[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]
Juan Manuel SantiagoDesde la estantería de enfrente
La Quinta Columna
Juan Manuel Santiago




Reivindicando a los traidores

No quiero sonar belicista (y es que de entrada lo he puesto complicado, titulando así esta sección), pero es cosa sabida que las guerras de verdad no se ganan en el campo de batalla, ni siquiera en los cuarteles, sino que lo hacen en las calles del territorio invadido. La resistencia pasiva, o incluso activa, de los ciudadanos puede llegar a desequilibrar el resultado de una contienda en la que la lógica dictaba otro final. Cuando Queipo de Llano acuñó el término "quinta columna", lo hizo a conciencia: las cuatro columnas del ejército golpista resultaron menos eficientes que la resistencia civil, esa columna urbana que minaba los cimientos del enemigo, mediante actos de sabotaje (o heroísmo, según el color del espejo con que se viera). Lo sabe cualquier combatiente, sea cual sea su bando.

Otra cosa es que el término "quintacolumnista" posea características peyorativas, que asumo plenamente, como condición necesaria para entrar al trapo que esta sección requiere. Tal vez las obras que veremos en esta quinta columna carezcan de la heroicidad y la grandeza necesarias; acaso haya quien las tilde de cobardes. El caso es que son necesarias, no para ganar una guerra (y aquí habría que entrar en consideraciones tan estériles como definir los bandos contendientes, o incluso la misma existencia de conflicto), sino para algo mucho más prosaico: constituyen lecturas muy provechosas, por no decir obligatorias.

Pero son víctimas de su quintacolumnismo. De un término que las encasilla inmediatamente como traidoras a la patria. Del escarnio o, peor aún, el olvido. El ostracismo.

Muchas de ellas han pagado cara su osadía: nadie las recuerda. Pocos saben que están disponibles en catálogo. Y cuando digo pocos, me refiero incluso a estudiosos del género, bibliotecarios, libreros o editores.

Las obras que veremos en esta sección son, salvo excepciones, novelas o ensayos que la crítica suele considerar entre lo menos destacable de la producción de sus autores. Todas ellas cometieron el mismo delito: son difíciles de encasillar. O, peor aún (para ellas), están encasilladas en el lugar equivocado. Todas ellas son obras escritas por autores conocidos sobre todo por su faceta de escritores de género fantástico.

Pero no son obras de género fantástico.

Y, por ello, han sido relegadas al olvido, ninguneadas, maltratadas.

Son consideradas traidoras. De manera injusta, además: todas ellas son tan fieles al espíritu y la poética de sus autores como la obra más representativa que se os venga a la cabeza. Es más, algunas de estas obras son más auténticas y definitorias que las obras que tradicionalmente hemos considerado auténticas y definitorias de esos Brian W. Aldiss, J.G. Ballard, Elia Barceló, Philip K. Dick o Stanislaw Lem. Nos permiten entender mejor las inquietudes de sus autores.

Pero las olvidamos, porque no son obras de género fantástico.

Y nosotros sólo leemos obras de género fantástico; o leemos más obras fantásticas que de otros géneros.

O bien no leemos género fantástico, hemos accedido a esta página por no se sabe qué extraño capricho de Google e ignoramos que, detrás de esta obra puntual de un autor de quien nada sabíamos y a quien hemos llegado por casualidad, late un corpus ingente, un mundo que se nos había pasado por alto y pone en evidencia nuestros conocimientos literarios.

Por este motivo, tendemos a ningunear y odiar las obras de esta quinta columna literaria: no deberían estar ahí. Nos rompen los esquemas. No podemos aceptarlas: son demasiado buenas para integrarlas en el pim-pam-pum de nuestros listados favoritos de las cien (o doscientas treinta y siete) grandes obras de la ciencia-ficción de todos los tiempos, o bien demasiado buenas para un autor con fama de cultivar subliteratura de género.

Y, como resultado, nadie las aprecia. Nadie las quiere. Y todos las entierran.

Ni siquiera pertenecen a ese subgénero llamado slipstream, esas obras de género fantástico que aparecen en colecciones de literatura general y están haciendo más por el crecimiento y engrandecimiento de nuestros ciencia ficción, fantasía y terror. Una forma distinta de traición, porque proviene de recién llegados: nos parece más admisible que Kazuo Ishiguro o Philip Roth se adentren en la ciencia ficción que permitirle a Brian W. Aldiss o Stanislaw Lem que abandonen el género... ¡y encima lo borden!

Esta sección nace con el propósito de reivindicar esas obras. No como esnobismo ("¡Oye! ¡Furia feroz es una de las mejores novelas de Ballard, que te lo digo yo!") ni como penitencia ("¿Cómo no he sabido ver que In Milton Lumky Territory es tan dickiana como Tiempo desarticulado?"), sino porque son buena literatura.

O buenos ensayos.

O buenos poemarios.

Buenas obras, al margen de otras consideraciones.

Generalmente, de lectura obligada. Que todo el mundo lee, excepto nosotros: nos pesan mucho los prejuicios.

¿A qué estáis esperando para descubrirlas? Están aquí, en esta quinta columna. Venid a combatir con ellas: merece la pena. No para ganar la guerra en la que creéis que estáis embarcados (ciencia-ficción versus todo lo demás), sino para ganar la auténtica guerra, la que de verdad importa: buena literatura versus mala literatura. 


Archivo de La Quinta Columna
[ portada ] [ reseñas ] [ opinión ] [ artículos ] [ editorial ] [ nosotros ]