naturaleza del verdadero narrador. Como ya comenté aquí mismo hace algún tiempo respecto a un juvenil de César Mallorquí, La catedral, las sorpresas no abundan en esta obra. Pero como entonces, es la capacidad de un escritor de raza como Negrete la que convierte de forma mágica lo previsible en deseable. Como lector, me sentí un poco adolescente de nuevo al gozar con las recompensas, estratégicamente repartidas y nunca de carácter absoluto, desperdigadas por Negrete en la narración. Los personajes ganan, pero no por ser superdotados, sino por tener la voluntad de tomar decisiones difíciles con esfuerzo y por el acierto de su corazón al ponerse del lado de las fuerzas del bien (garantía de triunfo en una juvenil, evidentemente). La identificación, de esta forma, no se produce como una sustitución imposible del propio yo o una sobrevaloración masturbatoria (a la manera de Orson Scott Card en sus peores momentos), sino como un refuerzo de la propia realidad del individuo receptor, de esas cualidades intrínsecas al ser humano que todos olvidamos en demasiadas ocasiones y que podrían sacarnos de tantos apuros si las atendiéramos debidamente.

En cuanto al elemento fantástico, es de primer orden y sostiene completamente el armazón de la novela, acabando en una brillante exhibición de fuegos artificiales. Por todo ello, no dudo en recomendar Memoria de dragón a los lectores de fandom que no están siguiendo a nuestros escritores en sus pinitos fuera de las colecciónes estrictamente "de género". El libro, además, es extremadamente barato para los tiempos que corren (275 páginas, 875 pesetas) y de formato muy agradable. Desgraciadamente, la distribución de la editorial Edebé está centrada en colegios, con lo que la forma más segura de encontrar el libro es en canales poco habituales como librerías escolares o, si acaso, en grandes almacenes. De veras que el esfuerzo merece la pena.


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