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Wild Bill ha muerto
Wild Bill ha muerto
Hermann
Título original: Wild Bill est mort
Trad. Lorenzo F. Díaz
Imágica Ediciones, 2001

Nuevo sello editorial que entra en escena ofreciendo un nuevo álbum de Hermann, que vuelve al western donde ya cobró fama con la serie Comanche. Si entonces seguía los excelentes guiones del gran Greg, ahora nuestro autor vuela en solitario, como viene haciendo desde hace años, tras sus series Jeremiah y Las torres de Bois-Maury. Y lo hace con una historia crepuscular, donde un mito del oeste muere en paralelo a la odisea personal del joven Melvin. Una leyenda muere y la realidad de pesadilla a la que sobrevive el muchacho no hace caso a los asesinatos de los que ha sido testigo, de ahí que, con el paso de los años, sea el propio Melvin, cada vez más desencantado, quien tenga que tomar la justicia por su mano.

Hay algo de personaje de novela picaresca tanto en el protagonista como en los otros personajes con los que se va cruzando a lo largo de las décadas que abarca la historia, un poco al estilo de Huckleberry Finn. De entre ellos, son la prostituta de buen corazón y su amante-chulo-tahúr los más logrados, unos personajes perfectamente trazados en el esbozo que Hermann muestra, llenos de humanidad y de tragedia propia. Es de agradecer que un autor contemporáneo de primera fila experimente con temáticas y formatos, y que el mercado al que se dirige (el francobelga y, posiblemente, el europeo gracias a una edición conjunta) le permita hacer un alto en el camino a su producción medievalista (estos días aparece en francia el nuevo Bois-Maury, Rodrigo, pero los álbumes unitarios de Hermann ya habían ofrecido historias magistrales como Sarajevo-Tango y, sobre todo, Caatinga) para realizar lo que casi podría ser el equivalente en cómic de un largometraje para la televisón por cable, o uno de aquellos westerns de factura excelente de los años setenta, cuando se cuestionaba el falso sentido épico de la frontera y se era testigo de los avances de un siglo agonizante que iba a desembocar en la locura y la violencia del siglo XX. En ese aspecto, quizá sea casualidad, pero el tono feísta de personajes y ambientes, los rostros envilecidos de los atracadores y el desarraigo de la prostituta Louise me recordaron a la gran obra maestra del cómic de nuestro tiempo, From Hell, de Alan Moore y Eddie Campbell, donde hallamos las mismas constantes que pueden explicar cómo hemos llegado a ser como somos a través de los pequeños personajes que viven, sueñan, despiertan y mueren a la sombra de la Historia.

A destacar la cuidadísima edición, el buen papel y el colorido de Hermann, que se revela una vez más como un maestro de la narración (aquí prácticamente no hay textos de apoyo), aunque su punto flaco siga siendo la caracterización de los personajes. O quizá es que Hermann, que tan bien retrata la belleza de los paisajes, no ve belleza alguna en el hombre ni en sus obras.

Rafael Marín

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