La gente del margen es uno de esos raros libros de ciencia-ficción que no narran la peligrosa vida de un héroe del futuro o la historia de un gran imperio. Ni siquiera es una historia de un mundo después del holocausto, aunque de hecho éste ha ocurrido (después de ser usados tan sólo seis misiles, como ya explica la publicidad), sino la de su gente, la gente del margen, con sus pequeñas vidas y sus problemas cotidianos, con sus pensamientos y esperanzas. Y está narrado desde el personal punto de vista de Orson Scott Card, mormón practicante, hablando de los mitos y la forma de vida de los Santos del Último Día, con lo que adquiere un sabor muy particular, muchas veces a derrota y a melancolía, y a una voluntad de volver a hacer del mundo un lugar donde se pueda vivir. La situación toma especial relevancia al transcurrir la acción en América, en los alrededores de Salt Lake, en una zona que, después de cambios climáticos y demasiada lluvia, se ha convertido en el Mar Mormón y donde ahora se encuentra sumergido el templo de Moroni, el último de los profetas e historiadores nefitas que una vez resucitado visitó al profeta Joseph Smith para revelarle dónde se encontraban las planchas que componen el Libro de Mormón. Y más teniendo en cuenta que consideran América como una nueva tierra prometida, una tierra que ahora han perdido y que se esfuerzan en conservar.
El libro se compone de varias historias de personajes que aparecen y desaparecen, individuos o grupos que se mueven por las duras tierras del margen, donde cada año los nuevos colonizadores roban unos seis metros más de tierra al desierto para que sus descendientes puedan sembrar en el futuro. Son personajes problemáticos, errantes, con una historia y unos intereses particulares y no en todos los casos altruistas: Deaver Teague, encontrado y bautizado por exploradores después de una traumática experiencia y al cual vemos en distintas épocas de su vida; Carpenter, el profesor paralítico que utiliza un ordenador para hablar a sus alumnos; los miembros del teatro ambulante...
Ahora, todo el mundo depende de la comunidad, ya que el fallo de una persona hace que las plantas cuidadas con tantos trabajos mueran y las lluvias se las lleven. Pero nadie es perfecto, y por eso las historias tratan de los problemas que surgen en las comunidades para evitar la corrupción y el robo y venta de grano en el mercado negro, o de los deseos de conseguir fortunas que no existen, de los teatros ambulantes que recorren los pueblos mormones o de los peligrosos viajes por las ahora nuevamente salvajes tierras americanas. Porque la acción se desarrolla en los alrededores del Mar Mormón, y los núcleos humanos están constituidos principalmente por mormones. Esto puede hacer pensar que se trata de un ejercicio de proselitismo por parte de Card, pero nada más lejos de la realidad. Su mirada es crítica, y en muchas ocasiones pone el dedo en la llaga al hablar de ciertos defectos que considera que podrían observar personas fuera de su religión: comunidades cerradas en sus propios miembros, falta de confianza en los extranjeros, e incluso falta de sentido del humor en los ancianos mormones.
Sin embargo, lo dicho hasta ahora es común para todas las historias del libro, excepto para una, la última. Mientras que las cuatro primeras narraciones están centradas en estas comunidades, y unidas por referencias comunes a los mismos mitos, a los mismos personajes (en especial Deaver Teague), la quinta y última, "América", es una historia especial viniendo de quien viene, a la vez un rayo de esperanza en el mundo posterior al holocausto y una confirmación de que los "europeos" en general y los mormones en particular han perdido definitivamente la oportunidad de conseguir la tierra prometida, América, a consecuencia de sus actos. Ésta vuelve a manos de los anteriores pobladores y de una religión nueva apoyada en mitos autóctonos, como el nacimiento de un salvador bajo el nombre de Quetzal, la serpiente emplumada, que expulsa lentamente pero con firmeza a la raza un día colonizadora de un territorio que nunca fue suyo. Este cuento se sale, por su ambiente general, de los temas y de la forma en que Card trata los anteriores. Mientras que los demás se engloban claramente en la ciencia-ficción, éste tiende más hacia la fantasía y la alegoría.
La gente del margen es un libro hermoso, en el sentido de que expresa, muchas veces de manera poética aunque todo lo realista que requiere la narración, los sueños y los augurios de futuro de un hombre que lucha por ser imparcial en lo que podría ser la historia de su gente, los mormones, en caso de estar colocados en esa situación. Las referencias a los profetas mormones como Moroni, la imagen del templo sagrado de su religión sumergido por las aguas del lago, la capacidad de sus miembros para reconstruir, dentro de sus posibilidades, una parte de la civilización que alguna vez estuvo presente, son muchas veces conmovedoras, haciendo el libro muy agradable de leer, siempre que seas una de las personas a las que este tipo de libros sin héroes ni malvados pueda interesar.
Josué Insua Ayuso
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