En esta excelente novela el autor se las ingenia para prefigurar lo que más tarde se convertiría en todo un subgénero con identidad propia, el de los pequeños muñecos asesinos. De hecho, ante el éxito de la novela, muy notable en Estados Unidos, se realizó una película llamada precisamente Muñecos asesinos, que fue dirigida por el mítico Tod Browning en 1936, tan solo tres años después de la publicación de la novela.
Periodista y miembro tangencial del célebre Circulo de Lovecraft, Abraham Merritt fue además una de las figuras más importantes del fenómeno de las revistas pulp americanas, cosechando gran éxito de ventas y críticas, hasta el punto de que incluso una de dichas revistas llegó a llevar su nombre, A. Merritt´s Fantasy Magazine. A pesar de ello, para el lector español Merritt es hoy en día un desconocido casi completo del que apenas se han publicado un par de novelas y algunos relatos sueltos.
Narrada con mucha agilidad, la novela se sirve del esoterismo, la fantasía y el género detectivesco para presentarnos una emocionante historia en la que una malvada bruja (de ahí el titulo) se vale de sus malas artes para hacer pequeños muñecos de sus víctimas, pudiendo así controlarlos a voluntad. Es también la historia de un insigne médico que empieza realizando una investigación estrictamente científica, pero que termina zambulléndose de lleno en el mundo de la fantasía y el ocultismo, y es también la historia de unos gangsters que deben hacer frente a su profunda superstición para convertirse, paradójicamente, en los representantes de las fuerzas del Bien. Y es que además de la trama, Merritt se muestra especialmente acertado en la construcción de los personajes, llegando incluso alguno de ellos a ser verdaderamente deliciosos, como los gangsters Ricori y McCann, y en el desarrollo de los acontecimientos, con algunos momentos francamente geniales, como la disección de uno de los pequeños muñecos o la incursión de castigo que hacen varios de estos seres en la casa de uno de los protagonistas.
Y todo ello narrado en apenas doscientas páginas, sin texto de relleno que ralentice el desarrollo de la trama, un desarrollo que evoluciona sin perder intensidad y en el que se hace evidente el gran pulso narrativo del autor. Quizás el único defecto estribe en el final de la novela, que sin ser malo no parece estar a la altura de un libro tan conseguido. El propio Merritt tuvo que tener sus dudas al respecto, pues escribió dos finales diferentes, uno para la edición en revista y otro para le edición en libro, incluyéndose ambos en el libro reseñado.
La novela tuvo una continuación, ¡Arrástrate, sombra, arrástrate!, que no prosigue la misma línea argumental, pero en la que reaparecen algunos personajes de la primera novela, a la vez que se hacen varias referencias a lo ocurrido en ella. Si bien no está tan lograda como ¡Arde, bruja, arde!, sigue manteniendo la riqueza de personajes y situaciones que encontrábamos en la primera novela, al tiempo que vuelve a poner de manifiesto el dominio que tiene el autor sobre las historias de aventuras y fantasía.
Mención aparte merece la cuidadísima edición del libro, así como la estupenda labor de Javier Martín Lalanda como traductor, introductor y director de la colección Última Thule, que fue todo un ejemplo de esmero y respeto. Baste decir que se incluyeron en el volumen las ilustraciones del excelente Virgil Finlay que acompañaban a la novela cuando ésta se publico en revista, lo que es un detalle realmente impagable.
Miguel Ángel López
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