"Pocas veces el asesino muere antes que su víctima" reza, bajo el título, en el cartel de la película. Y quizás fue esa afirmación tan extraña la que me impulsó a entrar en la sala a ver otra película policíaca.
A estas alturas, yo creo que el cine policíaco ya no sorprende a nadie. Policías duros, agentes del F.B.I. pulcramente vestidos, extravagantes asesinatos llenos de pistas que no pegan ni con cola o astutos asesinos que intentan demostrar lo superiores que son... ya lo hemos visto todo, y cada película nueva que observamos nos acaba recordando a una anterior (cuando no nos recuerda a tres o cuatro, claro).
En todo esto (y en otras cosas, como en lo caro que está el cine y lo que te clavan por una coca-cola) estaba yo pensando, cuando comenzó la película... y debo de reconocer que me quedé con la boca abierta.
Basada en la novela de idéntico título de Lorenzo Silva, la historia es una sorpresa continua, no por lo novedoso y lo conceptual de la historia, todo lo contrario, sino por lo simple y "cotidiano" que resultan la mayoría de los detalles. Acostubrado a Mulders y Scullys o a Harrys El Sucio, vernos a un sargento de la Guardia Civil y a su compañera se nos hace un poco chocante, sobre todo cuando se nos va descubriendo la historia de estos dos personajes. Y es que uno se puede llegar a identificar con los protagonistas, alejados de cualquier idealización, a vece realmente torpes, o crueles en sus palabras por puro despecho.
Es muy divertido observarlos a ambos, enamorados el uno el otro, e incapaces de decirse nada de puro pánico que tienen a ser rechazados. Y verles equivocarse (sobre todo él, el sargento) es una gozada. Uno se espera personajes arquetípicos, inteligentes clones de Sherlock Holmes o Steven Seagal... y se encuewntra a un tipo que estudió psicología y acabó ingresando en la Guardia Civil, y una chica un poco tímida que empieza a descubrir que es atractiva, y que en sus ratos libres estudia Astronomía.
Junto a ellos, todo un plantel de secundarios excelentes, con unas historias muy bien construidas, que poco a poco se van desvelando, desde la del propio muerto, hasta la de los empresarios rivales, la prostituta y su novio ruso, e incluso la del juez que instruye el caso. Todos os personajes están ahí por una razón, y sus motivaciones, sus formas de ver el mundo nos podrán parecer más o menos correctas, pero desde luego son totalmente válidas.
La historia, pues excelente, qué puedo decir. La película juega a engañarnos, a presentarnos unos tras otro muerto, sin apenas conexión, sin moviles para sus muertes. La trama es realmente simple una vez se juntan todas las piezas, pero es un verdadero reto para los protagonistas y para el espectador.
A lo mejor peca de desarrollarse muy lentamente, centrándose mucho en el desarrollo de los personajes, y fastidia bastante que después de dos horas de metraje, la historia concluya al resolverse el caso, con la falsa promesa de seguir viendo otro día que pasa entre los personajes. Parece más bien el episodio piloto de una teleserie, no tanto por medios y calidad, sino por el argumento. Moelsta un poco (al menos a mi) que durante toda la película desarrollen un relación casi-amorosa, para que luego no lleve a ninguna parte. A eso yo le llamo engordar el pollo para luego tirarlo.
De todos modos, aunque la película sorprender bastante, tanto por personajes, como por trama, la dirección no es nada boyante. Más bien al contrario, es poco acertada. Después de verla me acordé mucho de otra película española basada en una novela policíaca: Plenilunio. En ambas películas se sigue tan a pies juntillas el esquema de la novela madre, que más que una película parece que lo que se hace es una obrita de teatro, pesada muchas veces por no ser similar el ritmo de una novela al de una película, extraña otras muchas veces por tener que recortar detalles que en la novela dan más trasfondo pero que en dos horas de película no caben.
El cine nos ha demostrado (¡y tanto!) que una película basada en un libro ha de coger ideas, personajes, algunas escenas... pero no puede pretender ser idéntica. Es el caso de Blade Runner, muy superior a la novela justamente por obviar muchos detalles, muchas escenas e incluso personajes, en favor de crear un ritmo nuevo, apto solo para el cine.
En resumen, una excelente trama, unos actores más que decentes, pero una adaptación algo pesada.
José Joaquín Rodríguez
|