Es bien sabido que el maestro J.R.R. Tolkien se basó en
las mitologías germánicas y los grandes poemas épicos fineses para dar forma
y carácter a su legado fantástico. Pues bien, esto ha desencadenado en que
numerosas formaciones musicales de estas tierras le devolvieran el gesto en
forma de rodajas sonoras, como los alemanes Blind Guardian, de los cuales se
rumoreó, incluso, que habían tenido alguna oferta para componer la banda
sonora de la trilogía de Peter Jackson. Pero del guardián ciego hablaré en
otra ocasión. Esta vez voy a ir un poco más al norte, a la tierra de Santa
Claus, los renos, las nieves perpetuas y los grupos de amigos que se aburren
mucho en esas inclementes tierras heladas de noche casi eterna. Finlandia, para
algún despistado.
El tiempo libre de estas pandillas de colegas es tal que se
ponen a tocar un instrumento, leer enormes trilogías de fantasía y a tirar de
aguja e hilo. Así nace Battlelore, una formación musical a la que no le daban
dos petitsuises de zagales y sus
cabezas se llenaron de elfos, espadas, enanos, dragones, colecciones enteras de
maquillaje de Max Factor, anillos únicos, árboles parlantes y arañas que
parecían salidas de un experimento genético fuera de control. Vamos, de
Tolkien en grandes y poco saludables dosis. No hacen música, hacen apología de
la Tierra Media y todo lo que la rodea; no van disfrazados a los estrenos de
Peter Jackson, sino que son así y sólo se disfrazan a veces cuando van al
taller a trabajar algo; son seres tristes y atormentados por no tener orejas
puntiagudas o ramas en vez de brazos. Son un caso, vaya.
Debutaron en 2001 y ya van cuatro obras dedicadas por
entero al mundo y personajes creados por Tolkien. Hay que decir que los músicos
van caracterizados para la ocasión; encuentras ents, uruk-hais, elfos, magos,
rohirrim, etcétera. Su música es una mezcla entre un metal con connotaciones góticas,
ambientales, folkies, industriales y heavys,
amén de pasajes melódicos y sugerentes, todo aderezado por la combinación de
dulces voces femeninas y guturales berreos masculinos, muy a lo Evanescence. La
verdad es que tienen un punto diferente que, a la vez, te recuerda a muchas
cosas conocidas.
No te contaré de qué hablan porque ya lo sabes: destripan
la obra de Tolkien de cabo a rabo, desde El
hobbit hasta El Silmarillion.
Incluso añaden sus propias aportaciones, como si estuvieran jugando a un juego
de rol y le pusieran una base musical a sus aventuras. Las portadas de los
discos acompañan también, cómo no, de la mano de Ted Nasmith, uno de esos
ilustradores a los que puedes encontrar habitualmente en los libros del creador
de Gandalf, Frodo y cía.
Si quieres verlos, incluso tienen un par de vídeo-clips de
lo más logrado. Todo un lujo de producción para un grupo, al menos hasta el
momento, tan minoritario. "Journey to undying lands" (2002) nos relata
una aventura de amor, muerte y traición entre elfos y humanos codiciosos por el
dichoso anillo que una pareja de amantes lleva consigo y que les es arrebatado
por sus mismos aliados. Todo un tour de
force visual y sonoro repleto de magia, viajes al inframundo, batallas,
oscuros seres, etcétera, que hace las delicias de los más exigentes. Es cierto
que hay inconsistencias narrativas, pero las perdonamos por el resultado final.
Uno de los mejores vídeos que me he echado a la cara últimamente y que apenas
hace uso de los efectos especiales por ordenador, todo un punto a su favor.
"Storm of the blades" (2005) rebaja un poco el
nivel, con una historia menos definida y más centrada en lo visual, pero que no
llega ni en esto a los parámetros de su predecesor. Hay menos magia y más
espadas al viento (y hachas, y flechas, y...). Aún así, supera con creces a la
mayoría de los vídeo-clips que deambulan por este mundo. Imagino que, a estas
alturas, ya estarán preparando una nueva obra videográfica, pues el catorce de
febrero de 2007 editaban su último trabajo, Evernight.
Eso sí, sólo recomendable para los más fanáticos de la
saga tolkieniana, porque el que quiera variedad que se vaya a un todo-a-cien,
que en los discos de los fineses no la van a encontrar. ¿Serán acaso los
efectos de un virus experimental injertado en las páginas de las sucesivas
ediciones de todo lo relacionado con Tolkien? Porque si es así que dejen de
llamarlo "experimental", ya que funciona de miedo. Si vas a Finlandia,
por favor, llévate un parchís o una baraja española y enséñales a jugar al
mus o a la oca, diles a los grupos de jóvenes aburridos que hay vida más allá
de los duendes, gnomos, dragones, elfos y demás. Ah, y si ves que te habla un
ent o un orco se te cruza en una mañana oscura, no te preocupes, son músicos
que van o vienen del local de ensayo; si no los entiendes, no es que no sepas
finés, sino que te hablan en élfico, el idioma más utilizado por aquellos
lares. De verdad, el mus es más sano, házselo saber, así como que Mordor no
está al sur de Europa y que el Monte del Destino se llama en realidad Mulhacén;
y si no cuela, que se dediquen a realizar cortos de fantasía, que eso lo hacen
muy bien.
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