He leído con agrado los cuentos de que integran Nova de cuarzo, mención del Luis Rogelio Nogueras del 98, de Vladimir Hernández Pacín. Me sorprendió, sin embargo, que la calidad del libro superara con mucho los halagos de la nota de contracubierta, lo cual, consentirán mis lectores, es algo poco común.
Uno de los méritos innegables del libro es que con él la ciencia-ficción (a partir de ahora cf) cubana ha arribado temática y conceptualmente a los 90, lo que sonará paradójico sólo a quienes desconozcan los envejecidos referentes literarios del género en nuestro país, fijados mayoritariamente en las décadas del 40 y el 50. A diferencia de los anteriores, y como muchos libros de los 90, Nova de cuarzo está influido por la estética ciberpunk, un subgénero que apareció en los 80 en Estados Unidos y cambió la cf de esa década, y que sigue marcando, aunque sea lateralmente, la cf en nuestros días.
Dentro de Nova de cuarzo, aun los cuentos que no son ciberpunk están obviamente influidos por éste. "Maniobra de evasión", una historia de space opera, se aleja de lo convencional al introducir los conceptos de inteligencia artificial y realidad virtual, que suelen ser típicos del ciberpunk. En "Niveles de conciencia", una historia de contactos en un futuro lejano, la presencia constante de la tecnología y la idea de la post-humanidad como próximo paso evolutivo entroncan de lleno con las historias de Bruce Sterling, uno de los gurús del ciberpunk en los años 80.
Y es que Nova de cuarzo es el libro de cf cubano donde con mayor sofisticación e inteligencia se presenta el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad. No quiero decir con esto que sea un libro de prospectiva o un manual de divulgación científica, me refiero al papel determinante que juegan los gadgets como elementos desencadenantes de las historias o simplemente como un fondo, como referentes para caracterizar esa realidad. Esa profusión de gadgets, ese barroquismo tecnológico le transmiten a los cuentos una sensación de extrañeza, que nos permiten reconocer un futuro distinto del nuestro. Esta "diferencia" con nuestra realidad, y con las "realidades" propuestas por otros libros de cf publicados en Cuba, puede, por esa misma omnipresencia de aplicaciones tecnológicas, resultar de difícil acceso para el lector cubano, desconocedor de lo acontecido en el campo de la cf anglosajona en los últimos treinta años. Con vistas a disminuir la dificultad de ese primer acercamiento se ha incluido un breve glosario donde se explican la mayor parte de los términos utilizados en el libro, sobre todo los que provienen de la literatura de cf y no del entorno tecnológico de este final de siglo.
Interesante y novedoso también resulta en este libro el tratamiento de La Habana, que se aleja de un costumbrismo que había lastrado hasta ahora los acercamientos a nuestra realidad -valga como excepción El fantástico libro de Oaj, de Miguel Collazo-. Los tres cuentos de futuro cercano de Nova de cuarzo presentan una Habana cosmopolita y multicultural, una construcción inteligente e imaginativa que se aleja de lo que nos tenía acostumbrado el género en la isla y que evidencia una mayor madurez a la hora de pensarnos a nosotros mismos como parte activa de un futuro posible. Llama la atención también el cruzamiento de culturas y de naciones que se evidencian en estas historias. Generalmente, las ideas de futuro ofrecidas por la cf cubana limitaban sus sets a un momento tan lejano donde no era necesario -o posible- definir las nacionalidades, a Norteamérica o a un futuro comunista donde Moscú, capital del mundo, resultaba el lugar idóneo donde emplazar la acción. En Nova de cuarzo, junto a los países del Primer Mundo, aparecen ocupando un lugar destacado las zonas marginales del planeta y las subculturas típicas de una sociedad de mosaico, producto de la fragmentación cultural que ocurre paralelamente al proceso de globalización que está sufriendo el planeta. Así, un software puede venir de Chile o de Bangladesh, unos piratas informáticos pueden ser turcos o ucranianos, y una megacorporación puede ser taiwanesa.
En medio de estos aciertos, no debe obviarse, sin embargo, lo apresurado del trabajo de edición, que permite expresiones como "vértigo acromático" (p. 34), cual si existiese algún tipo de vértigo en technicolor, o "hechar una mano" (p. 26), que es un error de cierto calibre. A favor de Extramuros hay que reconocer, sin embargo, que la ilustración de cubierta y el diseño de portada superan con creces a los que nos han tenido acostumbrado en ese ámbito nuestras editoriales y que apenas comienza a cambiar ahora. Es de lamentar que la calidad del material de la cubierta no acompañe este excelente trabajo.
Ya desde un punto de vista puramente textual, no puede ignorarse que el estilo sobreadjetivado de Vladimir Hernández, si por momentos le permite conseguir efectos notables al volver palpable la compleja "realidad" que presenta -su descripción del ciberespacio en "Mar de locura"-, en otros resulta molesto para la fluidez de la acción al recargar las frases con información irrelevante. También puede parecer una falta la visión un poco estrecha de la sociedad que presentan las historias por ajustarse quizás demasiado a una estética que le obliga a cerrar casi al extremo -"Déjà Vu" pudiera ser la excepción- el marco vivencial y social dentro del que se mueven los protagonistas.
No obstante, quisiera aclarar que no me parece que nos hallemos ante una simple imitación del ciberpunk, sino ante una recreación donde se hacen coexistir las distintas versiones del ciberpunk anglosajón (que estuvo lejos de ser un movimiento homogéneo) para crear un producto "puro", un tipo de historia ciberpunk que en realidad nunca existió y que juega con las convenciones del subgénero integrándolas en un discurso que consigue una marcada originalidad a partir de su propio carácter artificial. Esta integración está conseguida precisamente por la visión global que permite el estar afuera -o al margen- de un fenómeno, que en este caso es utilizado para especular sobre un futuro que también va a ser nuestro. Este libro de cuentos escritos a lo largo de esta década y que por fin ahora salen publicados, marca un cambio en la concepción de la cf cubana y pone un precedente de calidad que no deberá ser ignorado.
Fabricio González Neira
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