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El pianistaCine clásico y actual
Pantalla de Sueños

El pianista
Roman Polanski

El pianista

Nacionalidad: Gran Bretaña / Francia / Alemania / Polonia / Holanda
Director: Roman Polanski
Actores: Adrien Brody (Wadyslaw Szpilman), Thomas Kretschmann (Oficial alemán), Frank Finlay (Padre), Maureen Lipman (Madre), Emilia Fox (Dorota)
Productor: Robert Benmussa, Roman Polanski, Alain Sarde
Guión: Ronald Harwood sobre las memorias de Wladyslaw Szpilman
Fotografía: Pawel Edelman
Música: Wojciech Kilar
Duración: 148 minutos
Premios: Ganadora de la Palma de Oro de Cannes, y del European Film Award a la mejor fotografía

El pianista

El 1 de septiembre de 1939 el ejército alemán traspasaba su frontera con Polonia. El imperialismo alemán recuperaba así los territorios perdidos tras la vergonzosa paz que le fuese impuesta tras la I Guerra Mundial. La caballería polaca nada podía hacer ante las divisiones blindadas germanas. En apenas una semana Polonia había caído. El 3 de septiembre de 1939 los gobiernos de Inglaterra y Francia declaraban la guerra a Alemania. Poco después el ejército alemán barría las defensas francesas y ocupaba la mitad del país. Mientras, las tropas inglesas embarcaban en Dunkerque en caótica retirada del continente. La suerte de Polonia cambiaría hacia 1944, cuando el avance ruso obligó a la retirada de las fuerzas alemanas. Hasta entonces, los intentos de expulsar a los alemanes fueron infructuosos y severamente castigados.

El pianista

Pero a Roman Polanski no le interesaba nada de esto. No le interesaban la guerra con sus movimientos de tropas, sus grandes personajes, las batallas decisivas... porque ésa no era la guerra que a él le tocó vivir. La guerra que él conoció se desarrolló en el gueto de Varsovia, donde parte de su familia encontraría la muerte. No fue una guerra de héroes contra villanos, de grandes despliegues de tropas, sino una guerra contra el hambre, contra la miseria, una guerra del día a día por sobrevivir.

El pianista

Desde que Polanski leyese las memorias de Wladyslaw Szpilman supo que era una historia que quería llevar al cine. La historia de un pianista judío que se ve encerrado en el gueto de Varsovia junto a una ingente marea de judíos desplazados de todo el país. Allí ha de enfrentarse a una sociedad injusta, de judíos que prosperan frente a hombres y mujeres que se mueren de hambre en las calles, a las ejecuciones al azar que los oficiales nazis llevan a cabo, y finalmente a la deportación de toda su familia a un campo de concentración.

El pianista

Szpilman logra salvarse de ser deportado, pero sus desventuras no acaban ahí. Sobrevivir en una Varsovia al borde de la revuelta, tomada por un ejército invasor no es nada fácil. A través de sus ojos seremos testigos de la miseria, de los intentos de expulsar al ejercito alemán y la dura represión que les sigue. A través de sus ojos descubriremos que no existen buenos ni malos, que el antisemitismo puede venir tanto de manos de un soldado alemán como de un vecino polaco, y que la misma salvación puede llegar a manos de un oficial alemán cansado de la guerra y del odio.

Con una fotografía increíblemente bella, una reconstrucción "fotográfica" de la época (las calles, los mercados, el gueto, o las mismas ropas...), y escenas tan impactantes como la destrucción de Varsovia por los alemanes, Polanski nos cuenta la mayor odisea que existe en una guerra: la supervivencia del inocente, del que nunca hizo nada, del quien solo fue víctima de su tiempo.

El pianista

Por desgracia, la película no es solo una crítica sobre el pasado, sino sobre el presente y el futuro. Una crítica sobre la marginación que se ejerce contra otras naciones, como es claramente el caso de Palestina. Una crítica contra las muertes provocadas por las guerras imperialistas, como las que EE.UU. encabeza ahora, y que acaban con la vida de quienes en teoría sufren el yugo de la tiranía. El pianista es, a fin de cuentas, una voz a favor de quienes han tenido y tendrán que padecer una guerra que nunca comprendieron ni comprenderán, de quienes perdieron a sus familias y a sus seres queridos, de quienes no tuvieron ni tendrán voz ni rostro.

José Joaquín Rodríguez

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