Jorge vive angustiado a causa de su bajo rendimiento académico. Tiene un examen de matemáticas que, él lo sabe, va a suspender. Y sus padres le obligarán a pasar el verano estudiando con profesores particulares. Hasta que su tío, un viajero de dudosa moralidad, recala en el hogar, trayendo consigo un muñeco de Haití y ofreciéndole la posibilidad de completar un ritual con el que verá sus deseos hechos realidad...
El autor Denis Montejo ya sacó a la luz una recopilación de relatos de carácter adulto bajo otro nombre. Pero, ya se sabe, en España la literatura de género no cuenta con el beneplácito de los mayores. Por tanto, haciendo de la necesidad virtud, Montejo pasa a cultivar la literatura juvenil.
Tejer un entretenimiento sencillo no tiene por qué ser necesariamente tarea sencilla; véanse los zafios resultados de colecciones como Pesadillas, de R.L. Stine, o Sobresaltos, de Juan José Plans. Ahí reside el acierto de Montejo: asume que el público adolescente no es tan plano como se pretende. Así entendido, El muñeco vudú es un ejemplo muy digno dentro de un género menor.
Sorprende ver con qué habilidad se dosifica la información, huyendo tanto del apabullamiento como del agarrotamiento; la trama toma como punto de partida la vida de un adolescente y sus preocupaciones, tornándose de forma paulatina en oscura y mórbida. Ningún elemento resulta baladí, y Montejo, llevando las riendas con elegancia y buen dominio, nos encamina hacia el clímax.
Queda patente con esta novela que para acercarse al público juvenil no hay que caer forzosamente en la trivialidad. Es más, este tipo de literatura, al darse por sentado que es de consumo rápido, puede albergar virtudes que ciertos autores "adultos" olvidan: básicamente, ir al grano y no dejarse seducir por juegos estilísticos y los formalismos. De ese modo se nos presentan los personajes, en breves pinceladas, caracterizándose de forma conductista, si se quiere. El misterioso tío se expresa de forma solemne y críptica. Los padres de Jorge, con la vulgaridad que se les supone a los adultos de vida gris; Susana, la mejor amiga de Jorge, con el candor y la pureza de una adolescente idealista...
El muñeco vudú está escrita con la ilusión y el entusiasmo del escritor maduro, lector apasionado que deja de ser aficionado para convertirse en verdadero profesional; de este modo, Montejo, aun sin darse cuenta, deja entrever sus preferencias literarias. Aun conectando con el terror moderno (la estructura y división por episodios pudieran derivar de los crescendos de un inspirado Stephen King, o la propia trama resultaría algo cercana a la mitología barkeriana, más concretamente a Hellraiser), se ve una preocupación por mantener las constantes del género, detallando ritos tribales y rememorando culturas milenarias y pobladas de supersticiones. Una de las influencias más patentes de la obra la tenemos, a juicio del que suscribe, en "La pata de mono" de Jacobs.
Insistiré: estamos ante una obra muy válida dentro de un género menor. Sintámonos adolescentes por unas horas, aceptemos sus premisas, y el viaje en metro será mucho más llevadero. Aunque resulte paradójico, ante las tribulaciones del rito vudú, ante la amenaza haitiana, se me dibujó una leve sonrisa en los labios.
David G. Panadero
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