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Aníbal
Aníbal
Gisbert Haefs
Título original: Hannibal. Der Roman Kartaghos
Trad. José Antonio Alemany
Edhasa, 1990

Una advertencia imprescindible a todo aquel interesado en este libro es que, pese a lo que pueda hacernos pensar el título y los comentarios de contraportada, Aníbal está muy lejos de ser una novelización de la vida del célebre general cartaginés.

Haefs relata los que probablemente sean los años más decisivos de la inevitable rivalidad entre las dos superpotencias de la época: Cartago y Roma. Una acción iniciada mucho antes del nacimiento de Aníbal y narrada desde el punto de vista de un comerciante heleno. Precisamente es en este personaje donde comienzan los muchos problemas de esta desafortunada obra, demasiado centrada en relatarnos los asuntos de un comerciante cuyos negocios le alejan una y otra vez de los acontecimientos más interesantes de una época apasionante.

Junto a este excesivo protagonismo, la novela adolece de otros serios inconvenientes que dificultan su lectura: la confusión geográfica, motivada por el empleo de los poco conocidos nombres cartagineses para ciudades y regiones sin que la edición del libro vaya acompañada de mapa alguno, algo habitual (y fundamental) para ayudar en la lectura de este tipo de obras; y la confianza en que el lector conoce en profundidad tanto los acontecimientos previos como la situación política de la época (un exceso de confianza, sin duda).

De este modo, a lo largo de casi trescientas páginas, permaneceremos prácticamente ajenos al final de la primera guerra púnica, a la posterior rebelión de los mercenarios cartagineses y, lamentablemente, a la colonización de Hispania. Fascinantes episodios protagonizados por Almícar Barca: un personaje interesantísimo mejor tratado en la novela (lo cual tampoco es demasiado) que su hijo, el propio Aníbal. El autor prefirió centrarse en los escarceos amorosos del protagonista y sus alianzas comerciales en lugar de introducirse de lleno en este marco inigualable.

Sólo en el paso de los Pirineos y los Alpes, además de durante los primeros años de la campaña de Italia (apenas una cuarta parte del libro), permanecerá el narrador junto a Aníbal. Será aquí donde, al igual que la desdichada Cartago, presenciaremos todo lo que pudo ser y no fue esta obra. Veremos a un Aníbal sostenido tanto por su genio militar como por su habilidad diplomática frente a una Roma lejos del extenso imperio que llegaría a ser, aún una pujante república que tuvo que convivir con otros imperios de su época. Por desgracia, esta tardía y brillante parte será bruscamente abortada cuando los negocios vuelvan a apartar a nuestro narrador de la acción.

Una ocasión desaprovechada por causa de una historia ignorada y unos personajes maltratados que probablemente provocarán la decepción y frustración de todo lector que acudo a esta obra engañado por su título.

Oscar Cuevas Vera

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