Cualquiera que lleve cierto tiempo en esto de la ciencia-ficción conocerá sobradamente el gusto del género, sobre todo en las últimas décadas, por alargar el éxito de una novela convirtiéndola en el origen de una serie. Uno de los máximos exponentes en el vicio de las continuaciones es ese tipo de ciencia-ficción "dura" en el que los protagonistas, personajes generalmente planos, viven mil y una aventuras en el interior de una extraña construcción de colosales dimensiones. La proliferación de finales abiertos en esta clase de novelas las convierte en terreno fértil para segundas (o infinitas) partes que continúen la idea inicial.
El problema es que este tipo de ciencia-ficción hard vive del sentido de la maravilla, y es muy difícil volver a sorprender ateniéndose al universo ya creado. Así tenemos, por ejemplo, que las continuaciones de obras tan importantes como Cita con Rama, de Arthur C. Clarke, o Mundo anillo, de Larry Niven, no son más que nuevas aventuras en el mismo lugar que ya conocemos, lo que acaba conduciendo, por muy bien que se narre, al hastío más absoluto. Curiosamente, Hijos de la eternidad es, y a la vez no es, un claro ejemplo de esto.
Aunque esta novela es continuación de Mundos en el abismo -obra de características similares a las anteriormente mencionadas-, habría que tener en cuenta que su contenido no surgió de la nada. Esta segunda incursión en el cúmulo globular de Akasa Puspa no es un invento posterior al éxito de su predecesora. Conformaba en realidad, junto a la primera, una obra original única que tuvo que ser drásticamente recortada por imperativos editoriales. Y se nota.
Hijos de la eternidad adolece de esa repetición de un entorno que no aporta nada nuevo, cuya única función es la de servir de escenario a una serie de aventuras que, todo hay que decirlo, nunca aburren gracias al ameno estilo narrativo con el que están desarrolladas. Las andanzas del pobre Jonás Chandragupta (contadas en primera persona) al servicio del desertor loco Chait Rai se alternan con pulso acertado con la descripción del largo viaje de la Flota que viene en su busca. Un viaje que, por cierto, no aporta nada esencial a la trama.
Pero si hasta aquí la novela sigue el consabido esquema de las anodinas continuaciones al uso, el maleficio queda roto por un auténtico as ganador que los autores guardaban en la manga, una creación a la que ni siquiera algunos puntos oscuros logran restar grandeza. La aparición de los angriffs, sobresaliente acierto de la novela, su biología y la imaginativa función para la que fueron creados se valen por sí mismas para despertar la "maravilla" en el lector. Una especie alienígena diseñada con un fin determinado que por sí sola se basta para que la novela merezca ser leída. No obstante, sería interesante conocer los datos por los que estos exterminadores galácticos llevan tanto tiempo conviviendo con los humanos del cúmulo sin dar buena cuenta de ellos. La respuesta está en la imaginación del lector, pero no en el libro.
Y siguiendo con la parte positiva, no se puede dejar de mencionar el breve pero intenso capítulo titulado "Religión". En él, la sutilidad con que los autores la atacan durante toda la serie desaparece y deja paso a una crónica descarnada del mal al que su abuso conduce. Un episodio que se lee con un continuo escalofrió y que sin duda constituye uno de los mejores cuentos cortos jamás escritos en nuestro país.
Si esta novela se muestra previsible en algunos aspectos y muy ingeniosa en otros, se puede decir que en su conclusión produce cierta perplejidad, más por la manera de contarla que por su presumible contenido. Se da un notorio alejamiento repentino de los hasta entonces principales protagonistas de la obra. El anónimo fin del angriff y la desaparición total tanto de Chait Rai como de Jonás conceden la carga dramática a un personaje creado en y para las últimas páginas. Un recurso literario, en mi opinión, totalmente innecesario.
Personalmente, confieso que me hubiera gustado echarle un vistazo al original de seiscientas páginas, pero en todo caso, la positiva impresión que deja este volumen, unida a la enorme calidad de Mundos en el abismo, convierte sin duda a esta breve serie de Akasa Puspa en la mejor que ha dado la ciencia-ficción hard escrita en España.
Santiago L. Moreno
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