A Orson Scott Card le sienta bien escribir con otros autores. Del talento de un hombre honrado surge una de las escasas colaboraciones sinceras entre dos escritores, uno renombrado y otro desconocido, aparecidas en el mundo de la ciencia-ficción.
Acostumbrados a los excesos y engaños de estafadores del mundillo como Clarke, Farmer y Silverberg, que persisten en el descaro de publicar con su nombre novelas escritas por otros, Card es una auténtico ejemplo de honestidad que, por cierto, ha beneficiado mucho a su reciente narrativa, bastante maltrecha tras series como Alvin Maker o alargados innecesarios como los realizados en últimas entregas de la serie de Ender.
Inmerso, de unos años para acá, en un bache creativo serio, abocado a autoplagiarse y repetir esquemas, Lovelock es un soplo de aire fresco en la digna producción del mormón.
La aguda percepción emocional de la autora Katrhyn Kidd ha dotado a los personajes de esta novela de un delimitado perfil psicológico al que Card no nos tiene demasiado acostumbrados. Los personajes no son tan blandos, tan sensiblotes como otras veces. Son personas de verdad. Desde un punto de vista narrativo, la mezcla de talentos ha resultado extraordinaria.
Lovelock es un mono capuchino genéticamente alterado cuya labor es la de trabajar y servir de mascota, apoyo, cerebro auxiliar y memoria viviente a una célebre científica que se embarca con su familia en el Arca, una nave que parte de la Tierra para colonizar otros mundos.
En esta agradable novela, Lovelock será el narrador de un relato en el que se cuestiona la sociedad, las relaciones familiares, el espíritu humano e incluso el sentido de la vida de una forma profunda y poco común en el universo de la ciencia-ficción.
Deseoso de lograr la independencia y el derecho a vivir como un ser pensante independiente, el mono Lovelock mantiene una doble vida e inicia en sus horas libres lo que bien puede definirse como un proceso de autorrealización, no exento de tropiezos y errores.
La novela brilla sobre todo en el aspecto psicológico de los personajes. La descripción de los integrantes de la familia de la científica, en la que el mono es acogido, es soberbia. Los personajes son vívidos, en su imperfección, casi demasiado reales. El modo en que Lovelock analiza los hechos desde su neutralidad animal, y la forma en que su emotividad consciente se ve desbordada por los acontecimientos, convierten al animal en un ser tan humano como sensible, uno de los más encantadores y complejos personajes de la historia del género. Solo el mérito de crear un ser tan inolvidable es la excusa obligada para recomendar este libro encarecidamente.
Lovelock deja en el lector la huella imborrable de un libro fresco, a la altura de la mejor producción de Card. Además, el cambio de temática y registro supone un giro en la narrativa del norteamericano que despierta nuevas expectativas en cuanto a la valoración de su trayectoria literaria.
Según los editores, Lovelock tendrá cumplidas continuaciones que ya esperamos con verdadera ansiedad. Y si, como parece, se mantienen a la altura del primer libro, tendremos entre manos una de las más originales y renovadoras sagas de la ciencia-ficción moderna.
Parece una torpeza decir algo así refiriéndose a Card, pero Lovelock es toda una revelación.
Eugenio Sánchez Arrate
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