Una de las peores situaciones a las que se puede enfrentar un lector es tener la sensación de que un traductor desganado le hurta la posibilidad de disfrutar de una buena novela. En el caso de El rebaño ciego, el esfuerzo por descubrir un libro digno tras expresiones del estilo de "lo llamó utilizando su voz ceñuda" (sic), tras innumerables faltas de concordancia, tras una enorme cantidad de pequeños fallos que acaban por convertir la lectura en algo farragoso, en el caso de esta novela, decía, la circunstancia se agrava por ser parte de la famosa trilogía del desastre, serie fundamental en la cf, completada por Todos sobre Zanzíbar y Órbita inestable.
La traducción, mala. Pero la novela. Ah, detrás de todos los despropósitos fruto de una precipitación traductora injustificada se adivina un libro monumental. Aunque Todos sobre Zanzíbar es insuperable, aunque es una maravilla, un fresco cargado de significados, personajes, situaciones y anécdotas, El rebaño ciego no se queda atrás. Utilizando la estructura fragmentaria, ya presente en aquélla, su obra maestra, John Brunner describe un mundo presente-futuro (entendámonos, el libro es de principios de los setenta; nos referimos al presente de entonces, con todo lo que eso implica) hipotecado por la contaminación química y biológica. Los niños mueren de disentería, malaria, tifus y otros males innombrables, y los adultos contemplan cómo su esperanza de vida se acorta cada día que pasa mientras son cada vez más conscientes que no habrá una nueva generación que los releve en la magna tarea de destrozar el medio ambiente. El rebaño ciego, sin embargo, no es un burdo panfleto-denuncia de los males del consumo desenfrenado y la amoralidad empresarial e industrial. No sobreviviría a la erosión de los años si así fuera. Lejos de centrarse en las enfermedades, en los aspectos médicos o técnicos, Brunner desarrolla una vasta colección de personajes moribundos que luchan en guerras sin sentido y son mutilados por las bombas de su propio gobierno criminal, y cuya única esperanza es un gurú, Train, que se esconde bajo falsas identidades, y que es artífice de una teoría crítica con su presente que cala en grupos heterogéneos de jóvenes idealistas y adultos desencantados.
¿El balance final? Estamos ante un libro poco menos que imprescindible. Drama, humor negro, ironía, denuncia y literatura se articulan en un tomo de casi quinientas páginas cuyo ritmo no decae en ningún momento si sabemos obviar los irritantes resbalones del traductor. Todo en esta novela suena a nuevo, lo que constituye una baza muy importante para la perdurabilidad de cualquier obra. Incluso el previsible discurso moralizador del clímax, tan habitual en todas las manifestaciones de la narrativa popular, es completamente reinterpretado por Brunner en un colofón tan hilarante como descorazonador. No entienden lo que quiero decir, lo sé. Léanse el libro. Luego me cuentan.
Alberto Cairo
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