A menudo, las cosas no son lo que parecen. La portada de esta novela, por ejemplo, asegura que en su interior se encuentra el heredero directo de Michael Crichton; la contraportada exhibe un breve resumen de la obra que bien podría pasar por la sinopsis de la ya archifamosa Contact, de Carl Sagan; la ilustración de cubierta, en un imprevisto guiño al lector, muestra a una niña que tiene pájaros en la cabeza. En las páginas del libro, en realidad, sólo se encuentran dudosas referencias a lo que estas pistas señalan.
Factor de humanidad, novela cuya principal virtud estriba en su estilo narrativo de agradable lectura, es más deudora de los culebrones televisivos que de los referentes antes mencionados. En teoría, trata el sobado tema del mensaje espacial y su laboriosa decodificación, sin olvidarse de incluir el consabido aparato maravilloso de origen alienígena. En medio de todo ello, en un plano secundario, una familia con problemas aporta ese toque de humanidad tan al uso en el género hoy en día. Ambas líneas argumentales confluyen en un final que supondrá un nuevo y decisivo paso para la raza humana al completo.
Esa es la teoría, claro, porque la realidad es totalmente distinta. Esta novela no es otra cosa que un empalagoso melodrama en el que una madre lucha denodadamente para conocer la verdad sobre un asunto escabroso: los abusos a los que su marido presuntamente sometió a sus hijas cuando éstas eran pequeñas. A las cien páginas, más o menos, la aparición de la trama secundaria -el mensaje extraterrestre- resultará providencial para desentrañar el importante misterio familiar, y de paso, salvar al mundo de su iniquidad.
La obra, más propia del género que frecuenta Sydney Sheldon que de la ciencia-ficción, concentra todo el contenido de este último en una sola idea. El concepto de la supermente colectiva y su posible papel en un primer contacto es realmente interesante, pero debido a su carácter segundón dentro de la novela, no supone más que un mero artificio a través del cual lograr el verdadero objetivo central de la misma: la demostración de que la familia unida jamás será vencida. Lo peor de todo es que, además, en este producto de sobremesa, Sawyer hace apología de la violación total de la intimidad como medio válido para descubrir la verdad, suponiendo de manera muy inocente que a la víctima no le importará, que no lo tendrá en cuenta. Una premisa más propia de famosos exministros de nuestro país que de un autor de ciencia-ficción que no se apellide Heinlein.
Estas dos tramas, salpicadas con breves referencias a la cuarta dimensión, la enésima amenaza de seres mecánicos, Carl Gustav Jung y divertidos chascarrillos sobre Star Trek conforman este cuento alargado al que, a pesar de sus escasas trescientas cincuenta páginas, acaban sobrando más de cien por carentes de contenido, que no por aburridas.
Resumiendo, que no todas las novelas de fácil lectura tienen por qué ser buenas novelas. Factor de humanidad es un producto para entretenerse unas horas -si es que las más de trescientas (300) erratas que contiene la edición de La Factoría de Ideas no molestan a quien se atreva- y olvidarlo en menos tiempo todavía. Claro que una última opción es tomárselo todo a broma, como hace el creador de la ilustración que decora la cubierta del libro.
Santiago L. Moreno
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