Existen muchas maneras de observar en literatura la
aniquilación de la vida hacia la que nos dirige el rumbo de la sociedad
contemporánea. Dentro de la ciencia-ficción, tenemos novelas catastrofistas o
distopías claramente hiperbólicas, que, en su exageración, encuentran el
medio más adecuado con el que conectar sentimentalmente con el lector y hacerle
reflexionar.
Y también hay métodos más sutiles, más apegados, en
verdad, al proceso histórico, pero igualmente efectivos y contundentes.
Es éste el caso de La bomba increíble, la única
narración larga en prosa escrita por el genial poeta Pedro Salinas, redactada
en dos meses de 1950, inmediatamente después de Todo más claro (donde
se encuentra su contundente alegato contra la bomba atómica "Cero"),
publicado exactamente el año previo. Sin llegar a ser plenamente consciente de
ello (pues él la denomina "una combinación de realismo y fantasía"),
el autor escribe una excelente novela de ciencia-ficción, ese género que por
aquellas fechas aportaba varias de sus obras maestras, muy cercana a las distopías
(aunque con diferencias insalvables, como veremos); un libro artísticamente
impecable, con hondas intenciones filosóficas y profunda voluntad de comunicación
y de denuncia social. Creo, sinceramente, que debemos sumar La bomba increíble
a esa cosecha, aun sin llegar a la perfección de aquéllas, pues, con todo,
supera con creces a la mayoría de sus coetáneas.
Una de las más notables
cualidades, tras los escarceos iniciales con el futurismo, de la poesía clara y
diáfana en lo formal, pero de gran proyección conceptual (recordemos la
importancia que da a la desnudez de los pronombres, el apego al "nombre
exacto de las cosas" juanramoniano) de Pedro Salinas es el eje humanista
que sostiene todos sus versos. Tanto en su poesía amorosa (un hito en nuestras
letras) como en sus poemas escritos durante el exilio, la búsqueda del calor
humano, de la comunicación y del entendimiento son piezas claves en su relación
con los otros y con el propio universo. La angustia, de hecho, surge cuando éstos
no son posibles o se quiebran (el desamor, la guerra).
En esta novela de apenas doscientas páginas, en esta
"fabulación" como la denomina el propio autor, esos principios también
son sus pilares. De hecho, en una carta al también poeta y buen amigo Jorge
Guillén le declara que ha concebido una obra "sobre el tema que a todos
nos tiene atormentados. No desde un punto de vista polémico, ni menos aún político,
sino poético-humano".
La bomba increíble es un libro de gran potencia,
con un conseguido tono poético no sostenido por el lirismo del lenguaje, por
las imágenes o las metáforas, sino por la cadencia y el ritmo -determinados
por oraciones breves, con estudiada disposición especialmente de las comas- y
la pátina que cubre toda la narración, tan característica de este autor,
mezcla de indagación, claridad y precisión léxica extrema. Por otro lado, esa
prosa rítmica se encuentra plagada de insertos en las descripciones, que
contribuyen a marcar, casi como hemistiquios, oraciones extensas, y que
demuestran un apego a la poesía narrativa. Además, ese ritmo tan logrado
contribuye a construir un tono de fábula muy llamativo, que también tiene
efectos a la hora de que el lector reciba el texto, pues se potencian sus
intenciones moralizantes.
Se puede decir, por tanto, que es un título perfectamente
coherente con el resto de su producción, a nivel ideológico y también estético.
Para hablar del marco de la novela, al país donde
transcurren los hechos, me voy a permitir apelar directamente a sus páginas:
"¿No estaba la nación constituida, por primera vez
en la historia, la única en el mundo, para servicio de la Ciencia? ¿No corrían
por doquier las iniciales ETC, abreviaturas del Estado Técnico Científico,
según se consignaba en el artículo primero de la ley fundamental? ¿No se
declaraba que la sola religión del ETC era el culto de la Ciencia?".
Efectivamente, se trata de una sociedad donde la Ciencia
condiciona todo, hasta el extremo de producir fanatismo religioso. Es un mundo
extremadamente positivista y mecanicista. La Razón determina la vida hasta el
punto de ser el eje vertebrador del mundo, el único modo posible para el ser
humano de vivir. El empirismo impulsa todo: "No admitimos más motivo que
la busca implacable de la verdad", sentencian sus dirigentes. Así,
consiste en una Razón excluyente, feroz contra quien no sigue sus principios.
De hecho, existe un profundo desprecio y marginación de las artes, en
detrimento de la ciencia (quien lee literatura en vez de tratados científicos
es un degenerado o un enfermo mental). El propio gobierno alenta esa actitud con
sus proclamas: "¡Cuidado con el subjetivismo! ¡Desconfiad de los
sentimientos!" o cuando alerta de que
"quedan millones de ciudadanos apegados a ciertos falsos valores, uno de
ellos la importancia de sus vidas individuales".
Para la permanencia y estabilidad de esos valores, el
Poder, en la novela, es plenamente consciente de la fuerza y necesidad de la
educación formal como método eficacísimo de transmisión de la ideología
dominante. Y a ello otorga el escritor una gran importancia, especialmente
relevante si tenemos en cuenta que él mismo era profesor universitario.
Ese mundo ideal se ve alterado por la aparición en un
museo de armas de una bomba en una vitrina... que no explota, ni hace nada. Las
dudas, entonces, rasgan la sociedad. Se produce una búsqueda frenética por
saber qué es, quiénes la han colocado y con qué intención. Progresivamente,
van muriendo personas alrededor de ella, pero estas muertes no son debidas a la
propia bomba, que permanece inmutable, sino a lo que esta incógnita produce en
su mundo; a lo que crean los propios hombres a su alrededor: la angustia por no
asumir que no se puede comprender algo, el egoísmo y el engaño, las trampas
del lenguaje dirigido, la corrupción de los poderosos, el abuso de poder, la
pura paranoia... Son estas actitudes todas ellas del hombre moderno, muy similar
al actual a pesar de la ligera extrapolación temporal del relato, y la
dependencia extrema de ellas llevará, no sólo a la degradación ética y
humana, sino al desastre de la sociedad.
Salinas despliega una ironía demoledora en la plasmación
de los hechos, con la que desvela las terribles contradicciones de ese mundo. No
realiza una crítica de un sistema socioeconómico concreto, o unos principios
políticos, sino lo que pretende es alertar sobre las bases ideológicas de ese
estado social. Denuncia, por tanto, el afán de racionalizar todo, la soberbia
del ser humano que se siente capaz de comprender todo, la imposibilidad de
asumir los límites de su capacidad cognitiva y sus instrumentos.
La Razón debe primar, afirma, pero sin supeditarse al
humanismo y siendo conscientes de las limitaciones del hombre y de las incógnitas
del universo a las que apenas nos podemos asomar. Apela a la humildad frente a
la soberbia de sus personajes, a la vitalidad y también, por qué no, a la
capacidad de sorpresa, la improvisación y el relampagueo de lo imprevisto.
Con todo, La bomba increíble mantiene una
perspectiva distópica aunque no pueda encuadrarse estrictamente en el subgénero,
a pesar de rasgos concretos que sí le son propios. Salinas pretende alertar
sobre el rumbo de su sociedad coetánea (perfectamente aplicable hoy en día);
el mundo que intuía durante su exilio en los EE.UU. Sin embargo, (y esto es un
matiz sin importancia, pues lo relevante es el texto en sí, no su clasificación
a posteriori en cuadrículas hiperespecializadas que no llegan a aportar
gran cosa al lector), aunque en el libro se recogen ciertos lemas-dogmas tan
característicos de la distopía (como "Antes morir por la Ciencia que
vivir en la ignorancia"), no se produce un desengaño en los términos
habituales, no hay un retrato opresivo más que desde el plano moral (se insiste
en que es una democracia y que hay tolerancia con la disidencia y quienes no
siguen la doctrina y actitudes oficiales -se permite la religión, por ejemplo,
a pesar de condenarla-) y el tono de la narración, con su ironía y esa pátina
de cuento oral o fábula ya señalado, se aleja del dramatismo y la tragedia de
la distopía.
La novela podríamos decir que se mueves sobre dos líneas
de acción que se alternan. La primera, predominante, la más original, extensa
y de mayor calidad, es la que aborda la crítica irónica de esa sociedad
tecnocrática y desapasionada. La segunda, por su lado, que irrumpe en el último
tercio del libro a pesar de haberse apuntado ya con anterioridad, propone un
cambio de tono. Deja de ser negativo para configurarse como una búsqueda, una
propuesta de caminos por los que marchar para redirigir la sociedad retratarla y
llevarla a buen puerto, casi con un horizonte místico de trasfondo. Propone
entonces la conversión desde la ciencia al amor, al sentimiento comedido y a la
fraternidad y hermandad con el resto de seres vivos como salvación del ser
humano. No en vano, el autor escribe en 1944, según recoge el prólogo:
"Yo estoy convencido de que si no nos acercamos a eso que se llama el mundo
del futuro, es decir a su principio, la paz, con ideas y especialmente con
actitudes humanas, mucho más amplias y generosas que las de antes, estamos
perdidos".
La historia transcurre sin centrarse en personajes
concretos, más que en los que corresponden con tipos determinados de su
sociedad, como los científicos, los policías o los gobernantes. En ese
sentido, éstos responden más a estereotipos, a personificación de la tesis de
Salinas que a un intento por desarrollar figuras complejas con las cuales jugar
en el relato. A pesar de ello, la pareja que sostienen esa segunda línea, ésa
de talante más constructivo, y que representan los ideales del autor, sí
pueden considerarse personajes construidos. Su presencia será mayor según nos
vayamos acercando al final del volumen.
También es muy notable apreciar que en el universo de La
bomba increíble se han producido significativos cambios en el lenguaje. No
sólo existe una sustitución del léxico (primera fase hacia la neojerga
orwelliana; apunte del lenguaje "políticamente correcto" contemporáneo),
sino un replanteamiento de su empleo hacia una pragmática absoluta. No
olvidemos que las Humanidades y las Artes, como hemos apuntado, son
despreciadas; cómo no la polisemia del lenguaje, lastre para el lenguaje científico.
Esto es especialmente significativo en aspectos bélicos:
el "Templo de la Paz", donde aparece la bomba increíble, consiste en
realidad en un museo de armas, puesto que éstas "sirven para conseguir la
paz". O, en esa misma línea, también podemos recoger una inquietante
reflexión consolidada en esa sociedad, cada vez más vigente hoy en día:
"¿habrá duda alguna de que el camino infalible para la paz es la
guerra?". En ese sentido, esta novela también plasma el pavor ante la
guerra, reciente en el recuerdo de Salinas, coetánea en cuanto a la carrera
armamentística de la Guerra Fría.
Dentro de la trayectoria del propio autor, es interesante
constatar la virulencia de Pedro Salinas contra la tecnología en esta obra
concreta, contra el progreso moderno, pues en sus primeros poemarios pueden
hallarse distintas muestras de textos futuristas, como hemos mencionado;
corriente precisamente exaltadora de la fe en la ciencia y la tecnología.
Podemos afirmar, entonces, que La bomba increíble consuma ese cambio
(desde las bases orteguianas del artefacto generacional del 27 hasta las maduras
manifestaciones individuales de los autores ya insertados en un mundo convulso)
que dio fruto a cumbres de la literatura española como Razón de amor o Todo
más claro.
Por otra parte, me ha llamado la atención encontrar aquí
lo que podrían ser antecesores directos del José Saramago de Las
intermitencias de la muerte o Ensayo sobre la lucidez, en cuanto a desarrollo
narrativo, estructura novelística y juego de personajes. Sería (al menos para
mí, a título individual) una gran sorpresa descubrir que esta pequeña obra es
un referente del gran Premio Nobel.
La bomba increíble es una novela,
incomprensiblemente, desconocida por los lectores españoles del género; una
situación que puede asemejarse a lo ocurrido con La nave, de Tomás
Salvador. Se trata de dos obras de gran calidad artística y filosófica,
realizadas por dos escritores de altura (más, claro, sin duda, Salinas), que
dejan por los suelos al resto de producción de género concebida en esos días
en nuestro país (novela pulp en formato bolsilibro), la cual es,
incomprensiblemente, mucho más homenajeada, recordada y engrandecida. ¿Se
trata de simple e inocente desconocimiento o es fruto de un retorcido complejo
de inferioridad que lleva a resaltar lo mediocre, pero más acorde con lo
tradicional, frente a lo singular y literaria y filosóficamente notable?
Sea como fuere, La bomba increíble es uno de los
grandes títulos de la ciencia-ficción y una herramienta artística
verdaderamente notable para detenerse a reflexionar sobre el rumbo que lleva
nuestra sociedad.
Archivo de Mundo Espejo
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