Llámenlo deformación profesional (estudié Historia) o como quieran, pero hay un feo vicio de las novelas históricas que nunca me gustó, y es el actualismo.
Actualismo es una palabra poco corriente y muy desagradable, pero designa a un importante fallo del conocimiento humano: tendemos a pensar que nuestros antepasados actuaban movidos por los mismos motivos que nosotros, tenían estructuras familiares y sociales comparables a las nuestras, y en fin, no eran más que versiones togadas y barbadas del blanco occidental cristiano. ¿Ejemplos? Muchos, pero el más escandaloso de todos es la forma en que los americanos hablan del imperio romano en sus películas.
No es un mal aislado. Ya nadie se atreve a llamar de aventuras a sus novelas, como hacia Dumas (¡no, por Dios, el hijo!), hay que darles un marchamo serio a esos tostones de dos mil páginas que cuestan un ojo de la cara. El más socorrido es el de novela histórica. Hay otros, como el de hard science, pero dejemos eso.
Bien, Halcón, de Gary Jennings, es una novela histórica. Una buena novela histórica. Jennings nos cuenta una historia que está situada a caballo entre los siglos V y VI de nuestra era, una generación después de los Campos Cataláunicos. Los protagonistas son godos, romano-godos, hunos, vándalos y germanos en general. No tenemos ninguna garantía de que aquellas gentes pensaran y actuaran como Jennings dice, pero hace un gran esfuerzo por saltar por encima de la moral moderna, posterior a la Revolución Francesa y la Declaración de Derechos del Hombre, y obviar nuestra mentalidad.
El rey Teodorico que nos presenta Jennings es un hombre de su tiempo. No tiene ningún reparo en permitir que sus soldados se lancen a la rapiña y al estupro desenfrenado, ni en asesinar cuando es necesario hacerlo. Al contrario que Robert Graves, que embellecía a sus personajes hasta el punto de convertirlos en modelos morales, Jennings nos habla de una humanidad doliente y viviente que hace las cosas a su modo sin preocuparse de nosotros ni de nuestros mohines.
El protagonista es Thorn, un godo nacido hermafrodita que se cría en un monasterio de lo que hoy sería Francia. La novela cuenta su peripecia vital, desde sus experiencias entre los monjes (y las monjas) hasta su muerte. A través de sus ojos conoceremos la Europa que contemplaba el derrumbamiento del Imperio Romano de Occidente y el nacimiento de la Edad Media, sin ser especialmente conscientes de estar en medio de dos caprichos historiográficos.
Thorn servirá como mariscal del rey godo Teodorico, que gobernó en Roma y consiguió detener momentáneamente la decadencia de la administración imperial. Durante toda su vida conseguirá mantener en secreto su auténtica naturaleza. Ése quizá sea el principal fallo de la novela. Jennings da por sentado que un ser humano que nace con dos sexos será psíquicamente dual, masculino y femenino, dominante y sumiso, lo que no es más que psicología barata de universidad americana. Thorn es lo bastante ambiguo en sus caracteres sexuales exteriores para hacerse pasar por hombre o mujer según convenga a sus intereses inmediatos, y desde luego se aprovecha de su ventaja con generosidad y profusión.
Sus aventuras personales son al mismo tiempo divertidas, estrambóticas y morbosas hasta grados difícilmente imaginables. Halcón es una novela extremadamente violenta y desagradable. No, no es una crítica; se ve que no me conocen. No les voy a regalar con la descripción y enumeración de atrocidades con que Jennings adorna su novela. Tan sólo el capítulo dedicado a la orgía en honor a Dionisios agriará los desayunos de una semana a más de uno. Confieso que a mí me provocó arcadas.
Sin embargo, es una novela que merece la pena leer. En primer lugar, porque está bien escrita, y convendrán conmigo en que ese es un fenómeno lo bastante extraño como para no perdérselo cuando ocurre. En segundo lugar, porque van a aprender un buen montón de cosas. Entre otras, que los estribos que llevaba el caballo de Russell Crowe en Gladiator no se habían inventado todavía. En tercer lugar, porque si tienen un sentido del humor cruel y despiadado como el mío, se van a reír como se han reído en mucho tiempo. Acudan a su estantería, al rincón en que tienen almacenados los libritos azules de Biblioteca de Ciencia Ficción que publicó Orbis. Saquen el número 33, tomo III de Lo mejor de Fantasy & Science Fiction. Ahí tienen un cuento de Gary Jennings titulado "Tarde o temprano o nunca jamás". Les servirá para hacerse una idea de la clase de humor que se gasta el bueno de Gary.
Antes he dicho que lo peor de la novela era la falsa dualidad sexual del protagonista. En realidad no es cierto. Lo peor de la novela es que el final es flojo. Después de habernos llevado durante novecientas sesenta y una páginas de sorpresa en sorpresa a través de una historia que no da descanso, Jennings se conforma con un remate digno de telefilme de sobremesa.
En fin, ustedes verán. Yo la he leído y me ha gustado. A pesar de todos sus defectos merece la pena leerla.
Mario Moreno Cortina
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