Nacionalidad: España / Dinamarca
Año: 2003
Dirección y guión: Pablo Berger
Fotografía: Kiko de la Rica
Productor: Pablo Ramírez
Actores: Javier Cámara, Candela Peña, Juan Diego, Malena Alterio, Fernando Tejedo
Javier Cámara es Alfredo, un españolito medio que vive a mitad de los 70, en una sociedad demasiado católica y cerrada. Alfredo está casado con Carmen, una peluquera inocentona, cuya única ilusión es tener un hijo y formar una familia normal. Pero el pobre Alfredo no gana para disgustos: su casera le odia, gana poco dinero, a su mujer la despiden de la peluquería, y encima tiene que ganarse la vida vendiendo enciclopedias de la Guerra Civil española, con busto de Francisco Franco incluido y todo.
Lo que bien podía ser un ejercicio de nostalgia, o un capítulo futuro de la serie Cuéntame, acaba siendo una historia bastante rara. A fin de cuentas sí es un ejercicio de nostalgia, pero no de la España dulce y tontorrona que más de uno podía esperarse. Y es que Pablo Berger, en el estreno de la película, ya decía que ante las superproducciones americanas sólo hay una manera de luchar: con historias originales (a las series españolas aún les queda aprender esta lección).
Y es que Alfredo se ve que no llega a fin de mes, y la editorial para la que trabaja (una de esas editoriales pequeñas) decide que los fascículos en los kioskos son el futuro. Pero en vez de despedir a Alfredo, al dueño de la empresa se le ocurre un chanchullo: filmar películas en super 8 de parejas haciendo el amor, y venderlas a una empresa del extranjero que quiere sacar una colección documental sobre el sexo en el mundo. Y claro, Alfredo no quiere... pero es que son cincuenta mil pesetas de la época lo que pagan. La cosa es que las películas no son para una colección ni nada, claro, eso ya se lo ha imaginado todo el mundo. Son meramente películas porno que se venden luego en los países nórdicos.
Quien dirige las películas es el propio Alfredo (que no sólo en el nombre, sino también en el bigote, en su sumisión, y en que acaba siendo latin lover, nos recuerda a Alfredo Landa). Esta parte de la historia, según parece, es cierta. Hubo parejas que, para aliviar su situación económica, tuvieron que recurrir a ser actores porno de películas que luego se vendían en otros países.
La película tiene un detalle que hizo que me encantara, y es que Alfredo es un pobre friki (o freak, si me son puristas del inglés). Obsesionado por el cine, sobre todo el de Ingmar Bergman, su sueño es poder hacer una película a cualquier precio. A mi las peripecias del personaje de Javier Cámara me han recordado un montón a La Memoria Estelar que Ángel Torres escribe en esta misma web. Ya decía Ángel que con el destape comenzaron a pedirle que en sus novelitas metiese más desnudos, más sexo, y si le sobraba sitio que podía seguir metiendo personajes e historia. Y algo muy parecido pasa con la película que Alfredo quiere dirigir, pues según vaya viendo cómo su proyecto se hace realidad, también verá cómo su película (que es realmente mala, una copia de bajo presupuesto de El séptimo sello de Bergman, y rodada en Torremolinos) se va transformando en una película porno.
Quizá lo malo de esta película es que hacia la mitad, cuando el bueno de Alfredo y su querida Carmen se presentan con el guión para hacer Torremolinos 73, todos nos imaginamos qué es lo que va a pasar... A fin de cuentas el guión lo compra el mismo tipo que compraba las películas porno. A esa altura el final ya era predecible, y yo me aburrí un poco, debo confesarlo, aunque la reconstrucción de la época (anuncios, vestuario, incluso la iluminación nos remite a una película de los 70) realmente lo transporta a uno treinta años al pasado.
Decía antes que la película sí es nostálgica, pero no una nostalgia sosona y progre. Es una nostalgia de la España que se escapaba a Francia a ver películas prohibidas (El último tango en París), de la España del destape, de las películas sin un duro de presupuesto que recaudaban millonadas, y de la pérdida de la inocencia y del descubrimiento de la sexualidad. Porque de fondo, siempre está latente la moral de la época, la propia Carmen encasillada por propia voluntad en el rol de madre perfecta (hasta el punto de comprar un carrito de niño sin tener niño), o es pobre Alfredo que descubre que a la gente lo que le gusta no es Bergman, ni el buen cine, ni los buenos encuadres de cámara... a la gente lo que le gusta es ver culos y tetas.
No es mala película, aunque ya digo que la primera hora es la mejor. Ya he oído por ahí que hay quien entiende la película como "una comedia realista", o como "una historia de pareja". Realista no sé si será, la verdad, ya que si bien es cierto que existían parejas que se montaban sus propias películas, no sé si realmente existió una película llamada Torremolinos 73, y bien podría ser que su pretendida autenticidad sólo fuera un recurso para hacernos conectar más con la historia. Yo la defino como la historia de un friki al que le gustaba el cine. Algunos escribían novelitas de ciencia-ficción, otros soñaban con dibujar y escribir tebeos, y otros, como Alfredo, soñaban con ser directores de cine.
José Joaquín Rodríguez
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