El árbol familiar, la ultima novela de Sheri S. Tepper traducida en España, es un libro mediocre, lastrado por una ideología ecologista difícil de tragar y que sólo se salva del desastre absoluto por el evidente oficio que manifiesta la autora.
La novela arranca con dos hilos narrativos completamente distintos. En el primero entramos en la vida de Dora Henry, una atípica mujer policía, y se nos cuentan sus problemas con Jared, su marido, y la pacifica y tranquila invasión de árboles que sufre el mundo. En capítulos alternos se nos presenta un mundo de fantasía poblado por distintas tribus de características muy diferentes, y un variopinto grupo de personajes cada uno inmerso en su propia búsqueda y aventuras. Evidentemente, las distintas búsquedas acaban confluyendo, y merced a un artefacto milagroso de difícil justificación dentro de la coherencia interna del relato los aventureros acaban viajando al pasado. Y en este momento llegan las grandes sorpresas del libro: el mundo fantástico no es otro que nuestro futuro, un futuro poblado por animales inteligentes, las distintas tribus antes mencionadas, y en el que los humanos se han extinguido, o al menos eso se cree.
De este modo confluyen, como no podía ser de otra forma, los dos hilos narrativos... y todo se viene abajo. Si hasta ese momento la novela se leía con cierta complacencia, aunque sin despertar mucho entusiasmo, y al menos se le admitía cierta pericia para entretener e intrigar al lector, el encaje de las dos tramas fuerza la credulidad hasta romper toda verosimilitud, llenando la novela de situaciones y escenas completamente ridículas (impagable las escenas del principesco cerdo con turbante corriendo por las calles de la ciudad). De ahí hasta el final el lector no puede por menos que leer con una sonrisa de incredulidad cómo una escritora muy seria y en una novela muy seria nos presenta las peripecias de cerdos, nutrias, perros y monos, todos, eso si, muy elegantemente vestidos, ayudados por Dora Henry para evitar la desaparición de su futuro. Por supuesto, ese futuro se salva, a costa, eso sí, de la muerte del 95% de la humanidad, provocada por los supuestos "buenos" de la historia. Y, evidentemente, a Dora Henry (y a Tepper que habla por su boca) esto le parece la mejor idea del mundo: no hay nada como matar a unos cuantos millones de personas para ser ecologista.
En resumen, un libro solo recomendable para los que se quieran dar el gustazo de cabrearse con Tepper y con sus extremas teorías ecologistas.
Rafael Muñoz Vega
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