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Cuentos de medianoche
Cuentos de medianoche
Bram Stoker
Trad. Óscar Palmer
Col. El Club Diógenes nº 138
Valdemar, 2000

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A nadie se le escapa la labor que viene desarrollando la colección El Club Diógenes de la editorial Valdemar a la hora de mantener viva la llama del género gótico y de terror gracias a la meticulosa y cuidada edición de clásicos (conocidos unos, inéditos otros, todos de valía contrastada), y al apoyo a nuevos valores de la importancia y calidad de Pilar Pedraza.

Cuentos de medianoche es una referencia reciente en el catálogo de la colección que se suma a otras de Bram Stoker, como La dama del sudario, El entierro de las ratas y otros relatos de terror o La madriguera del gusano blanco, y que en cierto modo configura esa biblioteca ideal del terror en la cual el escritor irlandés no podía faltar. A diferencia del grueso de los títulos, enmarcados en el género de horror, el objetivo primordial de Cuentos de medianoche es el de demostrar la variedad de registros de una obra que comprende desde góticas incursiones hasta aventuras en toda su expresión.

Antes que nada, hay que prevenir al lector no avisado de una de las características del autor: su indiscutible capacidad imaginativa no encontró en su estilo un vehículo privilegiado. De hecho, Lovecraft no dudó en calificarlo como "un creador de numerosas situaciones espantosas cuya pobreza de técnica merma lamentablemente la pureza de su efecto". Su prosa, llana, directa, descuidada en ocasiones, es poca amiga de piruetas formales e incluso de la belleza del verbo; no proporciona el placer inherente a las grandes plumas (a las que una página, un simple párrafo, les basta para evidenciar la talla de su condición literaria). Tan es así que podría ponerse en duda la vigencia de Bram Stoker de no mediar en sus argumentos lo extraordinario, ya sea por la concurrencia de elementos fantasiosos, ya sea porque hasta en sus escritos de carácter realista deja abierta la puerta a lo inusual, motivo éste por el que el lector no puede por menos que sentirse intrigado. En otras palabras: salvado el escollo inicial de las primeras páginas, el lector se hallará inmerso en la trama.

Ciertamente, fueron variadas las temáticas con las que Bram Stoker adornó su repertorio. "El espectro de la perdición" muestra su faceta de escritor de cuentos infantiles en una variación de "Pedro y el lobo", moraleja incluida. "Los dualistas", publicado originariamente en 1887, narra las sangrientas travesuras de unos gemelos terribles, emparentado con los más desalmados relatos de Ambrose Bierce pero sin su carga sardónica. Asimismo, "El hombre de Shorrow" cultiva los tintes macabros y resulta francamente divertido. "El prestamista", un cuento que posteriormente se transformaría en un capítulo de la novela The Snake´s Pass, es un retablo costumbrista de su Irlanda natal, poco menos que anecdótico (al igual que los breves "El funeral", "El misterio de Shakespeare" y "Un pacto con el diablo"). También trivial y carente de una sólida estructura tenemos a "La squaw", escrito a raíz de un viaje a Alemania y centrado en las andanzas de unos turistas en una cámara de torturas presidida por una Dama de Hierro. En "¿Un acto de venganza?" Stoker exhibe ciertas aptitudes para las tramas detectivescas, al igual que respecto del género de aventuras en "La empalizada roja", que versa acerca del asalto a un fortín custodiado por piratas malayos.

Mención aparte merecen "Muerte entre bastidores" y "Una estrella criminal", interesantes por lo que tienen de reflejo del mundo del espectáculo en el que Stoker habitualmente se desenvolvía (dada su ocupación de agente teatral), y dos relatos de terror: "El sueño del panteón" y "Las nupcias de la muerte". Del primero de ellos, más conocido como "El invitado de Drácula", se especula que fuese el primer capítulo perdido de la justamente célebre Drácula, que, a instancias de los editores, fue eliminado en la publicación. Su origen es quizá el aspecto más relevante de este cuento onírico que a menudo se presenta integrado en la obra (como en la edición de Plaza & Janés, precedido de un aclaratorio "Primera parte del diario de Jonathan Harker, publicado fuera de la edición primitiva"), mientras que en otras ocasiones se defiende su exclusión (en la edición de Cátedra, Juan Antonio Molina Foix pone en duda su filiación y enumera las contradicciones respecto de la novela). Por otro lado, "Las nupcias de la muerte" formaba parte de la edición original de La joya de las siete estrellas y fue suprimido, con el consentimiento del autor, en la segunda reimpresión (y en las todas siguientes, según el prologuista Óscar Palmer). No obstante, en la traducción de Siruela sí que consta este pasaje, englobado en dos capítulos, "Poderes antiguos y poderes nuevos" y "El gran experimento". (Lamento desconocer las traducciones de la novela editadas por Forum, Montesinos y Ediciones B).

Concluyendo, puede que antes que a estos Cuentos de medianoche haya que remitirse a otras obras más recomendables, pero es innegable que, tanto por lo ecléctico de sus relatos como por recoger porciones de trabajos de mayor extensión y de importancia capital, nos encontremos ante un volumen especialmente indicado para degustar al autor desde todos los ángulos. Tampoco debe pasarse por alto una peculiaridad de la prosa de Bram Stoker, que el lector percibe más de forma intuida que conscientemente: debido a una enfermedad que le tuvo postrado en el lecho durante su infancia, el futuro escritor creció escuchando la fértil tradición oral irlandesa de labios de su madre, y en su literatura se transmitió ese tono delicioso de historia contada al calor de la lumbre.

Pablo Herranz

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