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Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


Ray Lewis
La verdadera historia del último rey socialista

Una ucronía conservadora

Recientemente circuló de saldo esta novelita, si no extraordinaria sí curiosa, que cuenta con la ventaja de su lado de ser una ucronía. Porque las ucronías, mal que bien, siempre resultan agradecidas, y eso que tampoco hay tantas disponibles en nuestro mercado: si salimos de las clásicas El hombre en el castillo, Pavana y Lo que el tiempo se llevó, casi todo lo publicado en Estados Unidos permanece inédito en España, salvo una reciente curiosidad de Stephen Fry -el actor de Los amigos de Peter y una interesante biografía de Oscar Wilde cuyo título ahora no recuerdo- publicada por Espasa, y que abordaré cualquier día de estos.

En los últimos tiempos, el tema se puso de moda y hasta existen unos premios, los Sidewise. Aunque por lo que puede entreverse desde aquí no se ha ido mucho más lejos de las novelitas de guerras alternativas de Harry Turtledove. Los supuestos con los que trabaja Lewis, el autor de la divertida Por qué me comí a mi padre (a.k.a. El fin del pleistoceno) son bien diferentes a ese simplismo directo de "la guerra mundial fue de otra manera". De hecho, la novela sucumbe finalmente a la ambición con la que su autor la enfoca y a la acumulación de ideas excesivamente arriesgadas, que terminan por convertir una sana parodia en una historia enrevesada.

El punto más de agradecer en la tarea de Lewis es su elección de un hecho no tan obvio como los habituales para dar comienzo a su historia paralela. En esta otra Inglaterra de 1848, los movimientos cartistas -el obrerismo característicamente inglés- terminaron en una revolución relativamente incruenta, paralela a la que se desarrolló por entonces en la realidad en gran parte de Europa. A partir de ahí, la monarquía deja de tener un papel determinante en la vida política y se convierte en un símbolo, tal y como ocurre en las democracias actuales; salvo que esta vez se trata de un símbolo no del orden del sistema parlamentario, sino del estado socialista.

La novela narra en primera persona las desventuras de Jorge Akbar I, ese último rey socialista de Inglaterra, y la forma en la que promueve desde dentro una nueva revolución con la que terminar con el estado de cosas en el que ha degenerado ese gobierno. La novela, escrita con afabilidad coloquial, carga con el lastre de ser muy conservadora. Eso, quede bien claro, no tiene por qué significar una descalificación literaria -algo sobradamente discutido a estas alturas, creo yo-, pero termina por hacer el argumento poco creíble para quienes, como yo, no sentimos en modo alguno que sea incompatible la tecnología con un modelo político igualitarista-colectivista, por mucho que sostener ahora este tipo de posturas filomarxistas sea nadar contra la corriente general.

La verdadera historia del último rey socialista no puede ser leída como una especulación alternativa seria, puesto que el autor lleva al extremo sus presupuestos con el fin de ofrecer conclusiones moreales. El balance, en cualquier caso, se inclina hacia lo positivo: los personajes resultan entrañables, y el trabajo de fondo realizado por el autor, que no se ha quedado en lo anecdótico evidente, es de agradecer. Y, en particular, se trata de una novela con momentos francamente divertidos, que justifica sobradamente las 400 pelillas que vale tras su desafortunada carrera comercial.


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