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Juan Manuel MartínezMúsica para el fantástico
Hangar 18
Juan Manuel Martínez



Helstar: el apogeo de las transfusiones sanguíneas

Es curioso lo que el irlandés de Clontarf hizo en la imaginería popular. El archifamoso conde Drácula de Bram Stoker ha influido casi en cualquier manifestación artística, por no decir en todas (véanse algunas de las versiones en cómic aquí, en Bibliópolis, que nos trae Rafael Marín en Umbrales... aunque echo de menos la versión de Fernando Fernández). El heavy metal lo adoptó como cualquier otra y lo ha mimado a lo largo de este tiempo a base de canciones, obras conceptuales, transfusiones controladas de humor escarlata, portadas de discos, etc. Hay numerosos ejemplos, casi en cualquier estilo dentro del rock y en cualquier época, que demuestran la predilección por el intercambio de plasma sanguíneo, en una sola dirección, que tiene el género.

Algún día repasaremos todas las caras del mito en su versión musical, pero hoy quiero quedarme con una rara avis que encontré en la fonoteca de este extraño hangar: Un disco semiconceptual sobre la obra más famosa del autor de "El entierro de las ratas", "La guarida del gusano blanco" o "La dama del sudario". Se trata del Nosferatu (1989) de Helstar, un grupo de power metal americano con ligeros toques progresivos y de infames carátulas y peor logotipo.

¿Qué se le habría perdido al conde en Houston, Texas? No se sabe, pero debió dejar buen sabor de boca la novela del irlandés en estos chicos que ya llevaban unos años sacando discos a la sombra de otras formaciones con mayor renombre como Metallica o Anthrax y que, seamos sinceros, pasaron desgraciadamente desapercibidos para la masa. El caso es que las bandas que, como la presente, daban un giro de indiscutible calidad y complejidad a lo que hacían los grupos de mayor éxito nunca se vieron realmente recompensadas a la hora de hacer caja (véase Watchtower, Flotsam and Jetsam, etc.). Conjugaban buenos músicos y buenas producciones (para la época), pero escasa comercialidad. Es posible que, por eso mismo, Helstar se lanzara a una aventura pionera, una obra conceptual sobre las andanzas del conde transilvano, un reclamo de sobra conocido. Quizás deberían haber esperado a que Francis Ford Coppola realizara su versión cinematográfica del mito, pero para aquellas fechas ya se habían separado, hartos de tener un logotipo tan horrible y tener que trabajar entre semana para llegar a fin de mes. Debieron ver la posibilidad tras el susodicho film y volvieron de nuevo unos años después, a mediados de la década de los 90... Nada de nada, no se dieron cuenta de cambiar el logotipo y las portadas siguieron siendo igual de "difíciles de mirar". Hace poco han vuelto a juntarse, dar conciertos y esas cosas que hacen los grupos de música. Será que les echaron del curro y que quieren que algún día este guardián del Hangar 18 les vea en directo. Sería todo un detalle por su parte.

En fin, que editaron un vinilo cuya "cara A" (si no has entendido esto último, quizás debas preguntarle a tu hermano mayor o a tus padres) era una versión a base de guitarras eléctricas y batería a todo gas del personaje de Stoker. Pero antes de entrar de lleno en Nosferatu, veamos que la fijación con el famoso no-muerto estaba lejos de ser cosa accidental o el arrebato de una noche de verano tras ver la filmografía completa de Christopher Lee. Cinco años antes de editar Nosferatu, los texanos debutaban con un Lp titulado Burning Star que es, ya por sí solo, toda una joya para analizar: Desde su portada, que bien podría ser la de un número de Amazing Stories, hasta una canción sobre la licantropía de lo más conseguida ("Run with the pack"), pasando por una de posesiones, otra sobre los "ninjas" seguidores de Stephen Hayes, la "Sombra de Iga" (¡¿?!), etc. Además, comienzan una especie de saga de ciencia ficción/fantasía de tales proporciones que el Génesis y el Apocalipsis se quedan en meros cuentecillos para bebés; una lucha entre el bien y el mal, de carácter galáctico y más que explícitas referencias judeo-cristianas, que prosiguen en discos posteriores y de la que algún día hablaremos en sazón de las space operas más grandilocuentes y maniqueístas. Bien, entre todo este batiburrillo, ideal para amantes del género fantástico, nos encontramos con una joya titulada "Dracula’s castle". Imagínate de qué va la cosa. Algo así como editar "El invitado de Drácula" separado de la novela principal y antes que aquélla, como para ir abriendo boca y afilando colmillos (por cierto, que se ha hecho). La canción, como el Lp al completo, bebe de fuentes más rockeras y menos aceleradas que los posteriores; comienza como una balada para luego dar un giro musical y deleitarnos con pasajes melódicos pero llenos de fuerza que relatan la historia de una invitada en el castillo del conde y lo que allí puede encontrar. Nada muy agradable, por cierto. El caso es que introducen, al contrario que en "El invitado de Drácula" de Stoker, una figura femenina, mucho más acorde con los cánones más bien machistas del género, pero que le da ese punto de sensualidad y lujuria que emana del personaje transilvano. Obsesión es lo que tenían James Rivera (voz) y sus chicos, pero eran jóvenes y las hormonas y el RH están entonces más que revueltos. El caso es que no pasaría de anécdota si unos años después no editasen el susodicho Nosferatu... Obsesión, no te decía yo. Por cierto, la canción tiene una frase que deja descolocado al más pintado y nos hace reflexionar sobre lo que estos chicos hacían en sus ratos libres; es algo así:

"Él trepa por tu pared, como Spiderman convertido en un bobo."

El caso es que es todo un desacierto dentro de, por otra parte, una correcta letra. ¡A quién se le ocurre comparar a Drácula con Spiderman! ¿Es que me he perdido un crossover póstumo entre Stan Lee y Bram Stoker? Seguro. Sólo un texano podría perpetrar tal hazaña poética en un texto que pretende destacar el ambiente de misterio y terror, la imaginería gótica de la historia... Es lo que tiene conocer al personaje de Stoker mientras desayunas Kellog’s y ves los dibujos animados del hombre araña. En fin.

James Rivera y compañía se dan cuenta del error de invitar a Spiderman a la fiesta gótica, siguen ensimismados con el conde, no se acuerdan de cambiar el logotipo de la banda y deciden hacer un homenaje pionero, como decía, para la época y el estilo musical que practican. Drácula cobra vida en pentagramas musicales. Seis temas que resumen la obra de Stoker y que se desligan de cualquier vía comercial (así les fue) para redondear lo mejor de su legado musical. Un esfuerzo por recoger la atmósfera y la tensión con los medios de la época, porque hoy en día con las nuevas tecnologías es más fácil, reconozcámoslo. Además, convierten la versión en una lucha maniqueísta entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad, muy de su agrado y que vemos reflejada en otras de sus canciones. Al acabar con Drácula, dicen, la noche pierde su capacidad de asustar, la luz ha vencido en todos los ámbitos, incluso en el reducto de lo oscuro y demoníaco. Vamos, que ya puedes pasear de noche por cualquier barrio de Londres que sin el no-muerto ya todo es precioso, tu cartera se mantendrá en su bolsillo y las balas no te harán nada (¿otro crossover misterioso con Superman?).

Helstar en la actualidadLa estructura de la "mini-ópera-rock" es de lo más operística, valga la redundancia, o teatral. En un primer acto, se le da la palabra a un Drácula lleno de rabia y ansias de dominio, de perpetuar su poder y extenderlo como un virus letal, desgajando los miedos que produce en la humanidad y su capacidad sobrenatural para desencadenar el horror en un mundo bajo su yugo. Luego, Jonathan Harker, antagonista del conde y que lo ha sufrido más de lo debido por las escarpadas cumbres de los Cárpatos toma la palabra en un acto final donde se da caza y muerte definitiva al vampiro, nosferatu o no-muerto, como prefieras. El resto de peripecias de la novela se obvian o se transmiten a través del metalenguaje de los pasajes instrumentales. Así, el bien siempre triunfa, a pesar de las calamidades pasadas, parecen concluir. Todo, claro está, aderezado de solos de guitarra, baterías desbocadas, numerosos cambios de un ritmo en general pesado y una densidad sónica no apta para los amantes del gospel. Una joya para los amantes de lo oculto, como diría Íker Jiménez (Este hombre da más escalofríos que el propio, atormentado y entrañable Drácula, ¿verdad?). No sé si consiguieron abrir camino para obras de este calado o más ambiciosas si cabe, pero reivindicaron, al menos, que se podían conjugar literatura y heavy metal más allá de una única y simplista canción (que es lo que se estila).

Qué pena que los chicos de Helstar nunca cambiaran de logotipo; ya me los imagino hoy en día llenando el estadio de Wembley, la plaza de Perales de Tajuña o el Madison Square Garden después de adaptar obras de Mary Shelley, E. A. Poe, Arthur Machen, Ana Rosa Quintana, Guy de Maupassant y otros maestros del terror.


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