Título original: Down with Love
Año: 2003
Nacionalidad: Estados Unidos
Estreno: 12 de septiembre del 2003
Género: Comedia
Duración: 73 min
Director: Peyton Reed
Guión: Eve Ahlert y Dennis Drake
Intérpretes: Renée Zellweger, Ewan McGregor, Sarah Paulson, David Hyde Pierce,
Rachel Dratch, Jack Plotnick, Tony Randall
Director de fotografía: Jeff Cronenweth
Música: Marc Shaiman
Montaje: Larry Bock
Producción: Bruce Cohen y Dan Jinks
Distribuidora en España: Hispano Foxfilm
Ocurre algo curioso cuando el espectador ve una obra que apela directamente a los recuerdos de infancia o juventud: enseguida baja la guardia y se muestra curiosamente indulgente con cualquier defecto que pueda tener el film. Evidentemente, cualquier análisis posterior resulta sospechoso de ser demasiado benévolo; pues allá donde debiera presidir el razonamiento y el análisis, reverberan los jingles jugetones y pegadizos del El deporte favorito del hombre, Hatari o Pijama para dos; y la capacidad crítica queda anulada por los olores del café-café, el brandy Soberano que era cosa de hombres, los vítores de los hinchas domingueros a través del transistor y el Carrusel Deportivo. No todo tiempo pasado fue mejor, pero los malos recuerdos se pierden por el desagüe de la melancolía y nos quedamos con una sensación de añoranza muy propia de Aquellos maravillosos años. El tipo de sensación que despierta Abajo el amor para los que crecimos con Rock Hudson y Doris Day por la VHF (ahora La Primera, la que se supone de todos...).
Consciente del esfuerzo que implicaría deshacerse de dichos prejuicios, o más bien de mi tonta sensiblería, intenté mantener despierto el ojo crítico bajo la capa de espectador sin exigencias. Por desgracia, no fue necesario poner mucho de mi parte: la impresión que en seguida salta a la vista es que Abajo el amor es una película descompensada, básicamente en ritmo, aunque también en pretensiones.
Y es que Abajo el amor se mueve por un terreno ambiguo que abarca desde el rendido homenaje a la época dorada de la love comedy hasta la parodia fácil, previsible y en ciertos aspectos pueril. Esta indefinición a la hora de encontrarle el tono, defecto que se puede entender por ser el primer guión del tándem Ahlert y Drake, se hace presente tras la brillante presentación, en un nudo a veces aburrido, a veces precipitado, que afortunadamente encuentra su camino correcto justo antes de que los acontecimientos empiecen a encauzarse hacia el, éste sí, original desenlace. Si en apenas dos pinceladas se han caracterizado de forma certera a los personajes, y la premisa que conduce la acción ya ha sido presentada (y es, hasta cierto punto, trillada)... lo único que queda es demostrar cómo hacer una película de los sesenta en pleno siglo XXI.
¿Qué quiere decir esto? Que el conflicto que hace de motor de la trama tiene como base el enfrentamiento entre sexos (muy de los sesenta), pero visualizado a través de la concepción actual de la eterna pugna hombre/mujer. Esta visión queda perfectamente puntuada por los personajes secundarios, Vikki Heller (Sarah Paulson), editora ambiciosa cuya carrera se ve limitada a ser la chica para todo del equipo ejecutivo; y Peter McMannus (David Hyde Pierce), el jefe neurótico de una revista para hombres, en estado de angustia permanente, enamorado pero atemorizado en todo momento por la nueva mujer intenta salir del rol impuesto por una sociedad pacata y mojigata... no muy diferente, a poco que uno se fije, de la sociedad neoliberal que se está imponiendo en Occidente (bueno, quería decir en Estados Unidos, pero ya se sabe que cuando el gigante estornuda...).
Es en este marco, tan poco proclive a considerar el talento de una mujer más allá de sus habilidades domésticas o de perpetuación de la especie, en el que Barbara Novak (no, no Kim Novak, tendrá que recordarle a más de un fetichista) irrumpe con su libro Abajo el amor. Un libro que, rápidamente convertido en best seller, pretende romper con la farsa ancestral con la que, asegura Novak, el hombre ha engañado y dominado a la mujer: el amor. Una terapia que consta de tres etapas sencillas: chocolate como sustituto de la necesidad sexual, sexo a voluntad de ella, e igualdad absoluta. Obviamente, el género masculino no está por la labor de dejarse arrebatar el cómodo puesto de poder que se arroga por tradición, y el arquetipo de hombre del momento, el periodista Catcher Block, decide echar por tierra esas teorías. Y qué mejor que jugar su baza irresistible, la seducción, para rendir a Novak a sus pies y vencerla en su terreno, henchida de amor. Claro está, Novak no va a ser una presa fácil...
A partir de este momento, se recrean, muchas veces de forma divertida, otras torpemente, algunos de los sketches y guiños característicos de las comedias románticas/sexuales en estridente Technicolor: los equívocos, la falsa identidad, los dobles sentidos, la pantalla partida en escenas simultáneas. Pero donde antes se deslizaban referencias sexuales hasta cierto punto veladas, aquí el descaro es mucho mayor (como cierta conversación telefónica le demostrará al espectador), lo que en ocasiones beneficia la carga satírica, pero en otras baja el nivel al chiste zafio y fuera de lugar.
Aun así, lo que se va bordando con punto grueso en el nudo, va desarrollándose hasta volver a captar la atención del espectador, en un clímax que dejará a más de uno sorprendido, riéndose por lo bajo por el descaro con que el director le ha robado la cartera. Y, posteriormente, cuando parece que la película ha llegado a su final, otro clímax, un rizo dentro de otro rizo que conduce a un final un punto demasiado edulcorado, pero, ¿qué sería de una comedia sexual sin un happy end?
Si la película zozobra en el aspecto argumental, no se puede decir lo mismo respecto al trabajo de los actores. La pareja formada por los secundarios Paulson y Pierce encajan a la perfección en su papel de outsiders, mesurando la vis cómica para ilustrar las situaciones absurdas a los que se ven abocados por sus peculiaridades: mujer ambiciosa, y hombre neurótico y apocado, en una sociedad que les exige un estatus y un saber estar. Y Tony Randall... bien, hace de Tony Randall, aunque traicionando la imagen amable de antaño. Otro punto para la subversión.
En cuanto a la pareja protagonista, poco se puede decir más que se comen, literalmente, la pantalla. Tanto Ewan McGregor como Renée Zellweger han disfrutado mucho, muchísimo, con el rodaje de Abajo el amor, y eso se nota. El escocés se apropia del icono del playboy superficial, el heartbreaker, convirtiéndose en digno heredero de aquel otro escocés, Sean Connery; pero además tomando prestada la elegancia y glamour de Cary Grant. Una sola mirada y una sonrisa picarona es todo lo que le hace falta, no para interpretar, sino ser Catcher Block. En cuanto a la texana, Zellweger vuelve a desplegar todo su savoir faire dramático, imprimiendo el marchamo de profesionalidad que ya le valiera un Oscar y que hace que, en la actualidad, sea una de las actrices más solicitadas (y mejor pagadas) de la industria cinematográfica. Sencillamente magistral.
Si desean pasar un buen rato, sin más pretensiones, acérquense al cine y vean Abajo el amor. Es divertida, es fresca, es entrañable, disfrutará con los actores... y es bastante inofensiva, a pesar de sus intenciones. Pero puede que, al salir del patio de butacas, la ciudad les devuelva su mirada en Technicolor... quizá es que no hayan cambiado mucho las cosas desde los sesenta, ¿no?
Y, por Dios, cuando aparezcan los títulos de crédito, ¡no salga de la sala! Sea paciente y espérese a la sorpresa...
Álex Vidal
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