Ulrich von Bek, el Krieghund del título, es un capitán de mercenarios en la Guerra de los Treinta Años que, tras combatir bajo múltiples banderas, recibe una seductora oferta del patrón definitivo: nada menos que buscar el Grial para entregárselo a Lucifer, el Príncipe de las Tinieblas, que por improbable que resulte desea sanar el Dolor del Mundo (evidente en la devastada Alemania del s. XVII) para reconciliarse con Dios y ser admitido en el Paraíso.
En su Búsqueda, de aire caballeresco medieval (tono que se marca desde las primeras páginas, cuando el Krieghund llega al castillo de Lucifer), von Beck hallará aliados arquetípicos como el fiel kadzajo Sedenko o el excéntrico mago Philander Groot, y también encontrará terribles enemigos como Johannes Klosterheim, sacerdote soldado al servicio de los Duques del infierno en la guerra civil que se ha desatado tras la decisión de Lucifer.
Moorcock juega con habilidad a superponer varios mundos: por un lado, tenemos el mundo real, la Alemania destruida por tres décadas de conflictos, el norte de Italia invadido por la peste y la superstición, o una Inglaterra en permanente guerra con Irlanda. Pero von Bek también se interna en la Marca Media, un reino contiguo al nuestro donde las estaciones están invertidas y donde se encuentran fenómenos tan sorprendentes como una Europa conquistada por Cartago y convertida al judaísmo, una llanura donde pseudotártaros cabalgan sobre caballos mecánicos de cobre, la pajarera gigante del conde Otto, de vastas dimensiones, o el Bosque de las Lindes del Paraíso, donde von Bek encontrará finalmente el Grial.
Saltando constantemente del combate a la metafísica, de la aventura a la reflexión, El Perro de la Guerra... combina maravillosamente la capacidad imaginativa de Moorcock con cierta contención (la novela es corta y dinámica, y el final no permite prever continuaciones; aunque como no podía ser de otra forma, las hay), características en suma que la convierten en un excelente entretenimiento y en una obra a explorar para quienes deseen acercarse a Moorcock.
Luis G. Prado
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