Hubo un tiempo en que en las carteleras había más cosas, aparte de superproducciones norteamericanas, y el régimen de exhibición en programa doble aportaba una versatilidad hoy tristemente desaparecida. Así, los géneros que acuñaban los anglosajones eran mimetizados (a veces incluso reinterpretados) desde otras latitudes.
Así ocurrió con el cine negro. Bajo una mixtura de fumetti nero, factoría Warhol, iconografía S/M, pictoricismo y un endiablado sentido de la musicalidad, surgió el arrebatado giallo, fundiendo las tramas detectivescas con una densa atmósfera, propia del cine de terror.
En un primer momento, los italianos cultivadores del giallo eran ignorados (Pasolini, Visconti o Fellini acaparaban la atención), aunque este cine era consumido con cierto interés en todo el globo. Pasadas las décadas, no faltaban críticos dispuestos a despreciar filmografías que desconocían... hasta que llegamos al extremo contrario: con la eclosión de los fanzines de principios de los 90, los nombres de un Bava, o, sobre todo, un Argento o un Fulci eran el comodín y el tótem intocable.
Ahora, con la perspectiva que otorga el tiempo y la ponderación de los autores que concurren en este libro, las aguas parecen volver a su cauce. En efecto (aunque salvando nimias excepciones), el prisma con que se analiza el giallo en estas páginas dista tanto de la pose de superioridad que se carcajea del "cine de pipas" como de la posmodernidad en la que "todo vale" y se dignifica una obra en función de lo desconocida y costrosa que sea.
La tónica de este libro consiste en estudiar el giallo no sólo en su vertiente cinematográfica, sino como el resultado de numerosísimos factores: la situación política italiana, la relajación de las posturas censoras, la popularización de un subgénero, herencias literarias, los vasos comunicantes entre la ficción latina y la anglosajona... De este modo, no queda ni una aguja sin remover, aportándose un estudio de un completismo sin parangón hasta la fecha.
Es más: lejos de quedarse en lugares comunes, se entra en el estudio pormenorizado de obras y cineastas vinculados al giallo que, por una u otra razón, han sido absorbidos por el anonimato. ¿Alguien se acordaba de Umberto Lenzi, Sergio Martino, o, pongámoslo más difícil, Luciano Ercoli? Eso sin contar con la presencia del gran convidado de piedra, el tristemente inédito Pupi Avati.
Entre estas "amarillas" páginas, el lector se topará con firmas reputadas dentro de la literatura fílmica de nuestro país; así, no podían faltar, aparte de Antonio José Navarro y Tomás Fernández Valentí, los ineludibles Carlos Aguilar, Ramón Freixas & Joan Bassa, Ángel Sala o Roberto Cueto. También sorprende el hecho de encontrar a Rubén Lardín, quien, tras cultivar una prosa algo expeditiva, resulta ahora más camaleónico y reflexivo que nunca. Pero, sin duda, si uno de los autores logra sorprender por su erudición y completismo (y, no lo neguemos, por el factor sorpresa de encontrarlo en una compilación de estas características), ése es Javier García Romero, quien hace años editara el célebre fanzine Quatermass.
David G. Panadero
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