A priori, la nueva novela de Neal Stephenson da respeto. Novecientas ochenta y seis (986) páginas de respetable tocho. Si tenemos en cuenta que dentro del libro, Stephenson enfoca temas tan variopintos como la informática, las comunicaciones, la criptografía, las relaciones hombre-mujer, la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, los curiosos comportamientos de los freakies de la informática, los juegos de rol, las matemáticas, la nueva economía (pero llevada a sus últimas consecuencias, olvidaos de algo tan simple como una .com), los Holocaustos y cómo prevenirlos y la búsqueda de un tesoro, entre otros que se me olvidan, seguro; si tenemos en cuenta esto, digo, es posible que el libro asuste incluso más al lector timorato.
No es momento de ser timoratos.
Es un momento de cambios, de riesgos, de nuevos planteamientos y nuevas filosofías: es el momento perfecto para Cryptonomicon. Como dice una de las reseñas de la contraportada: "lo que más necesitaba ahora mismo la cibercultura es su primera novela histórica", y tal es una (pero sólo una) de las múltiples facetas del último diamante de Stephenson. Los inicios de la criptografía y de la informática como ciencias, en el momento en el que más se necesitaban, comparados con su uso actual constituyen una de las partes más interesantes de la novela, junto con las aventuras de cierto marine americano que, a pesar de parecer un zote desde un buen principio, se revela como uno de los personajes más entretenidos y humanos de la novela.
¿El argumento? Buf. La acción de la novela se divide en dos partes claramente diferenciadas en el tiempo: la Segunda Guerra Mundial y la actualidad. En el primer caso, los distintos protagonistas (que mantienen entre sí una relación tangencial que irá, poco a poco, estrechándose) luchan contra el Eje en el origen de la criptografía moderna: descifrando códigos o, lo que es aún más interesante, evitando que el Eje se de cuenta de que los Aliados ya conocen sus códigos). En la segunda parte, los descendientes de los protagonistas vuelven a ver unidos sus destinos (una pirueta un poco inverosímil, lo sé) en el afán por crear un "refugio de datos", una suerte de paraíso fiscal de las nuevas tecnologías. Poco a poco, ambos argumentos irán desvelando detalles que revelarán que hay mucho más detrás de ellos, como es costumbre en este autor.
El estilo de Stephenson mezcla un pozo aparentemente sin fondo de conocimientos de lo más variopinto con un omnipresente y cínico humor heinleiniano, y le permite colarnos tremendas disertaciones sobre temas que en un principio pueden interesarnos o no, pero que contadas por él resultan apasionantes. Lamentablemente, en ocasiones el tono de estas disertaciones resulta algo forzado, poco natural: así, nos encontramos a algunos personajes bien recitándoles auténticos monólogos a otros, bien hablando interminablemente para sí sobre infinidad de materias. Por norma general, estas disertaciones suelen llevar a alguna parte: Stephenson nos está explicando algo para poder seguir adelante con la historia; pero en ocasiones me temo que no es así. Por tanto, la verdad es que hay algo de paja en el libro. Poca, muy poca habida cuenta la extensión de la novela, pero haberla hayla. En ocasiones esta tendencia al mini-ensayo dentro de la novela tiende a ralentizarla, y mucho. Lo curioso del caso es que la parte que se ve más afectada por esta caída de ritmo es la situada en la actualidad: toda la acción transcurrida en la Segunda Guerra Mundial es tremendamente entretenida.
En resumidas cuentas, Cryptonomicon es una novela que nos costará esfuerzo, y ganas; pero el resultado final merecerá la pena.
Carlos Manuel Pérez
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