Nacionalidad y año: España, 1980
Director: José Luis Garci
Actores: Maite Blasco, José Bódalo, María Casanova, José Manuel Cervino, Emilio Fornet, Raúl Fraire, Alfredo Landa, Manuel Lorenzo, José Luis Merino, Mayrata O'Wisiedo, Miguel Rellán, Manuel Tejada, Francisco Vidal
Guión: José Luis Garci y Horacio Valcárcel
Fotografía: Manuel Rojas
Música: Jesús Gluck
Comienza la película, y Garci nos muestra a Alfredo Landa con bigote y ropa de finales de los setenta, cenando en un bar de carretera. Nos quedamos atentos, mirando, esperando que este actor tan conocido (entre otras cosas por su cine de "destape") haga alguna tontería como las de esas películas que reponen en Cine de Barrio. Pero de repente se cuelan dos atracadores en el bar, y con una navaja y una barra de metal comienzan a intimidar a todo el mundo. Alfredo Landa sigue comiendo, impasible, y todos esperamos a que haga algo para hartarnos de reír. Pero en lugar de eso, saca un revolver de pequeño calibre, golpea con él en la entrepierna al atracador que se le ha acercado y apunta al otro: "Largo o te quemo los huevos". Y con cara de sorpresa nos damos cuenta de que Alfredo Landa ya no es un españolito gracioso, sino Germán, un ex policía que se gana la vida como detective privado. Ésta sólo es la primera sorpresa de la película: aún nos queda hora y media de auténtico cine negro español.
Si a alguno de los presentes le gusta el cine, es posible que la escena de la cafetería le suene a Harry el Sucio. Pues sí, es muy similar. Pero eso no le quita méritos a Garci, ni a Alfredo Landa, sino más bien todo lo contrario: consiguen por primera vez emular una escena famosa del cine estadounidense sin que a nadie le produzca sonrojo, sino al contrario, pues está magníficamente rodada.
Garci nos cuenta durante la primera parte de la película quién es ese tal Germán, pero también quiénes somos los españoles de finales de los setenta. Rodeado de una serie de personajes secundarios construidos a la perfección, descubrimos que Germán es un antiguo policía apodado El Pulga al que (posiblemente) un atentado dejó fuera del servicio. Tras una dura rehabilitación, está enamorado de la enfermera que le cuidó, y la ayuda a sacar adelante a su hija. Uno de los grandes éxitos de Garci es conseguir que por un lado Germán sea un hijo de puta de cuidado, un tipo listo, capaz de partirle la cara al primer gracioso que se le cruce, y capaz también de seguir cualquier tipo de pista (y de forma lógica, nada de superdetectives). Pero, por otro lado, Germán es un tipo adorable con la mujer de la que está enamorado, y sobre todo con una hija pequeña de esta mujer. El lenguaje, los gestos, todo es diferente en Germán según la situación, y eso Alfredo Landa lo interpreta tan bien que no nos queda más remedio que creérnoslo.
Y aunque a Garci se le suele acusar de hacer películas cuya trama y acción son inexistentes, éste no es el caso. Pues a la par que vamos descubriendo el mundo de Germán, vamos viendo cómo este intenta encontrar a una chica que se fugó de casa hace unos años, cuando su padre la obligó a abortar. Un caso muy simple en principio, pero que se va complicando: la chica se hizo prostituta, de lujo encima, y alguien está moviendo hilos para que no se la pueda localizar. El interés de Germán por descubrir la verdad va a hacer que la película se vuelva cada vez más violenta (aunque nunca se llega a ver sangre, ni peleas que no se resuelvan con un simple golpe brusco, y es que a Garci le interesa la historia y no hacer una película más de acción), hasta el punto en que algunos de los secundarios que le rodean mueren a modo de aviso.
La última parte de la película, cuando Germán viaja a los EE.UU. con la única intención de vengarse, es posiblemente uno de los mejores momentos del cine negro español. No solamente es el clímax de la película, sino que ata todos los cabos y personajes que han ido surgiendo a lo largo de la cinta.
Y aunque sólo por la calidad de su historia la película es muy recomendable, el interés de Garci por adentrarse en la España de la corrupción, de los yuppies y el pelotazo la hace más interesante todavía. Quizá el detalle más curioso de la película es ese interés por los americano: las comparaciones que hacen entre él y los detectives de ficción yanquis son varias, la propia escena que remite a la película de Harry el Sucio es otro ejemplo, y también el barbero que se inventa un pasado ficticio en Brooklyn, el discjockey que imita la ropa y las expresiones de las emisoras de radio americanas, o la oferta de trabajo que le surge a Germán si se marcha a EE.UU. unos meses. Cuando el clímax final de la película se desarrolla en Nueva York, Garci ya ha dejado claro el mensaje de que España gira en la órbita de los EE.UU. y quiere vivir ese American way of life con todo lo bueno y (sobre todo) con todo lo malo que eso conlleva.
Como colofón, hay que decir que la película tuvo el éxito suficiente como para que se mereciera una segunda parte. Y eso, en el cine español, es algo raro que sólo Garci ha sabido lograr en varias ocasiones.
José Joaquín Rodríguez
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