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El oro del rey
El oro del rey
Arturo Pérez-Reverte
Alfaguara, 2000



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Cuarta entrega de las aventuras del capitán Diego Alatriste y Tenorio. En esta ocasión el personaje de Pérez-Reverte vuelve a España y tiene que afrontar una misión de inspiración soberana que nos permitirá envolvernos de ese ambiente aventurero y reflexivo que el autor nos ha presentado desde la primera entrega. Siendo una novela histórica muy fundamentada, con un uso magnífico de referencias literarias de algunos autores del Siglo de Oro español, y pese a su mirada implacable y sin concesiones ilusorias sobre las circunstancias de la época, el autor nos ha regalado una historia de aventuras de gran fuste, con una intensidad, un colorido, y una tensión, que hace de ésta la mejor entrega de la serie, ya que mantiene un tempo narrativo intenso y equilibrado, mezclando las descripciones con las escenas de acción, de una forma que nos es casi imposible abandonar su lectura.

Nos encontramos con los personajes de los anteriores episodios: el joven Iñigo de Balboa, narrador de la historia, don Francisco de Quevedo, que no sólo pone su potente verso en la acción, sino que tiene un papel protagonista en ella, el conde de Guanalmedina, instigador de la trama, y los enemigos declarados, que con su actuación pondrán en jaque la sesera y la vida de nuestros héroes: Angélica de Alquézar, y el villano Gualterio Malatesta. Pero si esta entrega de las aventuras del capitán Alatriste resulta magnífica es por la colección de tipos que en el devenir de la historia nos va presentando, fundamentalmente de los hoy día llamados bajos fondos de la Sevilla de la época, que emparejan a esta historia con toda la tradición literaria española de la novela picaresca. Eso sin que falten los guiños contemporáneos, citando a literatos actuales, que Pérez-Reverte inserta en su relato y que parecen un tributo de amistad a aquellos que él aprecia.

En cuanto a las diversas escenas, hay de todo y para todos los gustos, desde escenas reflexivas sobre los personajes y sobre la situación española de la época; escenas de acción de pequeño escenario y de gran escenario, con asalto a barco incluido; escenas descriptivas de la ciudad y de la sociedad de la época, pero permítanme destacar una escena antológica que transcurre en la cárcel de Sevilla, y que nos muestra la noche previa a la ejecución de un maleante de la época, escena que por el tono y los contenidos nos traen al Reverte más curioso y admirador del mundo de los bajos fondos, que desde su época de radiofonista no ha dejado de interesarle, y frente al cual mantiene una mirada y una actitud bastante poco convencional.

Finalmente nos encontramos con una novela con muchas lecturas: una novela de aventuras, en la tradición clásica de las novelas de capa y espada, una novela histórica con una visión implacable pero admirativa de una época, y una novela reflexiva sobre la ambición y la motivación humana, que entre lances y dichos nos hace pensar sobre las razones y motivos del héroe.

J. M. Sánchez

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