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Julián DíezFuera de colección
Extramuros
Julián Díez


César Mallorquí
La puerta de Agartha

No hay malos como los nazis

Uno de los temas favoritos de la literatura fantástica off ghetto es, sin duda, el nazismo. Plumas bastante más doctas que la mía se han extendido ampliamente sobre las razones por las que el periodo más atroz de la historia contemporánea sigue atrayendo la atención de los lectores sesenta años después de su final: una combinación del magnetismo de una imaginería obviamente poderosa sumada al desconcierto que los hechos conocidos producen, como si el hombre moderno fuera incapaz de asumir su brutalidad. Además, en estos tiempos de corrección política en los que vemos con malos ojos usar a los musulmanes de malvados y ya ni siquiera se puede echar mano de la minúscula Albania como causante de todos los males porque ahora también Albania está en el mercado, los nazis representan el último malvado unívoco, indiscutible, de una pieza. Y, finalmente, está la sensación de que no lo sabemos todo de los nazis: tan pronto aparecen noticias sobre que hacían películas porno para cambiarlas a Suecia por acero, como documentales sobre sus películas de dibujos animados doctrinarias. Las noticias sobre su afición por el ocultismo, más frecuentes, son por todo ello una perenne invitación a la fantasía.

La puerta de Agartha

Con su ya conocido oficio, César Mallorquí nos ofrece otra de sus novelas juveniles fantásticas, utilizando en esta ocasión la imaginería del nazismo esotérico como percha para su historia. El relato se desarrolla en su primera mitad en dos niveles simultáneos. Por un lado, una brigada de ex combatientes de la Guerra Civil, que participa en el desembarco de Normandía, descubre a una secta ocultista nazi llevando a cabo rituales en la Francia ocupada. Por otro, un joven inadaptado -pero, inevitablemente en este tipo de novelas, de buen corazón-, Emilio, va descubriendo que los sucesos que se produjeron sesenta años atrás siguen teniendo impacto a día de hoy: su abuelo fallece por haber participado en los sucesos de la Guerra Mundial, y poco a poco Emilio se integrará en un singular grupo de supervivientes y herederos que deben dejar cerrada esa historia añeja.

En la reconstrucción de la Sociedad Vril (el más célebre de los grupos ocultistas nazis), Mallorquí utilizará elementos de mitología nórdica y celta para actualizar el proyecto nazi de encontrar la ciudad perdida de Agartha, un lugar desde el que los ocultistas alemanes confiaban en poder emprender con seguridad la conquista del mundo. La trama, en este sentido, se muestra sólida, y el libro se lee como un auténtico pasapáginas, beneficiado además porque sí, lo confieso, yo soy otro de esos morbosos a los que les divierten las historias paranoicas de conspiraciones nazis.

Sin embargo, he de advertir que no es ésta una de las mejores novelas de Mallorquí en el ramo del juvenil. A diferencia de obras suyas que ya he reseñado en este mismo espacio previamente, en ésta el hálito pedagógico que se atribuye a la novela juvenil en general resulta más obviamente presente, y la novela desciende en ocasiones a un recuento histórico y a recapitulaciones sobre la propia narración un tanto reiterativas. Además, la solución final de la historia apela a la conversión algo forzada de uno de los personajes en un ser más que humano y puro modelo manga japonés, que resuelve la trama por la vía rápida. También resultan un tanto tópicos los dos pillos protagonistas, dos jovencitos de buen corazón aficionados a trastadas de poca envergadura que sabemos, inevitablemente, que se reformarán al final de la novela (hasta dejan de fumar).

En todo caso, La puerta de Agartha es otra muestra de la capacidad de Mallorquí para ofrecer productos satisfactorios, y sirve para confirmar el hecho de que la novela de aventuras clásica se ha refugiado en las colecciones juveniles. Y que éstas, por precios realmente reducidos (esta novela apenas vale seis euros), ofrecen una fuente de diversión sólida que se echa de menos en ocasiones en las colecciones de cf estables.


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