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El doctor Orwell y míster Blair
El doctor Orwell
y míster Blair

David Caute
Título original: Dr Orwell and Mr Blair
Trad. Daniel Najmías
Col. Áncora y Delfín nº 739
Ediciones Destino, 1995

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Unas líneas en el prefacio a la edición ucraniana de Rebelión en la granja pusieron a David Caute sobre la pista de los hechos reales tras la invención de Orwell; esas líneas, reproducidas en la primera página de esta novela, se refieren a su encuentro casual en el campo con un niño que conducía a un enorme caballo de tiro, y cómo esa imagen le remitió a un esquema marxista, lo que a su vez le dio la pista necesaria para elaborar su conocida fábula antiestalinista. Hasta donde sabemos, ese encuentro es histórico; el resto de El doctor Orwell y míster Blair pertenece a la fantasía.

A medio camino entre la biografía bien documentada y el juego literario, El doctor Orwell... narra detalladamente la improbable cadena de acontecimientos que llevarían a Orwell a escribir Rebelión en la granja. Y digo improbable porque como declara explícitamente el autor, se trata de una obra novelesca que no encuentra ningún apoyo en la realidad, salvo el prefacio citado.

En esta novela, Eric Blair, el hombre que se esconde detrás el pseudónimo de George Orwell, traba amistad con un niño de campo, Alex Jones, cuya granja (naturalmente, la granja Manor) atraviesa graves dificultades. Ni falta hace decir que en la granja se crían cerdos, grandes caballos de tiro, ovejas y otros animales significativamente presentes en la obra de Orwell. Contada desde el punto de vista de un Alex adulto, El doctor Orwell... ofrece un retrato ambigüo y fascinante de Orwell, presentándolo como alguien mucho más oscuro en su lenguaje e intenciones de lo que jamás habría admitido un fanático de la claridad expositiva y de la honradez como era él. Y en tanto que homenaje a una figura señera de la literatura política del siglo XX, la novela tiene un interés indiscutible.

Lamentablemente, los buenos propósitos de Caute no alcanzar a trenzar una ficción plausible sin recurrir a la profusa documentación dejada por Orwell como testimonio de su pensamiento. Y así vemos surgir de la boca del Orwell-personaje largos párrafos de los artículos peridísticos del Orwell real (recurso que, por cierto, también se emplea con su editor, Warburg, aunque lógicamente en mucha menor medida). Tampoco dejan de aparecer ordenadamente abundantes detalles sobre el Orwell público que demuestran que Caute ha hecho los deberes, pero que provocan que esta novela, que a ratos es auténticamente emocionante, se vuelta artificial y distante.

El problema de los personajes reales es que no pueden tratarse como figuras literarias con la facilidad de los personajes inventados, lo que se agrava en el caso de las personalidades públicas. Esto hay que concedérselo a Caute. Pero entiendo que debería haber hecho un esfuerzo y olvidar al archiconocido Orwell para intentar acercarnos, como su título promete aunque la novela no lo cumpla, al intrigante señor Blair.

Luis G. Prado

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