Como al que más y al que menos, me gusta que los hechos me vayan dando la razón. Desde hace tiempo vengo diciendo que la cf debería perder el miedo, debería entrar en la literatura general de igual manera que ésta entra en nuestro campo sin temor, con toda naturalidad. Y aquí está una novela de tenues pero inequívocos referentes de cf y premiada con el Fernando Lara, uno de los certámenes más importantes del actual panorama literario español.

Entre paréntesis, es inevitable que señale que el consejo de leer Clara y la penumbra me llegó del que es el padre espiritual de esta página: César Mallorquí. En aquel lejano fanzine que una vez pergeñamos varios fandomitas madrileños, Núcleo Ubik, César tuvo a bien incluir una sección similar a ésta, llamando la atención sobre títulos importantes con temática de cf pero no incluidos en colecciones. Después, en un artículo en Gigamesh, incidía en el tema al señalar diez obras maestras olvidadas por no haber aparecido en los lugares en los que los reseñadores más cómodos pueden buscarlos simplemente echando mano de un listado (aunque sí existe un listado muy cómodo para este tipo de obras en inglés, obra de David Pringle y traducido por el fanzine argentino Cuasar).

De maner que César tuvo a bien dirigir mi atención hacia esta novela, que más allá de un título que parece invitar al aburrimiento, a la hastiante novela general dirigida a mujeres solas y deprimidas, es una obra seria digna de estudio por parte de los seguidores de la ciencia-ficción, y en particular de los escritores nacionales.

José Carlos Somoza es un narrador muy ameno e inteligente: cabe recomendar su anterior éxito, La caverna de las ideas, publicado por la editorial Alfaguara, una fantasía en la que el relato de una investigación criminal en la Atenas de Pericles se entremezcla con las peripecias de su traductor, reflejadas a través de unas interminables aunque curiosas notas al pie de página.

En cuanto a esta novela, situada en el año 2006, bien puede englobarse dentro del género de ciencia-ficción puesto que parte de un condicional contrafáctico no presente en nuestro mundo para su desarrollo: la existencia de una forma de arte hiperrealista denominado "hiperdramático" que utiliza el cuerpo de modelos como lienzo. A partir de esa idea, Somoza nos introduce en una atractiva trama policíaca que parte del asesinato de una joven modelo de 14 años, Annek, para conducirnos de la mano de Clara -otro lienzo más veterano y con cierta experiencia en las áreas menos recomendable de ese mundillo del hiperdramatismo, a la que se implica en la investigación- por los ambientes de un arte distinto y que se adivina muy pronto como repleto de claroscuros. La situación de esos lienzos humanos permite al autor reflexionar de paso acerca del mundo de la moda, con el que las similitudes son fáciles de encontrar: lujos, belleza... y exigencias físicas extremas como coste para mantener un formidable tren de vida.

Somoza escribe con buen pulso: es uno de esos narradores sueltos que brillan como en pequeños destellos, como sin darle importancia. Los personajes son dibujados con cierta firmeza, aunque todos ellos están supeditados a la figura hermosa pero en el fondo triste de una Clara que se irá encontrando a sí misma en su trayecto a los infiernos. La trama se mueve con gracia, aunque lastrada por la extensión excesiva de la novela, y el lector tradicional encaja ideas propias del género sin advertirlo. Todo un ejemplo de lo que podría ser una vía sencilla para que la ciencia-ficción española se extendiera más allá de su actual mercado limitado: ¿cuándo nuestros autores abandonarán la metarreferencialidad, cuando dejarán de suponer que es el gran público el que debe acercarse a sus propias pautas en lugar de darle ellos al gran público un producto que, como éste, pueda deglutir sin inumtarse?

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