Duele, ¿verdad? Esa es la pregunta que debes hacerte cuando
golpees a una de las otras niñas, cuando te ensañes con ella a puñetazos, a
patadas. Esa es la pregunta que debes hacerte cuando estrelles tu martillo
contra su cabeza, cuando la apuñales, cuando la humilles. Porque esas niñas
son malas, esas niñas quieren el dinero que tu mamá te ha dado para comprarte
la comida y tú no estás dispuesta a compartirlo con ellas. Deja que se burlen,
deja que se rían, deja que intenten hacerte daño. Si se atreven.
Lo cierto es que se atreverán, porque en Lunch Money,
como en cualquier juego violento que se precie de serlo, sólo puede quedar uno
en pie. Lunch Money es un juego violento, muy adictivo, en el que los
jugadores encarnan el rol de una niña pequeña, digamos de unos cinco, seis años
de edad, que se enfrenta en el patio del colegio a sus compañeras de clase por
el dinero de la comida que cada una ha recibido de sus padres. Así contado uno
esperaría un juego infantil, sencillo, para pasar un rato divertido y olvidarlo
en un cajón a las pocas semanas. Sin embargo Lunch Money es mucho más
que eso. Lunch Money es una lucha a vida o muerte, descarnada, que no
deja resquicio alguno para la piedad.
Diseñado en 1996 por Charlie Wiedman
para Atlas Games, Lunch Money se convirtió en uno de los juegos de
cartas del año. Y no debe su fama a una mecánica asombrosa (que no la posee,
pues no es más que la enésima variante Dvorak )
ni a un sistema de juego especialmente brillante, sino a la asombrosa mezcla de
su temática y su estética. Es la conjunción de ambas lo que convierte a Lunch
Money en uno de esos juegos imprescindibles en cualquier reunión informal.
Si la temática no resulta demasiado convincente descrita en palabras, cuando
uno sostiene entre sus manos las cartas -fotografías que Andrew Yates ha hecho
de su hija Anna de seis años, retocadas y convertidas en pequeñas obras de
arte macabro-, no puede reprimir un escalofrío de satisfacción, pues sabe que
se encuentra ante un juego especial, uno de esos que no se ven muy a menudo.
Cada carta es una delicia para los sentidos, y al mismo tiempo deja una sensación
incómoda, desasosegante. Una vez que has visto las cartas, sabes que debes
jugar una partida. Es necesario.
Lunch Money no decepciona una vez se reparten las
cartas y comienza la partida. La mecánica es sencilla: varios jugadores -dulces
niñas pequeñas- luchan por ser los últimos que queden en pie, atacándose
unos a otros con diferentes cartas que pueden combinarse de varias maneras para
crear combos que causen más daño al rival, y defendiéndose de igual manera
con cartas específicas. Si bien en las primeras partidas los combos pueden
resultar confusos, con jugadores experimentados la partida gana muchos enteros.
Cada jugador -cada pequeña niña desvalida- posee quince monedas para su
comida, que representan sus puntos de vida. Cuando se acaban, la niña queda
-según dicen las reglas- inconsciente, y debe abandonar el juego. Los
diferentes tipos de cartas (ofensivas y defensivas) tienen en común las
excelentes fotografías que las ilustran, así como pequeñas frases impresas en
cada una de ellas que proporcionan un punto más de atmósfera a un juego que
bebe de ella. Y bebe de esa atmósfera porque una de las mayores satisfacciones
que proporciona este juego es sumergirse en él interpretando un personaje. La
niña empollona, la niña llorona, la niña gorda... Características que luego
deben ser explotadas con una carta de humillación, uno de los grandes aciertos
de Lunch Money.
Ocho años después de la publicación del juego Charlie
Wiedman volvió a reunirse con Yates para concebir una nueva entrega: Beer
Money. Sin embargo esta segunda parte nada aporta en jugabilidad al
original, y aunque las fotografías que ilustran las cartas siguen resultando
perturbadoras -Yates repite estilo y modelo, aunque su hija tiene ya catorce años-
han perdido algo de fuerza al alejarse de la infancia como icono violento. Está
disponible también una extensión del juego original, Lunch Money: Sticks
and Stones, muy recomendable, que incluye la carta más hermosa de toda la
colección: "Imaginary Friend".
En definitiva, un juego adictivo, orientado a la interacción
violenta entre los jugadores, que siempre provoca sonrisas y odios, y que merece
la pena tener aunque sólo sea por las excelentes ilustraciones de las cartas.
Enlaces:
Lunch Money
http://www.boardgamegeek.com/game/228
Lunch Money : Sticks and Stones
http://www.boardgamegeek.com/game/9665
Beer Money
http://www.boardgamegeek.com/game/9787
Atlas
Games
http://www.atlas-games.com
Andrew
Yates
http://www.andrewyates.com
Charlie
Wiedman
http://www.ruffhousin.com
Sistema Dvorak
http://www.dvorakgame.co.uk
Todas las imágenes © Atlas Games
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