En historieta, fuera de los márgenes de eso que se llama mainstream, uno puede encontrarse de todo y, muchas veces, malo. Así de claro, ni más ni menos. Hoy, alguien interesado en las posibilidades del medio puede acceder a revistas y antologías, tanto nacionales como foráneas, de autores jóvenes con pretensiones de renovación y ruptura y sentirse estafado hasta la irritación. Dibujantes que no saben dibujar, guionistas que no saben escribir, etc. Parece que en determinados círculos todo vale: es renovación, vanguardia y tal. Pues bueno, amigos, digámoslo claro vistos los resultados: ¡hay que joderse con las vanguardias!
Suerte, en fin, que dentro de la vanguardia, rebuscando en la basura, también, claro, puede uno encontrarse auténticos talentos. Creadores de singular universo y obra donde pretensiones y resultados se dan la mano. Julie Doucet, por ejemplo.
Julie Doucet va de artista por la vida (entiéndase en el sentido más pedante del término), pero la mujer lo es. Y hay que concedérselo. Y reconocer que sus tebeos valen la pena. Es alguien que tiene cosas que contar y a quien merece la pena escuchar.
La obra de Doucet en España es conocida fundamentalmente por el esfuerzo puesto por Max en difundirla. De su mano apareció en Nosotros somos los muertos y en Bardín y fue él también quien se encargó de producir su primer álbum en castellano en colaboración con Camaleón Ediciones, Si yo fuera hombre. Aquel tomo de 1998 se presentaba como el número 1 de una colección bautizada como Bueno y Raro, que no tuvo continuidad. Esto, más alguna incursión esporádica en El Víbora, conforma su currículum en nuestro país.
(Por cierto, algo tendría que ver en el tema de la interrupción de Bueno y Raro el cierre de Camaleón y la cancelación de NSML. Por fortuna, Max y Pere Joan parecen inasequibles al desaliento y se han sacado en este 2001 un nuevo sello editorial de la manga -y de la cartera- dispuesto a llenarnos las estanterías de tebeos buenos y raros, Inrevés Edicions. Suerte tenemos los lectores de este país, ya que hemos demostrado no merecernos una gente así.)
Hablemos, pues, por fin, del Diario de Nueva York, el segundo volumen de la canadiense Julie que ve la luz en castellano, publicado con cariño y profesionalidad en una edición que no puede sino calificarse de deliciosa. ¿Qué de qué va? Bueno, pues continúa con la ambición de Julie -sobre la que se proyecta la larga sombra de Crumb- de contarnos su vida con dibujitos y palabras. "Historias reales", las llama ella. Si en Si yo fuera hombre, la autora recurría a sus sueños para darnos a conocer su mundo, en este Diario de Nueva York sube un peldaño más en el impudor y la sinceridad para narrarnos pasajes de su vida estrictamente realistas. Lo que tenía de delirio e hilaridad el primer álbum merced a las "transcripciones gráficas" de su universo onírico, lo perdemos en pro de una mayor introspección y compromiso. Hay menos humor en este Diario, pero más emotividad, más epidermis en las viñetas.
Julie nos cuenta, por ejemplo, su "primera vez". Y lo hace con sinceridad, si es que esa característica tiene algún valor. Más loable, pienso, es su forma de contarlo, cómo mezcla crudeza con ternura, consiguiendo una escena de sexo historietístico mucho más real que cualquier otra que hayamos podido leer. Por lo demás, después de los episodios iniciales que nos relatan las experiencias del paso de Julie por la escuela de Bellas Artes, el grueso de las historias está centrado en la temporada que vivió en Nueva York con un novio desquiciado. Aquí asistimos de primera mano a una sucesión de escenas en la que el desasosiego sentimental es la norma, narrado todo ello sin tremendismo, pero sin eufemismos. Un ejercicio de creación valiente, sin duda.
En cualquier caso, Julie se hace querer. Es fácil identificarse con ella y sentirse cómplice de sus emociones y de su visión de la vida, los sentimientos y la sexualidad. Sin duda, este tebeo le encantará a las mujeres (lo sé porque hice la prueba dejándole el Si yo fuera hombre a varias amigas), pero un hombre no se sentirá ofendido ni estafado por la imagen que de nosotros proyecta Julie. (Como ejemplo inverso pienso en aquella repugnante película francesa llamada Romance X, que tenía la capacidad de inducir a la misoginia al más plantado. Suerte que existen creadoras como Julie.)
Un último apunte. Y es que no puedo cerrar esta reseña sin detenerme en el apartado gráfico. Evidentemente, una de los puntos fuertes del tebeo de Julie es su dibujo. No es que sea ninguna virtuosa, al contrario, juzgado académicamente su estilo se derrumbaría por todos los lados. Sin embargo, puestas sus viñetas una detrás de otra funcionan y transmiten conjuntamente las sensaciones de feminidad y alternatividad que les corresponde. Es decir, el de Julie es un dibujo "de chica" y underground y la fusión de ambos conceptos deriva en un grafismo sorprendente, delicioso.
Valentín Vañó
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