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José Joaquín RodríguezJuegos de mesa y rol
Ludoteca
José Joaquín Rodríguez


 

Machismo y dados

Cuando en Cádiz se celebraron las primeras jornadas de rol a principios de los años noventa, acudieron un total de tres mujeres (de quinientos y pico visitantes que hubo). A saber, la madre de un organizador, que nos trajo bocadillos; la novia de otro organizador, que se pasó a saludarle; y finalmente una conserje, que nos ayudaba con las fotocopias y el sistema de luces.

¿Eran los juegos de rol machistas? La verdad es que un poco sí. La mayoría de las veces los juegos estaban centrados en personajes masculinos, y juegos como Aquelarre, de Ricard Ibáñez, no dudaban en dar una bonificación a la belleza a los personajes femeninos porque "las mujeres son más bellas que los hombres".

¿Éramos los jugadores de rol unos machistas? Pues no te diré que no. Estábamos acostumbrados a jugar solamente hombres, por lo que el nivel de testosterona era bastante alto. De hecho, como éramos adolescentes y, emulando al buen Peter Parker, teníamos bastante poco éxito con las chicas, era bastante raro ver a una jugando. Había bastantes ideas preconcebidas, y la gente no dudaba en decir que: "Una chica puede jugar una partida de rol, pero en el momento en que vienen dos se distraen de la partida hablando de cotilleos y ropa." ¡Como si los hombres no pudiéramos distraernos de una partida de rol!

Pero en el fondo era normal. Es decir, vivíamos (y vivimos, no nos engañemos) en una sociedad machista. Mis compañeros de clase y yo mismo no compartimos aula con chicas hasta que llegamos al instituto, así que, ¿cómo iba a haber igualdad en las mesas de juego, si no la había ni en las aulas? Vale, había estereotipos y creíamos que a las mujeres no les gustaban las cosas de fantasía, pero aun hoy a los niños se les viste de azul y a las niñas de rosa, y Nintendo sacó una game boy "para chicas" cuyo aliciente era estar pintada de color rosa (fue un éxito de ventas, por cierto).

Además, a principios de los años noventa había muy pocas tiendas especializadas, por lo que se hacía muy difícil que chicos y chicas fuéramos conscientes de que nos gustaban las mismas cosas. Puede que ahora El Señor de los Anillos sea una obra conocida y leída por todo el mundo (bueno, desde que hay película esto último no tanto...), pero hace no mucho lo normal es que te mirasen un poco rarito si decías en mitad de una clase o de una reunión: "Me encanta Tolkien".

Afortunadamente la situación fue cambiando poco a poco, según avanzaba la década. Las jornadas de rol que se celebraban en Cádiz (y perdón por el localismo, pero son las únicas que he visitado con asiduidad, por lo que conozco el cambio) se fueron llenando cada vez más de chicas. No es que se pueda hablar de una paridad, pero ¡diantre!, la igualdad no consiste en que haya tantas mujeres como hombres jugando al rol. Consiste en que si una chica quiere jugar al rol nadie la mire con cara rara, no tenga ningún impedimento, y los juegos no consideren a las mujeres "seres bellos y hermosos" y a los hombres "bárbaros fuertes e instintivos".

Es un placer descubrir, hoy más que nunca, que las mujeres ya no son de Gondor y los hombres de Mordor. Simplemente somos todos de la Tierra Media.

 


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