Hay libros que salen al mercado con un obstáculo añadido. A los serios problemas de venta que presenta todo producto ideado para el noble -pero en desuso- ejercicio de la lectura, se pueden unir dificultades insospechadas. El despertar del milenio, por ejemplo, ha de combatir con una portada de aspecto paupérrimo, la consideración añadida de libro milenarista (con todo lo negativo que eso conlleva) y el total desconocimiento de sus virtudes -e incluso de su existencia- por parte del cliente al que sin duda más podría interesar: el lector de ciencia-ficción.
La diseñadora y escritora del apasionante juego Gabriel Knight se estrena fuera de la franquicia con un thriller a medio camino entre la ciencia-ficción más ortodoxa y el best seller de intriga. Notablemente influenciada por la novela Apocalipsis, de Stephen King, Jensen crea una absorbente trama en la que hace interacturar ciencia y religión desde un escepticismo declarado y desenmascarador, aunando el fanatismo creyente y las nuevas tecnologías en un cóctel de apariencia cinematográfica. La formación ideológica de la autora se encuentra en todas y cada una de sus páginas. Jensen, hija de ministro fundamentalista, y sin embargo suscriptora del Skeptic Inquirer, denuncia la falsedad de la religión, pero dentro de un respeto nacido de años y años estudiando un tema que siempre ha encontrado fascinante.
En medio de una gran profusión de personajes, remedando a los famosos Woodward y Bernstein, los dos principales protagonistas -un sacerdote racionalista y un periodista del New York Times- se ven envueltos en una oscura intriga entre alucinados visionarios, fanáticos milenaristas, conspiraciones de alto estado y logias ocultas durante lo que parece ser el fin del mundo según los cánones cristianos; un proceso cuyas distintas fases logran calar hondo en el lector.
Si el primer mandamiento de un libro que fabule con la idea del apocalipsis es mostrarse en todo momento apocalíptico, éste consigue entrar en el cielo por la puerta grande. La frialdad del proceso destructivo y su majestad emparentan esta novela con ejemplos como La fragua de Dios, de Greg Bear, en cuanto a la magnitud del proceso, aunque en este caso el hard tenga muy poco que ver. El hambre, la enfermedad, la guerra y los fenómenos milagrosos adelantados por las profecías se van sucediendo a gran velocidad, mientras los investigadores descubren una verdad sorprendente, terrible y que, de paso, da toda la razón al maestro Clarke, además de recuperar con gran imaginación la vieja cuestión de la gallina y el huevo: supertecnología es igual a magia (o milagro); ¿primero fue la profecía o la catástrofe?
El único punto oscuro de esta magnífica novela se encuentra en su conclusión. Y es que la autora, a pesar de propinar el empujón definitivo -un empujón jungiano- que coloca a su obra claramente dentro del género de ciencia-ficción, no puede evitar denotar sus preferencias en el terreno espiritual, y haciendo gala de una iconoclastia patente, toma partido por las religiones más cercanas a la tierra, carentes de demiurgos todopoderosos.
Aun así, El despertar del milenio deja a su conclusión un poso de satisfacción y entretenimiento de alta calidad. Una novela que no debería pasar desapercibida para los amantes del género bajo ninguna circunstancia.
Santiago L. Moreno
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