[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]
Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


Jean Hougron
El signo del perro

Un space opera en toda regla

La mayor parte de las ocasiones, las obras que recojo en esta sección pueden ser calificadas como cf desde un punto de vista un tanto amplio del género. Es el que me gusta, por otra parte, pero soy bien consciente de esto. Por ello me complace en particular ocuparme en esta ocasión de una obra inequívocamente de género, un space opera en toda regla que puede haber pasado inadvertido a algunos seguidores de este tipo de novelas.

El signo del perro

Antonio García Soto, uno de los mejores gourmets de la aventura espacial que conozco, fue quien me llamó por primera vez la atención sobre este oscuro título de un autor francés de literatura general, que sólo se acercó en dos ocasiones a la cf. Posteriormente he descubierto que buen número de aficionados españoles conocen la obra, pese a que se trata de una novela con una sola edición en castellano, de hace nada menos que cuarenta años (Col. Horizontes nº 4, Plaza & Janés, 1962). Sin embargo, es relativamente posible encontrarla en librerías de lance, donde yo mismo la conseguí por apenas veinte duros de esos de antes.

Hougron parece un escritor de cierto relieve en su país: según se averigua buscando un poco en la red, consiguió con una de sus novelas el premio anual de la Academia Francesa. Nacido en 1923, buena parte de su obra se desarrolla en Indochina, donde pasó parte de su infancia. Su otro acercamiento a la cf, veinte años después, fue Le Naguen, una novela de 1980 con la que consiguió el premio nacional del género. Así que no hablamos de un desconocido cuya obra se publica por casualidad: un rápido buceo me ha mostrado traducciones de El signo del perro al checo y al noruego. Inevitablemente, me viene a la cabeza el caso, que podría ser en cierta forma paralelo, de Tomás Salvador, el escritor ganador de un premio Planeta que dejó algunas buenas obras de cf en su bibliografía.

El signo del perro es un space opera desmadrado, una lectura fácil y rápida, en la que destacan sobre todo algunos detalles algo más sofisticados -por no decir directamente que retorcidos- que invitan inevitablemente a pensar en una posible influencia de A.E. Van Vogt, algo bastante factible considerando la popularidad del canadiense en el país vecino.

El narrador, representante del poder que domina las Ocho Galaxias, llega al planeta Sirkoma con el fin de restablecer los lazos de comunicación entre la civilización humana y ese mundo, que permanece aislado desde hace nueve siglos tras una sangrienta guerra interestelar. El accidente de una nave en las cercanías del planeta, que en el pasado fue un importante centro tecnológico, ha llamado la atención de las autoridades.

Sirkoma sólo tiene habitada su capital, Eimos de Salers, y la recepción en el lugar no es precisamente cálida. Pronto el narrador va descubriendo la extraña estructura social de Sirkoma. El planeta está dominado por una casta superior, los Hombres Fuerza, que poseen notables poderes mentales y se ocupan de combatir contra unos extraños animales, los rhunqs, que intentan acceder a la ciudad para destruirla.

Al contrario que cualquier malvado al uso, los Hombres Fuerza se entregan a una vida ascética que roza el masoquismo: cuanto más arriba estás en la pirámide social, más duros deben ser los castigos que debes autoinfligirte para mantener a la sociedad preparada en la lucha contra los rhunqs. Poco a poco, y como bien cabría esperar en una obra de esta naturaleza, el narrador descubre que las cosas son aún más complicadas en Sirkoma de lo que parece.

El relato, más allá de esta estructura fácilmente reconocible, está salpicado por pequeños detalles que le hacen salirse de la norma. Los malvados tienen motivaciones y ética; hay variaciones en la narración, falsos recuerdos implantados que nos son presentados como reales; y los detalles sobre la descomunal civilización galáctica, sobre sus incontables y extrañas razas y sus formidables inventos (el más memorable de los cuales es, sin duda, la nave "niveladora" que "monda planetas") salpican de momentos de diversión la breve extensión de la obra. Como telón de fondo, además, está la razón que lleva al narrador al planeta: una guerra entre las Ocho Galaxias y los Seres Dobles que promete naves gordas, disparos terribles y planetas reventando por doquier, pero que nos es hurtada. Además, pese a la apariencia de que El signo del perro es parte de una serie, se trata de una obra única y sin continuidad alguna en otros relatos.

Desgraciadamente, la obra se lee con algunas dificultades debido a una traducción infame en la que las comas parecen puestas por sorteo. Aunque tampoco quisiera dar la sensación de que estamos ante una obra maestra escondida, que alguien debería retraducir, que sólo hemos leído cuatro enterados y chincháos los demás: simplemente, es una aventura divertida, lo que supongo que para muchos será suficiente. Así que un ojo puesto en conseguir este título, porque hay un buen rato de diversión en él. Y si no, hasta donde yo sé, creo que existe una copia en algún rincón de la red.


Archivo de Extramuros
[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]